Juan Carlos Pumilla - Raquel Barabaschi |
La memoria es un tatuaje del alma. Se lleva en la conciencia y obedece a sus dictados. Indeleble, eterno, nos dice quiénes fuimos y revela lo que somos. Testimonio para presentir destinos y decidir qué haremos
lunes, 17 de diciembre de 2018
miércoles, 12 de diciembre de 2018
Un arma cargada de futuro
UN ARMA
CARGADA DE FUTURO
Todavía perseveran, en los socavones de la UNLPam, los ecos de la apertura de la muestra fotográfica “No fue una isla”. Auspiciada por esa casa de estudios. Fue, entre otras cosas, una manifestación de coherencia institucional habida cuenta que la universidad se ha constituido en querellante en el segundo juicio a los represores de la Subzona 1-4.
Un buen sitio, por su carácter propiciador de ideas y debates, para desafiar al dogma y sostener que una imagen puede ser generadora de mil palabras. Turgueniev respiraría aliviado.
La exposición, que permanecerá abierta el tiempo necesario para que toda la comunidad académica, o el ocasional público que asista al aula magna, ingrese o reinicie un contacto con estos inquietantes documentos de las audiencias. Sesiones en las que se juzga a los autores de las articulaciones más atroces que se puedan concebir en el plan genocida que, ciertamente, involucró a la academia de manera directa.
Dagna, Paula , Ceci, Milton y Adrián, los autores, perpetuaron en sus registros relámpagos intensos de las audiencias captando rostros, situaciones, gestos que repugnan, duelen o estremecen. Víctimas y victimarios habitando, tal cual el escueto recinto del Colegio de Abogados, el mismo espacio, frente a frente, en un extraordinario recorte de un momento histórico que preserva para el futuro una didáctica de la memoria.
Porque estas fotos, que parten de una matriz creativa, que se dilata más allá de la técnica o la apertura del diafragma, perforarán el prevenir abriendo paso a una refutación que la propia manifestación lleva por título.
Se trata de una contribución sustancial de arte propensa a aniquilar la neutralidad y el descompromiso. Porque cada detalle, ángulo, cada elección de color, revelan una opción ideológica que torna a estos fotógrafos en militantes de una de las causas más nobles a que pueda aspirar el ser humano: la verdad.
Búsquedas graficas de un año de sesiones que se dilatarán en el nuevo trimestre. A lo largo de este lapso, hemos sufragado – querellantes, empleados del TOF y la fiscalía, periodistas, componentes de los grupos de asistencia- una fraternidad que las exteriorizaciones de emoción y gozo volcadas a los artistas esta mañana, confirma y nos proyecta hacia la posteridad impregnados de esperanza.
Quienes hemos tenido la fortuna de convivir y trabajar junto a maestros de la imagen como el Gringo De Pian, Joaquín Rodríguez, Horacio Echaniz, Eduardo Pérez… percibimos en la presentación de la jornada que su legado se salvaguarda y enriquece con estas miradas tan comprometidas, tan jóvenes. Observaciones a través de las lentes que catequizan a las cámaras en una herramienta de combate. Una exteriorización (gracias GabielCelaya) cargada de futuro.
sábado, 1 de diciembre de 2018
Indispensable vecindad
Juan Carlos Pumilla - Raquel Barabaschi |
Anoche, en una ceremonia pletórica de emoción, junto
aRaquel Barabaschi, hemos sido objeto de
un reconocimiento en el Concejo Deliberante deSanta Rosa por nuestro quehacer
en el campo de los derechos humanos. . Fue una postulación de luchadores
sociales y representaciones del campo popular que centralizaron en nosotros un
abrazo institucional que pertenece a un inmenso colectivo que cada jornada suma
una cuota de lucha por la defensa de las libertades y la condición humana. En
el acto también fueron distinguidos vecinos y organizaciones que con su quehacer nos hacen la vida más llevadera y
bella. Recibimos nuestros diplomas sabedores del compromiso que encierra y gratificados
por la presencia de infinidad de rostros
amigos. Anoche, todos, hemos dado un
paso más consolidando una fraternidad inexpugnable con la que avanzamos
con mejores perspectivas hacia la conquista de un futuro distinto y mejor.
jueves, 8 de noviembre de 2018
Un miserere por la parda
Maria Remedios del Valle |
mujeres
....................................
Imprecisiones de la historia consagran la primera injusticia. Nació en 1766 o 1767 y murió, según el mismo rigor documental, a la edad de 78 a 81 años, entre el 28 de octubre y 8 de noviembre.
María Remedios del Valle Rosas, su nombre atraviesa las tinieblas de la memoria en estos días en que la crónica cotidiana relata incertidumbres locales y hemisféricas y aflora por doquier un pregón segregacionista en ascenso difícil de torcer.
Acaso conociera por vez primera a quienes residían en las antípodas de estas lucubraciones pichettas. Moreno, Belgrano o Castelli, (el primero recién llegado de Sucre) en las decisorias jornadas de resistencia a la segunda invasión inglesa en estas costas. Todavía no lo sabía, pero ya entonces era una de las mujeres fundantes de la patria.
Un lacónico parte de guerra la ubica en los Corrales de Miserere, junto al Batallón de Castas en que militaba su marido, resguardando los pertrechos, arcabuceando, aliviando heridas.
Más tarde, junto a su esposo y dos hijas se enlistó como enfermera en el Ejército del Norte. Huaquí, Ayohuma. Éxodo y derrotas fraguaron su temple que no pudo ser doblegado por nueve días de azotes con que el invasor la castigó por su rebeldía . Su piel fue América y la espalda el mapa de sus ríos indomables.
