La memoria es un tatuaje del alma. Se lleva en la conciencia y obedece a sus dictados. Indeleble, eterno, nos dice quiénes fuimos y revela lo que somos. Testimonio para presentir destinos y decidir qué haremos
sábado, 4 de septiembre de 2021
la redada
lunes, 30 de agosto de 2021
Chiquito Díaz
viernes, 27 de agosto de 2021
Acerca de la fraternidad
jueves, 19 de agosto de 2021
Postales de Santa Rosa
viernes, 6 de agosto de 2021
Déja vu
sábado, 31 de julio de 2021
Acerca de los desgarros
sábado, 24 de julio de 2021
La noche revelada
jueves, 22 de julio de 2021
Balances
viernes, 16 de julio de 2021
Zapatillas
jueves, 8 de julio de 2021
El crimen perfecto
sábado, 3 de julio de 2021
Prisión
jueves, 17 de junio de 2021
Rimas del alma
miércoles, 9 de junio de 2021
El hombre del paraguas
Postales del exilio
Raúl DAtri -Ricardo Nervi |
domingo, 16 de mayo de 2021
Mujer de negro
-¡Corten! - grita y cien rostros se
vuelven inquietos en una mezcla de admiración y de respeto mientras ordenanzas
de prolijos mamelucos caqui barren por enésima vez las empinadas escaleras del
puerto de Odessa-.
-¡Corten! - repite con tono complacido
dos registros más bajo pero el sentido sigue siendo imperativo. Suena grave y
satisfecha la voz de Serguéi Mijáilovich Eisenstein mientras quita de su cabeza
la gorra visera y enjuga una transpiración que no existe en esta gélida mañana de
otoño.
La mujer que lo observa pensativa hunde
dos dedos largos en el interior de la manga y extrae un pañuelo que desanuda
con cuidado. Alisa prolijamente un cigarro de filtro hueco y lo enciende aspirando
una prolongada bocanada. El humo distrae a la pequeña que agita sus brazos en
el interior de su cochecito y estimula a los demás actores que respiran aliviados
tras la tensión. El iluminador estira sus brazos hacia atrás para enervar los
músculos. Un coro de mirones de edad incierta forma un círculo para honrar el
diáfano líquido de una petaca de acero.
La mujer de negro aspira con fruición
temerosa de un eventual arrepentimiento que interrumpa la tregua. Eisenstein
dialoga con el montajista y mueve sus manos con energía. La mujer mide la ceniza
que se arquea y frunce los labios con fastidio. O aflicción. Ignora que un
fotograma de su rostro recorrerá el mundo, vencerá a su época y engalanará el
desordenado escritorio de un ignoto cronista que, cada tanto, deja que sus
dedos huyan del teclado para volver la mirada obsesionada hacia el perfil
anguloso del grabado. Se abisma en esos rasgos mientras envidia el aroma del
cigarro de filtro largo y hueco que adivina placentero. Respira profundamente
pero en vano. Lo que percibe son los hedores de un siglo que se pervierte. El cronista
encoge los hombros para aliviar su atormentada espalda, suspira y lamenta haber
nacido tan tarde.
Un ruido ensordecedor sobresalta la
mañana y la ceniza cae sobre los adoquines. La prolija cohorte de cosacos toma
posición en los niveles altos provocando el repliegue de los demás. Guerreros
de gruesas chaquetas y relucientes entorchados, obedientes a esa sinergia de la
historia que siempre los ubica en la misma posición.
Allí están. Ominosos, anónimos, sin
rostro. Hombres de a pie y jinetes pálidos que hunden sus espuelas en los
ijares de cabalgaduras que bufan. Cien años antes Goya los retrató con delicada
perfección. Pero no está Goya en esta mañana fría de otoño en Odessa.
-Aún tenemos a Gorki, murmura Pablo.
-O Pushkin, desliza
León, desde el atardecer de un escenario extremo, en estos arrabales de la
esperanza que los manuales de geografía se empecinan en denominar Sur.
Aquí,
donde el cronista desvía su mirada del rostro de la mujer que abre sus ojos
inundados de pavor mientras el acero cumple, con inexorable eficiencia, su
labor.
-¡Acción¡
vocifera Eisenstein.
Desde el cochecito, la niña irrumpe en llanto.
sábado, 17 de abril de 2021
UN REQUIEM PARA LA EPOCA
Charles Aznavourián
se encarnó en el relato familiar y alcanzó a percibir esos filamentos
escarlatas deslizándose a borbotones por las laderas del Ararat. Resuena en nuestros oídos la estremecida descripción de “Ils son tombés”
imponiendo una clave de Sol a la primera muerte industrial del siglo XX.
