Alcanzamos, en este momento del calendario, amortizados por cierta impunidad que dan los años. Con edad y
experiencias suficientes como para sostener que el tiempo es una ilusión absurda
del pensamiento y, por tanto, cuarenta años pueden ser una eternidad o
un suspiro en el universo.
¡Cuarenta años!, “que febril la
mirada…”
Un punto y coma en la Divina comedia, una
brizna en el Sahara, un granito de arena en la costra reseca del Salado.
Y a la par, un cosmos: Cabezas, López,
el Papa criollo, una pandemia-,
tan cruel y venenosa como lo suele ser la pobreza- un Oscar, un No positivo, dos
Nobel, dos mundiales en la vitrina, otras tantas constituciones, cinco
presidentes en once días, una mudanza de
siglo, un nuevo lenguaje y…¿ Cuántas mutaciones de moneda?
¿Ya floreció el dólar carcú?
Actúan los cara pintadas, dos
veces, pero los niños no ríen.
Este lapso ha operado en nuestras
conciencias tal cual una montaña rusa. Cuando
estamos en la cima y consideramos acariciar alguna estrella, caemos
vertiginosamente. Luego descendemos…y así, hasta el hartazgo
Tiempos de desgarros y alegrías efímeras.
“Todo pasa y todo queda”, gracias
Machado.
¡Si ayer nomás despedimos a Cortázar,
Atahualpa, Piazzolla, la Negra. Hamlet partió esparciendo un estela ceniza en un álamo carolina. Tejada
se fue, dejándonos solos, como un niño en la calle.
¡Si hasta el Diego dio un portazo
tan rotundo que el sonido aún reverbera
en el aire! ¡Una partida que mancha esa alegría ecuménica que engordaba en
nuestros corazones!
Ni que hablar de los de acá, tan
íntimos, tan cercanos, tan poderosamente sentidos. Desgajos tan notables cuya enumeración
nos es imposible traducir en palabras.
Si te caes cien veces, cien veces
te levantas, sentenció el poeta en un tiempo de bruma y de zozobra. Habrá que
hacerle caso y apelar a esta didáctica de la historia que nos asegura que las
derrotas son las madres de las victorias.
No hay corralito que valga.
Repasemos: el período comenzó con
un juicio y culmina con otro. Los dos a
contrapelo de los capataces del poder, amanuenses,
de los saciados. Ambos presididos por
una monumental arquitectura de argumentos legítimos, razones éticas y apelaciones a la justicia, Un cúmulo de demandas
por la sencilla razón de su ausencia.
Acaso la justicia se ha fugado?
Faltan veredictos, pero no hemos
perdido el juicio. Ni la ilusión, ni la voluntad. Allí está, para alentarnos,
ese mocerío inclaudicable, sonoro, aguerrido, que se abre paso sobre las
barricadas para desterrar las tinieblas, iluminar nuevas huellas. Otres, aluvionales,
armando la ola más descomunal que rejuvenecen estas décadas tiñendo el futuro de ese color
que se asocia a la esperanza.
Por allí cada tanto, a la vuelta
de la esquina, un chiquillo recuperado.
Largo es el camino, cualquiera
sea la distancia. Puede ser ancha y sinuosa como la que une Lago Escondido con Alto Comedero. O mínima y fatal, tal cual una
sentencia del INDEC o esa motosierra. Una traza herida ,de Maldonado a Nahuel.
O de Kosteki a Santillán, sin ir más lejos.
Al final del recorrido puede ser
que lo que nos inunde sea el desasosiego, o que no haya luz en la consumación del túnel o que la casa no esté en orden.
Si llegáramos a ese punto, esa ponderación
de lo imposible, no desfallezcamos,
Allí habitarán los que iniciaron
sus existencias en aquellos ochenta tan distantes. Nuestros hijos y nietos, por
ejemplo. O estos músicos que abrazan diapasones y elevan sus voces para cobrar
altura. Más esos otros, imberbes,
irreverentes, con ese tonito displicente
que a menudo armonizan los jóvenes, susurrándonos al oído; “no
te des por vencido, bobo…”
Y si este exorcismo, casi una gambeta del
lenguaje, una admonición de zurda y con
los botines de punta, no bastare, nos queda otro. El que amanece en esa historia que Galeano despejó
desde las elevaciones del aula magna, en
la que da cuenta de esa filosofía de
vida que atañe a la cosmovisión de las indias
huicholas. Mujeres empoderadas por el sufrimiento que, al momento de parir, emplazan
sus pensamientos en el relámpago de
felicidad y regocijo en que ese niño fue
concebido.
No es mala la idea. Aparejemos, entonces, un nuevo
inventario que cada uno de ustedes
fermentará en ampliaciones. Datos, fechas, sucesos. Una revisión pionera y plural, que instale el
acento en los momentos germinales de esta democracia cuya efeméride hoy nos convoca.
La lucha, sin ir más lejos, la
resistencia, el magisterio de Madres, el vuelo de los pañuelos, la memoria viva
de los ausentes y su paradigma. El canto testarudo, las puebladas…
Los pibes, desobedientes a una
moral que se deshilacha.
La lista es inagotable y se nos
ocurre pensar, esta noche y en estas jornadas
de fastos y conmemoraciones, que no es
posible una democracia que olvide a quienes la preñaron.
j.c.p
marzo 2023