Fue en la pampa de Ayohuma donde se consolidó el mito. Ella y sus niñas, tres muchachas sorteando atascaderos, entre las trincheras, para salvar vidas, ofrecer consuelos, cavar las tumbas.
Niñas de Ayohuma abriendo surcos, penetrando laboriosamente en los manuales escolares, gestando postulaciones para futuras emancipaciones color verde.
Nadie sabe cómo pudo retornar a Buenos Aires, mientras la estela de su leyenda flameaba testaruda en las estribaciones de Potosí, en las riberas escarlatas del Desaguadero.
Llegó sola con sus desgarros, acarreando tres laceraciones espirituales en su corazón, compelida a desandar el nuevo siglo guerreando contra la indigencia y el olvido. ¡ Pobre parda!, tan triste, tan desguarnecida, acosada por ese designio ominoso heredado de Vilcapugio.
Viamonte la reconoció, lustros más tarde, conviviendo con la soledad en las inmediaciones de la Plaza de la Victoria.
Mendiga de las calles. Recolectora de las sobras en las trastiendas de la Recova, fue convertida en Madre de la Patria por un edicto remiso, una mitigación desvaída por el tiempo, que a duras penas pugna contra las impiedades de la desmemoria.
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Imprecisiones de la historia consagran la primera injusticia. Nació en 1766 o 1767 y murió, según el mismo rigor documental, a la edad de 78 a 81 años, entre el 28 de octubre y 8 de noviembre.
María Remedios del Valle Rosas, su nombre atraviesa las tinieblas de la memoria en estos días en que la crónica cotidiana relata incertidumbres locales y hemisféricas y aflora por doquier un pregón segregacionista en ascenso difícil de torcer.
Acaso conociera por vez primera a quienes residían en las antípodas de estas lucubraciones pichettas. Moreno, Belgrano o Castelli, (el primero recién llegado de Sucre) en las decisorias jornadas de resistencia a la segunda invasión inglesa en estas costas. Todavía no lo sabía, pero ya entonces era una de las mujeres fundantes de la patria.
Un lacónico parte de guerra la ubica en los Corrales de Miserere, junto al Batallón de Castas en que militaba su marido, resguardando los pertrechos, arcabuceando, aliviando heridas.
Más tarde, junto a su esposo y dos hijas se enlistó como enfermera en el Ejército del Norte. Huaquí, Ayohuma. Éxodo y derrotas fraguaron su temple que no pudo ser doblegado por nueve días de azotes con que el invasor la castigó por su rebeldía . Su piel fue América y la espalda el mapa de sus ríos indomables.
Fue en la pampa de Ayohuma donde se consolidó el mito. Ella y sus niñas, tres muchachas sorteando atascaderos, entre las trincheras, para salvar vidas, ofrecer consuelos, cavar las tumbas.
Niñas de Ayohuma abriendo surcos, penetrando laboriosamente en los manuales escolares, gestando postulaciones para futuras emancipaciones color verde.
Nadie sabe cómo pudo retornar a Buenos Aires, mientras la estela de su leyenda flameaba testaruda en las estribaciones de Potosí, en las riberas escarlatas del Desaguadero.
Llegó sola con sus desgarros, acarreando tres laceraciones espirituales en su corazón, compelida a desandar el nuevo siglo guerreando contra la indigencia y el olvido. ¡ Pobre parda!, tan triste, tan desguarnecida, acosada por ese designio ominoso heredado de Vilcapugio.
Viamonte la reconoció, lustros más tarde, conviviendo con la soledad en las inmediaciones de la Plaza de la Victoria.
Mendiga de las calles. Recolectora de las sobras en las trastiendas de la Recova, fue convertida en Madre de la Patria por un edicto remiso, una mitigación desvaída por el tiempo, que a duras penas pugna contra las impiedades de la desmemoria.
Valga, en estas efemérides inciertas, menguadas por el Reino de la Vorágine, para la enfermera parda del bueno de Belgrano, señora capitana de mil batallas, esta elegía.
MARÍA DE AYOHUMA
María de los Remedios
quién lo diría
tu sombra crece en los llanos
de la porfía
quién lo diría
tu sombra crece en los llanos
de la porfía
Cuando la historia cante
sobre tu vida
no quedarán cantores
que no la digan.
sobre tu vida
no quedarán cantores
que no la digan.
María Remedios, parda
con tus dos niñas
Venciste en Tucumán
pampas de ira.
con tus dos niñas
Venciste en Tucumán
pampas de ira.
María de Valle Rosas
en Ayohuma
arde la patria mestiza
pura bravura.
en Ayohuma
arde la patria mestiza
pura bravura.
Cuando la historia cuente
de las batallas
tendrá que sumar también
tus cicatrices
de las batallas
tendrá que sumar también
tus cicatrices
La Niña de Ayohuma
tan silenciada
Le sobran los honores
en las ranchadas.
tan silenciada
Le sobran los honores
en las ranchadas.
Nueve días de azotes
por tu bravura
¿podrá el olvido acallar
La desmesura?
por tu bravura
¿podrá el olvido acallar
La desmesura?
Muchacha del Valle, triste
fue tu destino
leudan por ti estas coplas
de contraolvido.
fue tu destino
leudan por ti estas coplas
de contraolvido.
jueves, 1 de noviembre de 2018
Elogio del escrache
Luis Baraldini- registro Cecilia Fotos |
En el corazón del perenne movimiento independentista catalán comenzó a latir, sin precisiones de tiempo y lugar, un nuevo vocablo para expresar la indignación popular. La voz “scratch” floreció un buen día y se quedó a vivir hasta ahora. Alguna vez, cuando el viejo Merlí recale por estos pagos, le preguntaremos si es cierto que su origen viene, precisamente de ese solar de impiedades que por allí, cada tanto, acostumbran llamar “las colonias”.
