domingo, 26 de julio de 2015

Raulito



Puto julio de frío, desamparos e histerias colectivas. Para qué hablar si fue en julio, también, el mutis por el foro de Julio Colombato, Oscar Perna y el Gringo Nervi ...
Y ahora Raulito. La muerte lo aprehendió de noche y a traición, reiterando en forma de metáfora callejones de su vida.
Didácticas de la sobremuerte.
Raulito, constructor de esa dialéctica que gozamos y padecimos, que le hizo ganar el mote, para nosotros, de entrrecasa, de “Raulismo”.
No salen las palabras, puto invierno de manos frías que no le arrancan a este teclado una mísera idea redentora, un buen réquiem, un miserere adecuado para la ronda de la tristeza, para subirse a la ronda de la tristeza y exorcizarla, acaso, con algún chiste pavo de su inagotable galería.
El Raulismo che, amigo y camarada. Hoy lo recordamos, emergiendo entre el humo espeso de una madrugada en la redacción, para dilatar el cierre por si Ansa Latina o la BBC regalaban una migaja so-bre el secuestro de Aramburu o aquella vergonzosa huida de Saigón.
Cuando los chafes del plomo y de la sangre lo arrancaron de sus pájaros les gritó tan fuerte que todavía resuenan sus denuncias en el firmamento sonoro de los justos. Proclamas que cada tanto retornan a la calle Independencia escritas con cal, para que nadie olvide. Lecciones de dignidad, tan bienvenidas como necesarias en este país del face-boock y la tilinguería. Gritos, demandas potentes. Por eso no hicieron falta altavoces, hace poco, en Rawson, cuando un juez, un tribunal y los canallas volvieron a escucharlo.
Ellos, los miserables, lo saben bien; cuando debió callar, calló.
Raulito ríos o salinero. Cronista nictálope en esta comarca de sombras. No hay dudas que está dentro de las coordenadas de Brecht.
Raúl Celso D`Atri, el Raulito
Maldito corazón. Maldito frío que no le saca al teclado un adiós más justiciero.
Se fue, menos mal que lo llevamos adentro.

viernes, 17 de julio de 2015

Un viejo mar

El viento abofetea la pradera. Ráfagas poderosas castigan los surcos hasta desfigurarlos. La erosión afila sus colmillos.
       El  hombre que lastima sus ojos  frente a  esta sublevación de la naturaleza no ve arena. Ese manto sinuoso que se desenrolla caprichosamente entre las lomadas, ese torrente que fluctúa  y pone faldas a los flamantes alambrados, que construye una simetría  ondulante que gratifica la imaginación y acrecienta  el disgusto de los dioses, no es arena.

 ¿Acaso ese muchacho que juega con las palabras, que pretende  de las palabras un oficio, ese muchacho, digo, que responde al nombre de Ricardo Nervi, se atreverá algún día a describir, a explicar, qué es esta marea desenfrenada, este atolondramiento  de los sentidos, esta promesa flagelada, a la que muchos - probablemente por costumbre u ocio - se empeñan en describir de una sola manera?
(capitulo 20 del Hombre del Potemkin)

La casa es el umbral

  La casa es el   umbral ( Mínima canción de contingencia) Retumban   esas   suelas...