Juan Carlos Pumilla-Raquel Barabaschi-Maxi Corroinca |
Agradecemos al tribunal, que nos haya
permitido expresarnos y bienvenida la objeción, porque permite vigorizar un derecho.
Quiero asociarme a los agradecimientos
que en el inicio formuló nuestro compañero Franco Catalani, y los hago
extensivos, a
la militancia, a mis afectos, a mis vecinos y a esa pajarería de alumnos de institutos secundarios que
durante todo el año poblaron esta sala y que nos reconcilian con el futuro que
nos merecemos y proponemos. Presencias que al mismo tiempo ponen al descubierto
notorias ausencias de protagonistas centrales del proceso democrático.
Lo he dicho en otros foros, pero tengo la
necesidad de ratificarlo aquí: ha sido un honor participar de estas audiencias junto a ese enorme
ejemplo de dignidad y lucha que es Raquel Barabaschi y también me siento
congratulado de estar en compañía de los demás querellantes, de compañeros
del movimiento de derechos humanos y otros con los que nos unen un largo itinerario de luchas y banderas.
Un agradecimiento muy especial, primero
por la fraternidad y sus enseñanzas y luego por su solvencia y compromiso
cívico, mis queridos amigos Franco Catalani, Miguel Villagra, Maxi Corroinca y Juan Resia. Gracias a ellos hemos
llegado a hasta esta instancia, y ahora podemos decir, con mucha seguridad, que hubo un plan, y un procedimiento sedicioso para reforzarlo; el botín fue la república.
Edgar Morisoli en su imprescindible poema
“Patria de doce rejas”, la califica como “solar de desconsuelos…”
En ese solar no es ajena la palabra
genocidio, porque ya padeció otro en las postrimerías del siglo XIX e ilustro tan sólo con un ejemplo,
Napoleón Uriburu, que da nombre a una localidad del noreste pampeano,
comandante de la frontera sur, es el precursor de la guerra bacteriológica,
cuando decide liberar y enviar prisioneros infectados de viruela
a las tolderías del cacique Purrán.
Quizá Uriburu haya aprendido este
procedimiento de su jefe en la guerra canalla de la Triple Alianza, Bartolomé
Mitre, que consiente que se arrojen cadáveres coléricos a las aguas de los ríos
paraguayos para diezmar la población de aguas abajo.
¡Ciento cuarenta años!, los mismos objetivos y las
mismas consecuencias. Crímenes tremendos, y crímenes imperceptibles, ayer y hoy; entre ellos uno muy singular; el asesinato de la
realidad a manos del relato de esa realidad..., de manera tal que haya perseverado hasta estos días la falacia
de “desierto” a las campañas punitivas, que al plan de expolio se lo llame “Doctrina de
la Seguridad Nacional” que todavía …, pululen por ahí los exégetas de la Teoría
de los Dos Demonios o que se filtre, como ha acontecido en estas audiencias, el discurso de la isla de paz.
La isla es La Pampa.
Miki Villagra la describió en su primera
intervención: un territorio de ciento cuarenta y cuatro mil kilómetros cuadrados,
el grueso de su población recostado sobre la franja de ese trapecio noreste-
sureste, donde en los setenta la población urbana no superaba los 80.000
habitantes. En este territorio, las redes camineras siguen la lógica de las
antiguas rastrilladas, y los caminos vecinales son tributarios de esas redes,
de manera que con el sólo control y fiscalización de la ruta 55, de la 35, de
la 5, de la 152, era posible tener un control absoluto de ingresos y egresos, consecuentemente un dominio
total de lo que sucedía en estos
confines.