En el Perú, “le dicen El Roche” y En Chile “Funa”, viene dena voz mapuche que alude a algo que se pudre.
Aquí la Agrupación Hijos la tomó prestada del lunfardo e inauguró sus acciones de denuncia sobre el paradero de los apropiadores convocando a localizar a los autores de la última villanía cívico militar.
En la madrugada del lunes su mención cobró vigor porque un atento y enérgico grupo de militantes de derechos humanos decidió no dejar pasar por alto las prebendas de que goza Luis Enrique Baraldini a contrapelo de su prisión domiciliaria consagrando una inequidad de graves connotaciones.
Esta acción motivó que el hombre, acaso el más conspicuo del plan represivo en La Pampa, luego de Iriart, por supuesto, estableciera una denuncia por agravios y perjuicios. Se añade la violencia, pero a nadie se le escapa que una vociferación es microscópica confrontada a una picana en el estómago o en la vagina o la rebelión carapintada.
Por el contrario, tiene sus connotaciones benéficas. Es una voz de alerta, una acción de salud pública que previene y repara.
Ignoró, el letrado que constituyó la acusación ¡en el fuero federal!, que el escrache es una actividad lícita mientras persevere una hilacha del Estado de Derecho. Porque alude a una manifestación popular de repudio e indignación en que sus propiciadores sólo persiguen el objetivo que la raíz del vocablo indica: sacar a la luz algo que se pretende ocultar, amplificar una denuncia no centralmente contra del sujeto que es objeto de la acción sino para alertar a sus vecinos de los peligros, significación, proyecciones que esa presencia corporiza.
Por otra parte, funciona de ida y vuelta. Lo saben muy bien los que han padecido las furias de la condena social.
Los griegos, que acaso fueron los primeros en acuñar un término que englobara el sentido íntimo, la enorme gravitación de su significación, la llamaron “Alétheia” y forzamos su inserción en este texto sólo por el placer de escribirla y por su sonoridad al escucharla.
La Pampa y Santa Rosa tienen un sazonado historial de escraches en los tiempos presentes. Todavía reverberan los ecos del botellazo por el Atuel frente a la Casa de Mendoza en Buenos Aires. Los dos últimos que recordamos se registraron en el curso de las masivas marchas contra el acuerdo del gobierno con el FMI y tuvieron, ante la ausencia de responsables visibles, las sedes de la UCR y Cambiemos.
La acción del escrache se agota en sí misma, no tiene ulterioridades aunque algunos, aviesamente pretenden concluir que su grado de convicción, volumen o firmeza reviste una connotación violenta.
Una estadística casera de los escraches en La Pampa concluye que sus consecuencias no son distintas en intensidad a las exteriorizaciones de bronca disgusto de un choque en la esquina o la reacción de la doce ante un arbitraje tarambana.
Hubo quienes, en el paroxismo de la interpretación, quisieron ver como feroz la estampada de huevos acontecida en ocasión de la visita del presidente a Santa Rosa. Soslayan, los del dedo admonitorio fácil, que un huevo estrellado contra el vehículo acorazado sólo podía herir orgullos y sus derivaciones son mucho menos perniciosas que un globo con agua lazado en las carnestolendas.
A fuer de sinceros debemos subrayar que sí hubo un escrache que culminó en bravata. Fue en el curso de aquella misma visita del presidente, en el acto organizado por los impulsores del PRO. Un representante de los pueblos originarios quiso iluminar la situación de ignominia que padece su comunidad y fue molido a golpes.
Celebramos los escraches como el corolario de una articulación ética del cuerpo social. Un gesto de dignidad colectiva, que enfrente al oscurantismo y sus exégetas. Necesario flujo de energía vecinal promoviendo claridad sobre circunstancias e individuos que lesionan y comprometen la aspiración de fundar una sociedad tan justa como nos merecemos.
Registro de Cecilia Fotos
Aquí la Agrupación Hijos la tomó prestada del lunfardo e inauguró sus acciones de denuncia sobre el paradero de los apropiadores convocando a localizar a los autores de la última villanía cívico militar.
En la madrugada del lunes su mención cobró vigor porque un atento y enérgico grupo de militantes de derechos humanos decidió no dejar pasar por alto las prebendas de que goza Luis Enrique Baraldini a contrapelo de su prisión domiciliaria consagrando una inequidad de graves connotaciones.
Esta acción motivó que el hombre, acaso el más conspicuo del plan represivo en La Pampa, luego de Iriart, por supuesto, estableciera una denuncia por agravios y perjuicios. Se añade la violencia, pero a nadie se le escapa que una vociferación es microscópica confrontada a una picana en el estómago o en la vagina o la rebelión carapintada.
Por el contrario, tiene sus connotaciones benéficas. Es una voz de alerta, una acción de salud pública que previene y repara.
Ignoró, el letrado que constituyó la acusación ¡en el fuero federal!, que el escrache es una actividad lícita mientras persevere una hilacha del Estado de Derecho. Porque alude a una manifestación popular de repudio e indignación en que sus propiciadores sólo persiguen el objetivo que la raíz del vocablo indica: sacar a la luz algo que se pretende ocultar, amplificar una denuncia no centralmente contra del sujeto que es objeto de la acción sino para alertar a sus vecinos de los peligros, significación, proyecciones que esa presencia corporiza.
Por otra parte, funciona de ida y vuelta. Lo saben muy bien los que han padecido las furias de la condena social.
Los griegos, que acaso fueron los primeros en acuñar un término que englobara el sentido íntimo, la enorme gravitación de su significación, la llamaron “Alétheia” y forzamos su inserción en este texto sólo por el placer de escribirla y por su sonoridad al escucharla.
