miércoles, 29 de agosto de 2018

Ciro

días de juicio
..........................................................................



Fue hace unos momentos mientras agosto desplegaba sus furias. Acudimos al lugar donde ahora se impone su nombre. Nos resulta familiar; desde hace meses la planta alta del Colegio de Abogados es escenario donde la memoria  pugna  contra la impunidad, el silencio, el olvido…
En ese sitio, desde el inicio de las audiencias, el nombre de Ciro Ongaro emergió  en estremecidos  testimonios de centenares de víctimas que fueron dispensados  por el afecto, defensa, sus prodigaciones  de aliento y esperanza.
Fuera del calendario, acudimos al piso superior para ratificar,  fortalecer la cofradía el abrazo con sus hijas y nietos. Nos mancomunaba la honra a un amigo, al maestro, un luchador de causas nobles y a menudo perdidas. Conocimos a Ciro Lisandro Ongaro en una etapa de mocedades y nos perpetuamos  en su hospitalidad,  el cobijo de un nido, porque su hogar era una pajarería  y sus paredes, refugio. El ya constituía  un ejemplo y transitaba sin premura hacia la leyenda.
Pero no se trata este texto de fundar una semblanza. Más bien una crónica de ocasión y acaso de desahogo.
La ceremonia de imposición  de nombre del  que alguna vez sostuvo, ante un  auditorio atónito, atestado y probablemente compelido por el morbo que “algo huele mal en Dinamarca”, para referirse a la Justicia,  fue todo lo desacartonada que  puede esperarse de hombres anclados a sus   corbatas.
No permanecimos en la sala mucho tiempo. Nos fuimos, expulsados por una insolente incongruencia: la presencia, en el panel, de un orador que está en  las antípodas de lo que representó Ciro. Distancia abismal de ese  pensamiento y práctica que hoy constituye su enorme legado. Esa herencia  espiritual que hoy  usufructuamos los que estamos de este lado de la grieta.
Momentos antes el presidente del Colegio puso en práctica la  ucronía. ¿Dónde se hubiera ubicado 0ngaro ante la disyuntiva de las dos bibliotecas del Derecho. La respuesta no dejó lugar para hesitaciones: del lado de la dignidad del hombre, de la cultura popular, del humanismo, de la lucha por un mundo distinto y mejor.
Está claro, y con esto fundamentamos nuestra retirada: si uno de los términos de la opción fuera la neutralidad o el olvido, Ciro hubiese optado por la  lucha colectiva y la memoria. Si la disyuntiva condujera a la comodidad o la resignación, el querido maestro no vacilaría en desplegar sus velas hacia la utopía.
Brindamos por ese magisterio.

(foto de Pablo De Pian. Al centro Ciro Lisandro Ongaro en el curso de una asamble en el marfco de la huelga salinera)


No hay comentarios:

Publicar un comentario

ELOGIO DE LA LUCHA

  Unas palabras iniciales para el libro de Federico Martocci y Pablo Volking, "La HuelgaAgraria de 1919", primera ediciójn de La T...