Una sola
muerte, repetida, sentenciaría décadas
más tarde, Tomás Eloy Martinez.
Luego vendrían
otras melodías, claro, pretendiendo saciar
la sed de redención de la historia, partiendo del Holdomor de Ucrania hasta las napalm en los arrozales de Phnom Pen. Desde
los estertores de Ruanda a la noche criolla donde hundió sus afilados colmillos
la brutal defensa del “ser nacional”.
Luego del
vómito feroz del Enola Gay sobrevinieron
Los Pájaros de Hirosima y en las dilataciones de Auschwitz el insobornable testimonio de Anita
Lasker o el violín de Rocío Cabello.
Sostacovich, herido en el alma alzó su Cuarteto
de cuerdas número 8 para sufragar el hedor de Dresde.
Entre los
escombros que sobreviven filtran los ayes de
una memoria asombrada que no supo advertir que Churchil, fiel discípulo de
Tatcher, sería capaz de promover el asesinato de sesenta mil pobladores en
menos de una jornada.
Hay una simetría, una llovizna e connivencia, en esa inocencia de los pueblos que
desoye a Hobbes y se desbarata incrédulo
ante la ferocidad del lobo.
Esa proporción se repite y crece. Lo vocifera la crónica cotidiana. Porque la muerte es
muerte, sea por bala o por covid.
¿Saborearon un café los españoles de la fiebre?
¿Y el amor en los tiempos del ébola?
Resuenan en estos días los arpegios. Confecciones
de la conciencia en que por un capricho de percepción nos conducen a pensar que todavía no hay música de la época, para justificar
esas ofrendas que una libertad parcelada prodiga al flagelo de la hora.
Leemos que el antropólogo de las religiones
Edward Burnett Taylor, sostiene que el propósito original de todo sacrificio
fue hacer un don a los Dioses para asegurar a su favor, su buena voluntad, o
minimizar su hostilidad.
El tiempo dará su veredicto y zanjará el dilema: acaso
– más temprano que tarde- sabremos si el reclamo ambulatorio responde a un
tributo o es tan solo la satisfacción de un ego que arguye la banalidad de la muerte.
Abundan los silencios pero, ya se sabe, los
silencios son las suturas de la música.
Melodías de ausencia como cortejo en la despedida de padres a sus hijos y viceversa.
Por allí un kadish por aquí un miserere.
Mientras se
desangra , implacable, este funeral de la era que ya ha cobrado cincuenta mil decesos en
menos de un calendario.
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FOTO
. En 1937, el sistema
escolar de Chicago utilizó la radio para enseñar a los niños durante un brote
de polio ,
demostrando cómo se puede utilizar la tecnología en tiempos de crisis.(The
Conversation)
jueves, 8 de abril de 2021
Ciro
Ciro Lisandro Ongaro |
Cuatro mesas más allá el hombre que ha tenido a su cargo los casos más resonantes, los juicios más pesados. Que conoce las historias más dolorosas y siniestras de la condición humana, hace volar las manos frente a su nieta mientras le cuenta cosas que pueden ayudarla en la profesión que los une. Ciro Lisandro Ongaro sonríe a la joven que escucha arrobada a su abuelo mientras su mente vaga por las crónicas de los setenta que lo encuentran al frente de la huelga salinera más prolongada de la historia. Ella conoce de oídas sus compromisos militantes asumidos en los años del miedo y encuentra significado a esa flor, quebrada por las balas en la foto del gringo De Pian, que el abuelo luce en su despacho. De ahí, confirma mientras sorbe pensativa el café, de estas cosas sacó el hombre de las manos de pájaro las fuerzas para defender tanto encanto y ternura.
jueves, 1 de abril de 2021
El día en que se hizo la noche
Foto Eduardo Pérez |
La mañana del 24 nació destemplada y extraña.
Sordos ruidos reverberaban en los
accesos a la ciudad, en las calles céntricas, en algunos puntos específicos. El
vecindario pronto descubrió la razón: eran las tanquetas que irían a apostarse
en el playón del centro cívico, consagrando el primer oxímoron de la jornada.
Los ruidos repicaron en la avenida central,
en la manzana que rodea el edificio de Correos , en las cercanías de las
viviendas de los que prontamente se convertirían en víctimas, en la calle
Pellegrini, rodeando de sonoridades la cooperativa de trabajadores de La
Capital. Se prolongarían a la mañana
siguiente con un rigor que desechaba la
espontaneidad.