La Pampa y Santa Rosa tienen un sazonado historial de escraches en los tiempos presentes. Todavía reverberan los ecos del botellazo por el Atuel frente a la Casa de Mendoza en Buenos Aires. Los dos últimos que recordamos se registraron en el curso de las masivas marchas contra el acuerdo del gobierno con el FMI y tuvieron, ante la ausencia de responsables visibles, las sedes de la UCR y Cambiemos.
La acción del escrache se agota en sí misma, no tiene ulterioridades aunque algunos, aviesamente pretenden concluir que su grado de convicción, volumen o firmeza reviste una connotación violenta.
Una estadística casera de los escraches en La Pampa concluye que sus consecuencias no son distintas en intensidad a las exteriorizaciones de bronca disgusto de un choque en la esquina o la reacción de la doce ante un arbitraje tarambana.
Hubo quienes, en el paroxismo de la interpretación, quisieron ver como feroz la estampada de huevos acontecida en ocasión de la visita del presidente a Santa Rosa. Soslayan, los del dedo admonitorio fácil, que un huevo estrellado contra el vehículo acorazado sólo podía herir orgullos y sus derivaciones son mucho menos perniciosas que un globo con agua lazado en las carnestolendas.
A fuer de sinceros debemos subrayar que sí hubo un escrache que culminó en bravata. Fue en el curso de aquella misma visita del presidente, en el acto organizado por los impulsores del PRO. Un representante de los pueblos originarios quiso iluminar la situación de ignominia que padece su comunidad y fue molido a golpes.
Celebramos los escraches como el corolario de una articulación ética del cuerpo social. Un gesto de dignidad colectiva, que enfrente al oscurantismo y sus exégetas. Necesario flujo de energía vecinal promoviendo claridad sobre circunstancias e individuos que lesionan y comprometen la aspiración de fundar una sociedad tan justa como nos merecemos.
Registro de Cecilia Fotos
viernes, 12 de octubre de 2018
Lalo
Juan Carlos Pumilla - AldoTartaglia |
Hace exactamente un año, cruzados por los rigores de la reserva, en una ceremonia solitaria, plebeya, pletórica de alegría, celebramos la recuperación de Victoria La nieta de María Tartaglia, hija de "Anteojito", que ayer mismo, sus ojos velados por el llanto, despidió los restos de su tío refugiada en el brazo de Graciela y Lucía.
A su lado, Enrique, Popy,Vicky, Euge, María Lis e infinidad de familiares, amigos y militantes que lo extrañarán en los foros, las marchas, las tomas, en las plazas. Allí donde una injusticia siente sus reales.
Ha muerto un luchador, un muchacho de barrio, buen amigo y compinche. Cuando María nos dejó se puso al hombro la causa familiar (acaso esté mejor decir la causa de los pampeanos), hasta coronar este reembolso de identidad que trasciende a la persona y torna dignas todas las luchas por la memoria.
Podríamos sostener , adheridos a la sentencia de Lu Sin, que Aldo Lalo Tartaglia no ha muerto. Pero para que el concepto se encarne en el corazón deberá envejecer el tiempo, extremar el porvenir, porque ahora, en este preciso momento, el dolor supera cualquier consideración de la conciencia.
A su lado, Enrique, Popy,Vicky, Euge, María Lis e infinidad de familiares, amigos y militantes que lo extrañarán en los foros, las marchas, las tomas, en las plazas. Allí donde una injusticia siente sus reales.
Ha muerto un luchador, un muchacho de barrio, buen amigo y compinche. Cuando María nos dejó se puso al hombro la causa familiar (acaso esté mejor decir la causa de los pampeanos), hasta coronar este reembolso de identidad que trasciende a la persona y torna dignas todas las luchas por la memoria.
Podríamos sostener , adheridos a la sentencia de Lu Sin, que Aldo Lalo Tartaglia no ha muerto. Pero para que el concepto se encarne en el corazón deberá envejecer el tiempo, extremar el porvenir, porque ahora, en este preciso momento, el dolor supera cualquier consideración de la conciencia.
viernes, 14 de septiembre de 2018
Raquel Barabaschi
Días de juicio
…………………………………
RAQUEL BARABASCHI
La vi llegar con su pañuelo verde
y aquel cartel arropado entre sus brazos.
Se fue veloz a colgarlo
con un lazo
por si acaso la memoria se nos pierde.
Hubo un café, que su hermana trajo,
luego el cerrojo de una celda oscura,
en las alturas renacían los lamentos
de un tiempo en que la muerte fue a destajo.
Allí se
hundió por un pasillo largo
donde la noche revive en su acechanza
una lombriz de sal, ese recuerdo amargo.
más tarde fue la luz, la calle y un abrazo.
………….
La vi partir y en sus pupilas
color jade
aletearon mil pañuelos, como
pájaros,
ebrios de sol pidiendo que se quede
para abrigar aquel cartel en su regazo
…………..
En unos días más esa mirada clara
medirá la distancia entre dos plantas.
Ondeará la
demanda en ese espacio
desde el cual la memoria nos hermana.
(agosto 2018, tras la inspección ocular a la
seccional Primera)
sábado, 8 de septiembre de 2018
Pibes de la noche
Cubren con el hueco de sus manos
su quinta inmolación de la jornada,
brasitas de ocasión, humo y sudor
los pibes de la calle, tan callada.
Uno avecina ramitas al fogón
y otro arroja una botella desahogada.
La penumbra arropa una ilusión,
hada fugaz, ciega de luz, disparatada.
A medida en que la noche se embaraza
y un Dios hereje esquiva una proclama,
los pibes en la niebla avivan ascuas
por si acaso el calor resucitara.
