jueves, 1 de noviembre de 2018

Elogio del escrache

Luis Baraldini- registro Cecilia Fotos
En el corazón del perenne movimiento independentista catalán comenzó a latir, sin precisiones de tiempo y lugar, un nuevo vocablo para expresar la indignación popular. La voz “scratch” floreció un buen día y se quedó a vivir hasta ahora. Alguna vez, cuando el viejo Merlí recale por estos pagos, le preguntaremos si es cierto que su origen viene, precisamente de ese solar de impiedades que por allí, cada tanto, acostumbran llamar “las colonias”.
En el Perú, “le dicen El Roche” y En Chile “Funa”, viene dena voz mapuche que alude a algo que se pudre.
Aquí la Agrupación Hijos la tomó prestada del lunfardo e inauguró sus acciones de denuncia sobre el paradero de los apropiadores convocando a localizar a los autores de la última villanía cívico militar.
En la madrugada del lunes su mención cobró vigor porque un atento y enérgico grupo de militantes de derechos humanos decidió no dejar pasar por alto las prebendas de que goza Luis Enrique Baraldini a contrapelo de su prisión domiciliaria consagrando una inequidad de graves connotaciones.
Esta acción motivó que el hombre, acaso el más conspicuo del plan represivo en La Pampa, luego de Iriart, por supuesto, estableciera una denuncia por agravios y perjuicios. Se añade la violencia, pero a nadie se le escapa que una vociferación es microscópica confrontada a una picana en el estómago o en la vagina o la rebelión carapintada.
Por el contrario, tiene sus connotaciones benéficas. Es una voz de alerta, una acción de salud pública que previene y repara.
Ignoró, el letrado que constituyó la acusación ¡en el fuero federal!, que el escrache es una actividad lícita mientras persevere una hilacha del Estado de Derecho. Porque alude a una manifestación popular de repudio e indignación en que sus propiciadores sólo persiguen el objetivo que la raíz del vocablo indica: sacar a la luz algo que se pretende ocultar, amplificar una denuncia no centralmente contra del sujeto que es objeto de la acción sino para alertar a sus vecinos de los peligros, significación, proyecciones que esa presencia corporiza.
Por otra parte, funciona de ida y vuelta. Lo saben muy bien los que han padecido las furias de la condena social.
Los griegos, que acaso fueron los primeros en acuñar un término que englobara el sentido íntimo, la enorme gravitación de su significación, la llamaron “Alétheia” y forzamos su inserción en este texto sólo por el placer de escribirla y por su sonoridad al escucharla.
La Pampa y Santa Rosa tienen un sazonado historial de escraches en los tiempos presentes. Todavía reverberan los ecos del botellazo por el Atuel frente a la Casa de Mendoza en Buenos Aires. Los dos últimos que recordamos se registraron en el curso de las masivas marchas contra el acuerdo del gobierno con el FMI y tuvieron, ante la ausencia de responsables visibles, las sedes de la UCR y Cambiemos.
La acción del escrache se agota en sí misma, no tiene ulterioridades aunque algunos, aviesamente pretenden concluir que su grado de convicción, volumen o firmeza reviste una connotación violenta.
Una estadística casera de los escraches en La Pampa concluye que sus consecuencias no son distintas en intensidad a las exteriorizaciones de bronca disgusto de un choque en la esquina o la reacción de la doce ante un arbitraje tarambana.
Hubo quienes, en el paroxismo de la interpretación, quisieron ver como feroz la estampada de huevos acontecida en ocasión de la visita del presidente a Santa Rosa. Soslayan, los del dedo admonitorio fácil, que un huevo estrellado contra el vehículo acorazado sólo podía herir orgullos y sus derivaciones son mucho menos perniciosas que un globo con agua lazado en las carnestolendas.
A fuer de sinceros debemos subrayar que sí hubo un escrache que culminó en bravata. Fue en el curso de aquella misma visita del presidente, en el acto organizado por los impulsores del PRO. Un representante de los pueblos originarios quiso iluminar la situación de ignominia que padece su comunidad y fue molido a golpes.
Celebramos los escraches como el corolario de una articulación ética del cuerpo social. Un gesto de dignidad colectiva, que enfrente al oscurantismo y sus exégetas. Necesario flujo de energía vecinal promoviendo claridad sobre circunstancias e individuos que lesionan y comprometen la aspiración de fundar una sociedad tan justa como nos merecemos.
Registro de Cecilia Fotos

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