Aquí, en lo que en estas audiencias se ha denominado como “ la zona verde” del
país. ya Franco refutó ese concepto consignando un
esbozo de crímenes tremendos. Voy a insistir en ese
detalle con algunas precisiones al sólo efecto de crear una plataforma para un
eventual tercer juicio y a manera de desafío intelectual para quienes siguieron estas audiencias por la red de UTELPA por
internet, para ver si es posible discernir,
localizar cómo se conjugan los cuatro factores que confluyen, que se iluminan
en la consideración de la doctrina Roxin
tal cual lo describió nuestro amigo Juan Resia: dominio, fungibilidad, ficción normativa,y operatividad.
Los dos primeros crímenes de La Adela,
los ingenieros Riganti y Pradanos fueron traídos desde Bahía Blanca seguramente a través de la ruta
22, que tiene sus inconvenientes porque
como une el puerto con Río Negro y el sur con Chile, estaba sometido a
muchos controles, pero quizás hubo placet
para el traslado porque el otro camino posible
implicaba una mayor distancia a través de la ruta 35 y además otro control el
del puesto caminero de Arauz. Riganti y Pradanos fueron traídos a un predio que
está cercano a la Estación Gaviotas de La Adela, y luego acribillados a balazos con armas
de diverso calibre. O sea, más de dos ejecutores y posiblemente más de un vehículo. Más tarde se colocó
entre ellos un pan de trotyl para desaparecerlos.
Hubiera pasado como un crimen aislado si
con una diferencia de días no se
registrara otro asesinato de idénticas características; el hallazgo en un predio cercano de otro hombre
asesinado con la misma metodología. Al que luego de una pericia policial se
decidió su sepultura a falta de otros elementos científicos, como el ADN, que facilitarían su identificación.
De manera que hay un asesinado en La
Pampa del que desconocemos su filiación. Tal vez por poco tiempo porque
hace menos de dos meses Víctor
Giavedonni junto a compañeros del Movimiento de DDHH se
trasladaron hasta La Adela y pudieron detectar al hombre que le dio sepultura y
está dispuesto a dar su testimonio.
El testigo recuerda el lugar donde se efectuó esa
ceremonia.
Pradanos,
Riganti y este hombre; uno es casualidad, otro es coincidencia, pero tres es un elemento que
conforma un sistema. Y esta apreciación se fortalece con la
exposición de Maxi
cuando nos descubre que además de
La Adela, su comisaría, fue centro de detención y en sus
adyacencias centros de torturas.
Se podría decir que todo esto es
conjetural, pero es la conjetura el último resquicio que nos queda, habida
cuenta de la vigencia del pacto de silencio y
de impunidades.
Sigamos el repaso:
Dos crímenes más en las cercanías de
Miguel Cané, entre Cané y Quemú Quemú. El matrimonio Pérez Cubas. Fueron secuestrados en Rosario y
asesinados en ese lugar. Había mucha actividad
esa noche porque transcurría un baile en Relmo, lo que ciertamente originó
algunas
desprolijidades,
porque el coche pretendió primero ser volcado pero al no lograrlo, lo quemaron, ese Fiat permaneció junto a un galpón durante
mucho tiempo en el destacamento 101 con
asiento en Toay. Para llegar al sitio del siniestro debe haber
atravesado los rigores del puesto caminero de Catriló hasta comunicar con la ruta 1. Como secuela de ese
crimen permanece desaparecida Ilsa Clotilde Mora, otra secuestrada que se suma a la estadística de
infinitos secuestros en La Pampa de distintas intensidades. Recordemos sino
el secuestro
extorsivo al que fue sometido Eladio Rodríguez de Victorica. O este otro caso aun no profundizado y que demuestra los mecanismos aceitados de la
coordinación represiva. Se trata
del sindicalista tucumano radicado en esos años en
Santa Rosa, Florencio Villafañe. Vivía en el primer monobloque de la calle
Padre Buodo y fue detenido a pedido de la autoridades de aquella
provincia. Fue arrestado el 2 de noviembre
de 1976 y estuvo en esta capital hasta marzo de 1977 en que fue llevado a Tucumán. En esa provincia estuvo preso hasta octubre de 1978. Y no podemos soslayar entonces la consideración de otros de mucha
elocuencia como lo es es el secuestro y tortura de la Bióloga Graciela
Gau. Graciela está mencionada en el testimonio del doctor D Astolfo porque
fue una de las amenazadas por un anónimo en el Servicio Provincial de Salud.