En las orillas el trono está en la esquina,
y el barrio es un reino de entrecasa.
Suburbios de este Sur que se dilata
y culmina en la ciudad como una trampa.
Una luciérnaga alumbra retiradas
se van, cabezas gachas, embozados,
brillos furtivos, no alcanzan a ocultar,
esa angustia que se crispa en sus miradas.
………………………………………
(Están allí mis hijos, mis hermanos
mis nietos de un futuro, desahuciado
escribo mis pancartas, las levanto
y me subo a sus sombras, hasta abrazarlos.
……………………………………………
JCP
Agosto 2018
miércoles, 29 de agosto de 2018
Ciro
viernes, 17 de agosto de 2018
La noche de la memoria
Quién sigue tus pasos, general. Te escoltan tus guerreros, espectro que vagan por las noches en busca de la luz. Allí están tus glorias, general, trocadas en el bronce al que el viento de agosto va cubriendo de herrumbre. ¿Te escoltan los recuerdos, general, pero no son los recuerdos los que quedaron sobre el mar para albricias de los nietos?. ¿Y tus cuitas, tus lunas, los misterios, tus dolores, soledades y miserias? Todos están allí, integrando el cortejo. Pero…¿quién sigue tus pasos, general?.. La respuesta está en la lava y en el trueno, en el fulgor azul que eleva una torcaza, en el fragor de mayo y en el reloj del pueblo que avanza, lentamente, paso a paso.
viernes, 10 de agosto de 2018
Pañuelos en la calle
foto: Dagna Faidutti |
Porque América, --tierra del futuro--,
igual que la mujer, vence de echada.
(Jaime Dávalos)
Putas, mitómanas, asesinas, golpeadas, arrastradas, humilladas... Uno pretende disponer qué hacer o decir de ellas. Cualquier cosa, lo que nos venga a mano. A las manos. Empero crece la sospecha de que, en cada articulación cimentamos nuestra propia capitulación. Porque ellas, desde los umbrales mismos de la historia, siempre nos llevan la ventaja: cavilan en claves insondables, acarrean el misterio de la existencia en las entrañas y –ya está probado - van a hacer con sus cuerpos lo que se les cante…
Si vuelven a nacer
serán como los pájaros
Ya lo sostuvo el trovador, en la bruma fugaz de la utopía, en ese atardecer del país que fue.
Retoñaron los versos en miles de endechas nostalgiosas. Temples como puños empinados en otras voces, en otros tiempos, otras brasas avivando la luz de los fogones.
Ahora verificamos, tras los desvelos de una noche inenarrable, que aun en la frustración, ellas, las putas de la historia, han doblegado la estolidez y la ignorancia.
Volcán de lava verde, pañuelo en ristre, derramaron por las calles sus certezas, concebidas de gracia y alegría.
Coral de las mochilas
son sus corazas
Dávalos retorna con sus coplas y ellas están allí para esperarlo. Noctámbulas, luciérnagas. A cielo abierto, brazo alzado, puño en alto, desafiando ofuscaciones y lloviznas. Acaso , como si nada.
Porque esas muchachas, al igual que las Madres, como el Cid Campeador en su última batalla, renacen en las plazas. Asoman en cada esquina de este Sur que las ampara. y se levantan, cuando todos las piensan derrotadas.
martes, 7 de agosto de 2018
sábado, 28 de julio de 2018
Mujer que dice no
Salvadora Medina Onrubia |
MUJER QUE
DICE NO
(a Raquel)
Salvadora
dice no, al general de la furia… además, insiste en su desprecio. No hay
redención posible para los que doblegan
sus almas cimentando placebos de libertad retaceada.
Mitigaciones de la conciencia. Menos mal, Salvadora. Comparece,
melena bermeja y corazón fogata, a
negarle su claudicación al general de la rabia. Alzando un poema,
esgrimiendo un puño, abriendo una
caricia con letra de matriz amanecida La
imagino, salvaguardada de las ofuscaciones de una moral beata, navegando en la
marea de los pañuelos verdes. Fuera de su tiempo. Venciendo sin
olvidos al general del odio.
Atravesando todo, quién sabe cuánto,
¿acaso más de un siglo? Para no sucumbir, solo mujer,
consintiendo rigores de ancestral
latido. El siglo forastero la consagra trajinando, plebeya entre bastones y chisteras,
hasta alcanzar a Simón para decirle ¡vamos! a un porvenir
incierto. Simón de los abrazos, Simón de los océanos, aquel de la Protesta. Muchacho Radowitzky, vengador
de memorias. Las nuestras, las
de siempre. Brisas a cielo
abierto. Y ella, luchadora, emergiendo de la bruma de un manto de desvelos.
Vendrá reaparecida, su cabellera al viento a sumar una honra al mural de
Siqueiros o alzar una proclama que cala bien
adentro. Letras que se tornan gritos para descargar tormentas al sujeto de los entorchados.
Al general crepúsculo del golpe inaugural cuya victoria celebra el reino
del silencio. Laurel de las amnesias. De
la cobarde apatía asociada a razones de envilecido
precio. Menos mal esta mujer a la que canto.
Ahí está, constructora, la niña de
la tribuna en llamas, la sospecho brazo en alto encumbrando un edificio, un trabajoso andamiaje de sudor
y combate desde cuyos tablados se alza la negativa. Esa admonición tan rotunda
como categórica. Aquella desaprobación redentora de techumbre y abrigo
en donde nos refugiamos
-¿de qué,
de quiénes?
-de los
generales invierno, generales noche, generales
tinieblas.
