jueves, 23 de marzo de 2017

Las cosas que no olvido



a Raquel, Rubén,  Jorge y Gringo,
burladores de los Guy Montag) de siempre


Al  segundo envoltorio lo inhumé un atardecer de noviembre bajo del duraznero .sordos ruidos, repicaban, a lo lejos. El anterior resultó  un fracaso: quedó alojado en el corazón de un caldén seco en el  baldío del olivar  junto al  barrio renacido  y al cabo de la primera verificación ya  no estaba. Nunca nadie, vecino, alguno dejó indicios de su hallazgo y menos, de su destino. Para reír, o llorar.
            En  esas ocasiones, nos consentíamos  un recreo para la distensión. Lo reiteramos cuando Marta y Roberto confesaron que ubicaron el suyo en el lugar donde luego se emplazó  una cabina de gas y más tarde, la casa. Cuatro décadas, aun no se resignan.
Otra caja asumió  Pablo De Pian, sin preámbulos, un crepúsculo   plagado de silencios. Se la llevó a Mar del Plata y permaneció allí, hasta su reintegro. Hubo además la bolsa que aceptó  JR, La simplificación del  nombre quedó de herencia del malo de la serie Dallas. Pero él es un bueno: JR, Jorge Oscar Rojas., que la paseó por tres mudanzas, su matrimonio y el primer hijo, sin decir nunca ni mu.
Raquel defendió  todo lo demás, ya se sabe. Veló por tres  tesoros, tres secretos, un concepto.
 Rubén Outerelo se hizo cargo del resto, paciente, hasta mi regreso. Rubén, el niño que salió  del Rayo Rojo y tanto fue  Hopalong Cassidy como Gerónimo, siempre justiciero.


(El único resguardo
Que Raulito me confió
con tanto esmero
fue a caer a manos
de un conjetural aliado
traicionero)

 Están de vuelta. Vienen del destierro,  ajados, corroídos, fragmentos salpicados por la sal del tiempo y tantos entierros. Allí, en el anaquel de los incunables la argumentación que alguna vez persuadió  a Sartre  haciendo compañía  al que nos aleccionó sobre los infantilismos. En otro, las tesis de un mes de otoño y la colosal refutación a Kautzky sostenido  por una piedra pintada ,nueva, y un Quijote de bronce, viejo. Más acá, junto a la cerámica del Eternauta . los poemas del anciano  maestro Ho  traducidos por Emilio Jáuregui. Cerrando la última fila el anuncio de la presencia del pie del verdugo en el umbral.   Todos están, todos. No hace falta  decirlos, ni siquiera sus títulos, los lectores lo saben y sabrán elegirlos.
            Hay otros, docenas de ellos,  alineados por tema o por premuras, por hedonismo o estudio .Líneas de bancarrota o de poesía, exorcismos lanzados al futuro tras un no pasarán que requiere de algo más que su formulación... Textos precursores  de extremada sabiduría, líneas portentosas, almacenes de ideas, nunca subyugadas. Como un milagro de la palingenesia, cada tanto emerge uno, desde el interior de una revista doblada o un hule desvaído. Asoman para decirnos aquí estoy, nunca me olvides…
Cada tanto los miramos sin verlos. Sabemos que están allí, estoicos, desobedientes, aguardando una  atención   piadosa que los justifique nuevamente., De vez en cuanto, cada vez en espacios de tiempo más dilatados, los dedos recorren, en un prolijo inventario de supervivencia, la costra de los lomos, sus nervaduras…así las manos, en un ejercicio de clarividencia, los adivinan en tanto articulan  una elegía en el pensamiento, una ponderación de la época, bendiciendo   contenidos que comparecen desde tan lejos Tan viejos,  tan actuales.
 Acaso alguna vez, si un brote de inspiración fuera posible, geminará  una lisonja para todos y cada uno de ellos y para todos y cada uno de las fraternidades  que se impusieron, gallardos, al ominoso espectro de un estante vacío.
Tal vez sea en otro equinoccio  de memoria amanecida. Una consideración  cabal y justiciera, para aquellos amigos que, al igual que los libros, prorrogan nuestra vida.



Marzo 2017


La casa es el umbral

  La casa es el   umbral ( Mínima canción de contingencia) Retumban   esas   suelas...