Vivía en el barrio de casas oficiales
lindante con la academia de policía. Un día una patota ingresó en su domicilio en octubre de 1977 y, delante de sus hijos, se
la llevó. Apareció en la Cacha. La Cacha
es un campo de concentración en las afueras de La Plata, que lleva ese nombre
por la bruja Cachavacha, aquella que hace desaparecer todo lo que agarra. Estuvo
allí diez días encapuchada hasta que otra prisionera le levantó la capucha y vio donde
estaba. Por razones que no se explica al
cabo de ese término fue liberada. Para entonces ya sabía que había sido
asesinada su hermana, su cuñado.
Dejando huerfano al
hijo de ambos que luego ella crió. Fue
casi arrojada en las proximidades de
la terminal donde pudo tomar un micro que la condujo a
La Pampa; en realidad, hasta Catriló. Porque el eficiente control de Catriló no la dejó pasar indocumentada. De manera
que tuvo que explicar su situación hasta que consiguió regresar a su domicilio
en Santa Rosa, distante a 80 metros del domicilio de Baraldini. Insisto con los crímenes pues resulta inevitable
recordar el asesinato de los jóvenes albañiles sindicalista, Fortunsky y
Vázquez, este último mencionado en el testimonio de Mengui. Un guardia del
Juzgado Federal los acorraló en proximidades de la casa de gobierno y los acribilló, sumando dos
nuevas víctimas a una lista en la que ya figuraba el homicidio de Santiago
Pomphile, productor agropecuario y ex intendente de Ingeniero Luiggi.
Todos estos casos formaron parte de una primera denuncia que en
nombre del
Movimiento de DDHH presentamos junto
a Horacio Maldonado en junio de 1984 ante la opinión pública y la justicia Federal. De manera que hoy se cierra un ciclo importante para mi y para la consideración del tema en La
Pampa. Me siento comprometido a recordar a quienes no
están y apoyaron la presentación de esa denuncia de cuya edición se encargó la legislatura
provincial, empezando por María Tartaglia, Horacio Maldondo, el doctor Mauricio Knobel y su señora de General Pico,
el doctor
Benigno Perrota, Olga y Fernando Molteni,
Hugo Fornasari, Vladis Rivero, Matile Alonso tía de Juan Carlos Andreotti. Menos mal que todavía permanece
encendida la llama que atesoran con
tanta firmeza Celia Korsunsky y Muruma
Lucero.
A esos compañeros debemos sumarle otras ausencias entrañables que hoy están
aquí, acompañándonos, amigos, luchadores sociales, compañeros, camaradas, comenzando por nuestra compañera de querella
Elida Rodríguez Jara, siguiendo por Lalo Tartaglia, Julio Mata, Moisés Korsunsky, Nicolás Acosta, Raulito D’Atri, Ricardo di
Nápoli, Adrián di Santo, el Cholo Covella, Pepe Mendizábal, Stella Barrios, Samuel
Bertón, Américo Pracilio, Miguel Angel Gómez, el poeta.
¡Hemos vivido en duelo
durante cuatro décadas!
Y en estos diez últimos años, lo que va del juicio de 2010 hasta ahora, le
sumamos más de cien testigos y víctimas fallecidas. Una estadística que
relativiza el concepto de justicia.
Y a ello, debemos sumarle nuestros
desaparecidos, los cincuenta y pico de
compañeros que enumeró Miguel
Villagra en su primera intervención; ya están
consignados pero quiero insistir en ello porque en muchos de los
casos refutan el concepto de ajenidad
de La Pampa en sus
desapariciones y en otros está comprobado que desaparecieron como
producto de esta redes de inteligencia locales.