Porque no hubo improvisación en la
implementación pampeana del golpe sedicioso,
pergeñado en los albores de la década y concretado el 24
de marzo de 1976. El inventario del agravio en
perjuicio del Estado y sociedad
es infinito. Los juicios han revelado algunos de ellos, pero muchos permanecen ignorados a
la espera de una examen más exhaustivo, revisión o imprescindible, sanitaria, para establecer el espesor determinante de la participación civil en el
diseño del plan,
Hubo objetivos precisos que revelan las
motivaciones del asalto a la Constitución. A los que ya han cobrado notoriedad deben agregarse otros
no tan difundidos – extremadamente sutiles, precursores del discurso de la isla
de paz- que se imbrican en la perspectiva golpista de destruir el tejido social, agrietar sus convicciones, inocular
el virus del miedo. Aprensiones cuyas
sedimentaciones se dilatan hasta estos
días.
En ese contexto se explica la acción
desplegada en perjuicio de la cooperativa Popular de Santa Rosa, la construcción comunitaria más importante del centro del país, por su heroica
gesta fundacional, por su representatividad
y ejemplo, por independencia económica.
En la mañana del día siguiente efectivos militares penetraron en el interior de la CPE en el marco de
similares procedimientos realizados en diversos lugares públicos de Santa Rosa.
Oficiales y soldados fuertemente
armados exploraron concienzudamente el
patio central en un operativo por el cual no se ofrece ninguna explicación. ¿Qué
buscaban sino otra cosa que hacer pública una demostración de poder y al mismo tiempo
intimidar al vecindario.
¡Que lo digan sino los vecinos de la
calle Ferro!.
El fotógrafo del diario La Capital , Eduardo Pérez ,logró filtrarse entre el cerrado cerco para obtener un registro del
atropello. Su diario había sufrido el secuestro de su director, reemplazado por
un conspicuo agente de información del Batallón 601, el ubicuo Feliciano
losada, cuñado de Baraldini y fundador del Círculo de Periodistas Deportivos.
Las fotos de aquella jornada permanecieron inéditas hasta que en julio de 2012 sorprendieron al público
en el interior de una muestra
retrospectiva que se denominó “Dos
visiones, un objetivo”.
Pero la tarea intimidatoria
no se agotó en este episodio. El 23
de abril el gobernador de facto Favio
Iriart dispuso fiscalizar
la actividad administrativa de la CPE. Por tal motivo designa a
los integrantes de la Comisión supervisora de la Cooperativa Popular de
Electricidad: El grupo de tareas estuvo liderado por
el capitán Héctor Francisco
Olascoaga, quien fuera asistido por tres profesionales del medio : Omar Esteban Gatto
Cáceres , el contador Roberto Oscar Vassia y el ingeniero Pedro Zubiri.
Aunque abundan las razones para suponer que obedecía a las coordenadas de
la persecución sindical, algunos suspicaces vinculan este episodio con le detención, el 1 de abril, del
secretario general de Luz yFueza, Oscar Montes de Oca, salvajemente torturado
en los altos de la Seccional Primera.
No perduran evidencias de las conclusiones
contables, lo cierto es que la labor de
los verificadores se agotó a poco de
comenzar, probablemente por su futilidad
o tal vez porque Olascoaga debió abocarse a la preparación de otro operativo, eta vez
mucho más cruento, concretado tres meses después en Jacinto Aráuz. Ahora se
sabe que el secretario de Educación de Gobierno y Cultura, al tiempo que se
escrutaban los papeles de la entidad, se reunía con el intendente de Aráuz
Adolfo Alberto Forestier para afinar un
cuadro de situación de la localidad sureña.
Hay una simetría entre los dos
episodios, En Aráuz se ilustraba en los valores de la solidaridad, en la
cooperativa de Santa Rosa se la practicaba, dos elementos que contrariaban los objetivos del Proceso de Reorganización
Nacional.
jueves, 18 de marzo de 2021
VIVIR BAJO DEL PUENTE
ELOGIO DE LA LUCHA
Unas palabras iniciales para el libro de Federico Martocci y Pablo Volking, "La HuelgaAgraria de 1919", primera ediciójn de La T...
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Cuando le sonreí se tranquilizó. Extendió su brazo sin alzar la vista Dije: “está bien, andate”. Examiné su espalda algo encorv...