………
(de la
serie “Mujeres”)
En memoria
de Salvadora Medina Onrubia, poeta, anarquista, feminista, periodista que a los
15 años asumió la lucha por la libertad de Simón Radowitzky. Fue encarcelada y refutó un pedido de indulto
,promovido por intelectuales de la talla de Roberto Arlt o
Jorge Luis Borges, con una carta pública dirigida a Uriburu en la que le
expresa: “General Uriburu, guárdese sus magnanimidades junto a sus iras y
sienta como, desde este rincón de miseria, le cruzo la cara con todo mi
desprecio”
sábado, 9 de junio de 2018
Los hijos
LOS HIJOS
A
Nahuel, Lihué y Rayén
Suelen
jugar a la pelota por las tardes
arrebatándole
a la siesta sus silencios;
otros
andan por ahí, de guitarreada,
devolviéndole
a la noche nuevos sueños.
Es
en vano presentarlos
ignorarlos
constituye un despropósito.
Se
anuncian solos
su
presencia no pasa inadvertida
vienen
a sostener que no todo está perdido
y
lo dicen sin tapujos ni sonrojos.
Son
jóvenes, como alguna vez lo fuimos,
pero
a la vez distintos:
ellos
han sobrevivido a las afrentas,
bebieron
en la mesa de fantasmas
el
amargo licor de nuestros miedos;
y
ahora están aquí, tozudamente,
ensayando
un singular corte de mangas
a
la historia oficial y adulterada.
Son
protestotes
cuestionan
todo
beben
los vientos
pintan
consignas
andan
en grupo
nunca
más solos.
Están
en plazas
en
los potreros
en
las escuelas
con
los obreros.
Y
uno que parece estar de vuelta
arrastrando
la vida en las espaldas
comienza
a comprender un poco tarde
que
resulta requisito indispensable
volver
a las antiguas rebeldías
encaramarse
a la cima del coraje
e
inaugurar un ministerio de ternura
sin
pausa, porfiados, sin alardes.
Quizás
será posible entonces
tras
una noche de luchas y recuerdos
sentir
el leve roce en la ventana
de
una flor estallando en madrugada
anunciando
que han llegado nuevos sueños
de
la mano de esos cantos y guitarras.
Marzo 88
sábado, 26 de mayo de 2018
Himno
Estábamos, los tres aquel otoño, insuflados de bronca y coraje, en la primera marcha del silencio en mayo de 1969 para denunciar los crímenes de Bello y Cabral. Despojados de otras herramientas, el grito sagrado ofició de representación y salvaguarda.
Volvimos a cantar ,los tres entre muchos más. en los fragores del Cordobazo, por la caída de Allende, en Salineros, bogando por la nacionalización de la UNLPam y cada vez que la patria estuvo comprometida , que es como decir que hemos estado invocando vivir coronados de gloria cincuenta años ininterrumpidos de nuestras vidas.
Ayer volvimos a hacerlo. Los tres en una multitud, codo a codo, como aquellos admirados jacobinos de mayo. Cantamos más fuerte que nunca, al borde de nuestras posibilidades. Tercamente, estentóreos, como ese gallo de Rostand, que piensa que al hacerlo provoca la salida del sol.
Tornamos a la misma plaza desbordados de nostalgia y a la vez de esperanzas, celebrando cofradías y rencuentros. Ignoramos el porvenir de esa armonía común., Acaso , al cantar ,salga el sol. No lo sabemos. De lo que sí estamos seguros es que no nos vencerá la noche.
Volvimos a cantar ,los tres entre muchos más. en los fragores del Cordobazo, por la caída de Allende, en Salineros, bogando por la nacionalización de la UNLPam y cada vez que la patria estuvo comprometida , que es como decir que hemos estado invocando vivir coronados de gloria cincuenta años ininterrumpidos de nuestras vidas.
Ayer volvimos a hacerlo. Los tres en una multitud, codo a codo, como aquellos admirados jacobinos de mayo. Cantamos más fuerte que nunca, al borde de nuestras posibilidades. Tercamente, estentóreos, como ese gallo de Rostand, que piensa que al hacerlo provoca la salida del sol.
Tornamos a la misma plaza desbordados de nostalgia y a la vez de esperanzas, celebrando cofradías y rencuentros. Ignoramos el porvenir de esa armonía común., Acaso , al cantar ,salga el sol. No lo sabemos. De lo que sí estamos seguros es que no nos vencerá la noche.
fotos: Pablo De Pian y Dagna Faidutti
miércoles, 23 de mayo de 2018
El juramento
Están ahí, los conjurados, codo a
codo. Menos Saavedra, claro, porque con él la cosa es a los codazos. El rostro
crispado de Moreno acentuando las cuchilladas de la viruela. El bueno de Belgrano que lo seguirá
siendo pese al dictamen de los
insurrectos de las trenzas. Están, ellos. Se escrutan tornando ociosas las
palabras. No hacen falta: son innecesarias las verbalizaciones en esta hora en que el
futuro se pellizca con la punta de los dedos. Castelli, que nunca sabrá de las exaltaciones de
Huánuco, se vuelve hacia ambos y sus
ojos inauguran una melga en la siembra de
la a historia. Paso reembolsa la mirada y descansa su palma en el hombro del Sabiecito
del Sur, esa calificación que acaso, por vez primera, otorgue al hemisferio
austral una concepción ideológica. Sabiecito, del sur, el cariñoso apelativo
acuñado por French al camarada que es
Norte y cobijo. Domingo French, el
cartero de la revolución, cuyas
pulsiones libertarias no dejaron resquicios para vacilaciones en un amanecer brumoso de Cabeza de Tigre. Ahí están,
jacobinos de mayo, inmisericordes, ensimismados en su destino, a un instante de plasmar dos palabras que labrarán una leyenda. Codo a codo, fraguados en sus convicciones,
ignorantes de que en esas dos palabras que se hundirán en el corazón de la América,
están fundando un ideario y un legado.