Bueno, ahí está Oscar Di Dío sentenciado
por Pedro Vergez, el creador del Comando Libertadores de América, Emilce MagdalenaTrucco,
perseguida por Amarante y aparecida calcinada en el baúl de von Wernic. Mario Frigerio
asesinado en Rosario. El fiscal Pedro Perotti intervino para su traslado a La Pampa, luego de cobrar una suculenta suma por
la gestión. Ya hemos hablado en nuestra primera intervención en este juicio de los
casos de Lucía Tartaglia y de Sergio Korsunsky que evidencian el andamiaje, la gestión
local en sus desapariciones.
Lo sumamos a Carlitos Davit comprendido
en un informe de las agencias de inteligencia del
sudeste de La Pampa que luego aparece colgado en el puente de Bahía Blanca. También los casos de los
primeros detenidos, en la represión en La Pampa, Elena Alfaro fichada por la Policía Federal y esa
ficha fue precursora de su calvario en el campo de concentración el Vesubio. Y
Antonio
Quispe que por esa panfleteada luego es asesinado.
(...)Y de ese contexto ya hemos celebrado aquí la recuperación de la nieta 125 pero nos
queda pendiente otra deuda, que es la hija, hijo, hije, de María de las
Mercedes Gómez y Juan Carlos Orzacoa,
deuda que se impone ante nuestra propia dignidad como un compromiso de vida pero también para la dignidad de la provincia de La Pampa. Debe ser recuperada ¡ahora! porque aún está viva una abuela que lucha y
espera, Nélida
De Cristófano.
(...)
Por una de esas rimas del cosmos cuando el
tribunal nos informó que se aproximaba el tiempo de los alegatos, llegó a
través de amigos a nuestras manos un texto de la poeta española Marisa Peña,
que es probable que esté siguiendo esta audiencia por la red. En uno de sus
versos Marisa sostiene que “…la sombra de la memoria también es alargada…”. Se refiere a esa memoria
que nos identifica y que nos representa. La memoria de la cual extraemos sus
contenidos emancipadores y la memoria sin la cual no existe el acto de
justicia, la memoria como redentora de la historia. Pero además porque la
desmemoria sumada a la impunidad ha sido el caldo de cultivo de las grandes
atrocidades de nuestro pasado. Elijamos
un límite temporal y aparecerán nombres y apellidos prototípicos, desde
Joaquín Penina a Rafael Nahuel. Desde Felipe Vallese a Santiago Maldonado, pasando
por ese horror de la historia nacional
que es el bombardeo a Plaza de Mayo cuya impunidad fue consagrada por el
célebre abrazo del almirante Rojas con el presidente Carlos Saúl Menem.
Podemos hablar de la memoria desde otro
ángulo tal como nos enseñó nuestro maestro y amigo Ricardo Nervi al regreso de su exilio en
México. Hay una versión literaria de
Eduardo Galeano sobre la misma historia pero nos gusta contarla tal como la
escuchamos desde nuestra juventud.
Contaba, Ricardo acerca de una ceremonia que cultivan culturas ceramistas de América central, el alfarero maestro anciano
al que ya no le dan las fuerzas para alzar una pieza,
decide delegar su tarea y elige el jarrón mejor bruñido, el más sonoro, el
mejor templado y se lo entrega al que va a ser su sucesor, el que lo recibe no
lo guarda en un estante, lo arroja al suelo y se muelen los fragmentos. Es con esos restos que realiza la
argamasa con la que levanta una nueva pieza.
Esa es la memoria que nos gusta, la que
sirve para construir cosas nuevas. En esa memoria nos refugiamos, con esa
memoria nos defendemos, con esa memoria avanzamos al porvenir para poder
establecer cuál será la longitud de la sombra de la justicia.
Desgrabación: Daniela Naveiras – Roberto Rekofsky.
Del audio facilitado por UTELPA Santa Rosa.