Un manifiesto del Sur que acaso
el porvenir mancille porque su preservación depende de que haya nuevos hombres
para sustentarlo. Futuros e ineludibles moceríos ácratas de la talla de estos
muchachos del otoño porteño que no dan ni demandan tregua alguna. Vislumbres de
guerreros que creen, defienden y
publican que “si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que se le
debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas”. Ellos, que en un relámpago de tiempo, con una enjundia
exenta de jactancias, confirmarán, en un contrato inexpugnable, que es posible
la utopía.
( mayo de 2018)
viernes, 27 de abril de 2018
Un café en los tiempos de Macri
(RafaelGuardia.-Foto Dagna _Faidutti) |
días de juicio
.........................
os cuatro dejan enfriar un cortado en la esquina de San Martín y Urquiza atrapados por una trivialidad que se hundirá en el olvido antes del mediodía. Pasa una muchacha y deviene un comentario procaz que en el Manual del Macho se considera inevitable. A uno de ellos lo conozco. Me saluda sin efusión, en honor a una adolescencia que ha quedado sepultada en los setenta. Los otros tres, presiento, lo contemplan con curiosidad no exenta de suspicacias y sorpresa. El diálogo avanza rumbo a otros tópicos previsibles mientras la mañana de viernes se desangra a la espera de algún atisbo de luz desde el Este que apacigüe un fin de semana pegajoso. Veníamos de la última sesión de abril del juicio de la Subzona 1.4 con la ilusión de consagrar un exorcismo pagano que nos libere de tanta iniquidad impune. Uno de ellos inaugura otra postilla que tampoco hará historia pero la verbalización queda ahogada por el creciente rumor callejero que se dilata a lo largo de la avenida San Martín. Redoblantes y carteles con el reclamo del día. El orador, frustrado por el fragor de la marcha, alza la voz para hacer conocer a los demás parroquianos, acaso a nosotros, su odio visceral hacia a esos vagos que nunca laburaron y sólo piensan en protestas. Al frente de la manifestación va un hombre de mediana edad, prematuramente envejecido. Hace un mes, con la misma campera marrón de ahora, nos estremeció con su relato de ese territorio del horror que labró la dictadura en La Pampa. El hombre de la pancarta, depositario del desprecio del sujeto que deja languidecer su cortado, lleva en la espalda y sus manos las marcas del expolio en las hachadas de Rancul, en sus ojos, el desgarro de sus hijos. En la memoria, años de cárcel y torturas. Cuando la figura del último marchante se adelgaza avenida arriba el que vocifera sofoca una nueva ofuscación porque en el filo del ventanal acaba de perfilarse la figura de otra muchacha.
martes, 24 de abril de 2018
La Negra
Canta y se enciende la mañana.
Profunda
y grave, su voz penetra y se dilata en los confines para confirmar que existen
las jornadas.
Canta,
que es su manera de decir “aquí estoy y aquí me quedo”.
Y
es así nomás: construye su hogar en cada
corazón y desde allí procura la cofradía, descubre la emoción, despliega la
raíz para confirmar procedencias y preservar juglarías.
Lo
hizo ayer e insistirá mañana. Porque el
canto es más que vocación. Acaso es un destino, una imposición de la
naturaleza, una manera de hacer y de pensar que se confirma en cada verso, en
cada prosa, en cada .pentagrama.
De
ahí el amor que le profesan las guitarras.
Canta,
Hilda Alvarado canta.
Si alguna vez volara, sería
una calandria
domingo, 22 de abril de 2018
Una vuelta del perro
Una vuelta del perro
Promovidos por un conglomerado
de expectaciones los visitantes acuden a la muestra. Lo hacen
individualmente o en grupo y a medida que se internan en las calles taciturnas, prácticamente
despojadas, suman voces a un concierto que gratifica y estimula añoranzas
y fraternidades.
Concediendo a la propuesta,
o a la intuición, los vecinos ordenan un itinerario cronológico o geográfico,
según los gustos. De esta manera, serenamente, ingresan a la maravilla del
recuerdo. La aldea se abre ante los ojos y se puebla de sonidos. Risas, manifestaciones de asombro, sugerencias
y complementos que enriquecerán la crónica socorriendo al cronista de sus impericias y olvidos.
Suman, apenas,
cuatrocientos metros alrededor de la plaza de las tres denominaciones, poco o
mucho según la perspectiva. Paulatinamente los pasos se entrelazan, retornan o
avanzan sometidos a los desafueros del las emociones. La algarabía se filtra por doquier expandiendo
la cuadrícula.
Ajeno a todo, en el interior del edificio comunal, el comisionado consulta el
reloj y lo sepulta en el bolsillo
del chaleco. Repasa con agobio el
parlamento que habrá de desplegar en los fastos del cincuentenario. Debe ser sobrio
y convincente, porque allí estarán Duval, Champalbert, Garmendia y Corona para contarle las costillas.
Luego sale a la calle adoptando el
mismo rumbo que algunos años antes transitara
Tomás Mason enfrentando el boulevard sin nombre. Verifica, con alivio, que los aires marciales de la época ya han reparado
esa anomalía.
Los concurrentes desechan estas cavilaciones privilegiando las propias.
Ponen énfasis en subrayar que la garita
de la esquina del Banco de la
Nación era móvil y que
esa fachada que perpetúa la fotografía jamás podrá ser superada por edificio
alguno. El cronista toma nota de la sentencia
sospechando una eventual lista de adhesiones.
Las miradas se desplazan
sin premura, quebrantando rigores y mandatos establecidos porque todos los que
asisten están conscientes de que el tiempo
se relativiza cuando interviene la arbitrariedad del pensamiento.
La esquina se dilata hacia
el norte y alguien impone silencio porque en el edificio de La Cosechera han tronado dos disparos y uno de ellos se ha cobrado la vida del jefe comunal. Sergio López, pobrecito, muerto por obstinado,
acaso por socialista.
Una cadencia triste quiebra, implacable, sosiegos del
porvenir.
Un poblador perspicaz cree percibir la silueta de ese pibe, Daniel Elías. Sus pasos sin retorno superan la
iglesia catedral y lo transportan a un lugar sin tiempo. La melodía es,
definitivamente, un miserere acongojado
y fugaz ejecutado desde el atrio de la casa parroquial por la quimérica orquesta de cámara del maestro Enrique Mariani.
En el interior de la nave
el Cristo de Swinnen derrama una lágrima de metal.
Daniel se vuelve “El Turco”,
renuncia a los potreros y se anticipa hacia una nueva encrucijada. No advierte, al
sobrepasar el café de 9 de Julio que el águila de las alturas le
ha dado la espalda.
Pasan las décadas, vienen y van, estrepitosas, como cañonazos.
Vuelan los tordos y tal vez no regresen.
Pedro Médici se deja convencer por ofertas ineludibles en la
tienda de la otra esquina, abandona por
un momento sus hierbas y redomas y parte raudo a adquirir un bombín en Los Sorianos. Por la misma vereda
se acerca Gómez Palmés. No se saludan.
Al rebasar el punto
que congrega a las confiterías el
delegado del Poder Central descubre con desagrado, quizás consternación, que
por allí se aproxima el director de La Autonomía. El primero lo contempla con odio; Marcos Molas,
con desprecio.
Juan Humberto Palasciano,
recostado en el umbral de su farmacia, contempla la escena y vaticina un
porvenir funesto para esos dos. No se permite otras lucubraciones porque debe responder
con galantería el saludo de dos damas.
Enriqueta Schmidt, etérea, conduce
del brazo a Hilda París y susurra indicaciones
al oído que Hilda, escrupulosamente, va volcando en una libreta de tapas de
hule.
Ambas atraviesan la plaza, evocan
la pirámide y musitan un reconocimiento
a Joseph Duboieu. Avanzan, renuevan respetos al guerrero del corcel y se inmovilizan estremecidas ante las
fracturas del chico de la fuente, alguna de las cuales Pablo
De Pian cubrió con un manto piadoso.
Enriqueta formula otra observación en voz baja, acaso un inventario de
ausencias, pulsiones del agravio, lamentaciones. Porque sus reminiscencias no
armonizan con las actuales contemplaciones. A medida que avanza y desanda las décadas
verifica que han volado las águilas, no están las pégolas Ni siquiera el cartel de emulsión Scott pregonando
albricias desde el edificio de enfrente.
Repasa: tampoco el Cristo, las acacias, las glicinas o el surtidor de
agua con que muchos de los visitantes, entre ellos el cronista, saciaron su
sed.
Inventarios de ausencias, desgarros de la memoria.
En un alarde de resistencia
permanecen el ombú, el retoño del pino histórico y la pesada placa que homologa
el nombre del paseo.
Más allá, establecido junto al pequeño tablado,
el invariable chasirete cambia lámparas
de magnesio mientras presta atención a un atildado transeúnte peinado a la gomina y
portafolios marrón. Un tal Juan
Carlos Bustriazo Ortiz, que sostiene que su cámara
es muy parecida a la de Eliseo Tello. Desde el portal de su casa de
fotografía Juan Maqueira asiente y saluda
con el brazo en alto.
La plaza reniega de farolas y baldosas. Terete Domínguez inventa
una noticia y vocea un exorcismo plebeyo
para evitar otras mudanzas. En la esquina
del Hotel Pampa Cholito Álvarez articula lisonjas que sonrojan y gratifican a las jóvenes que marchan rumbo a la escuela número dos. Pedro Gamberini
- ¿o tal vez Bodratto?- retribuye con un guiño cómplice a través del
ventanal.
Atardece. Pedro Imaz lustra sus polainas con el revés de
su pantalón mientras desliza un comentario mordaz a un interlocutor ignoto. Sus pupilas titilan
ante la joven que corre pudorosa a refugiarse en la finca lindera. Es
casi una niña y a su paso despliega fragancias
inefables. Se apresura procurando poner
distancia a las exteriorizaciones jubilosas que prosperan en las adyacencias del BASE Club.
-Es la hija de los Iribas.
¿Quién?
la muchacha Iribas
che, la Novia
de los Forasteros
Uno de los visitantes
repara en el cronista y añade una apostilla adicional que alimentará la leyenda.
Fatalmente la vuelta llega
a su fin. Los comentarios de los que se retiran
se superponen a las expresiones de los
recién llegados. La sala es una fiesta, una avanzada contra el silencio y el olvido. Afuera, los
altavoces de la esquina de Mitre y San Martín Oeste expanden las entonaciones de Alfredo Dalmiro Otálora, “Piquito de Oro”, anunciando la inauguración
del colegio Nacional, créditos de fomento
del BHN y el estreno de Casablanca, una película que hará historia.
Retornando al punto de
partida un nuevo edificio comunal se
impone sobre el anterior. Su fachada
resplandece. Adolfo Corona
Martínez, que en la celebración de la
ciudad descubrirá una
placa en la flamante usina, madura una oración,
pletórica de enaltecimientos, para el vecindario
artífice de tanta iluminación.
Los aplausos reverberan en
el nuevo siglo. En el aire, la sirena del molino desangra otra jornada.
JCP
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