domingo, 26 de enero de 2020

Cruces



Teófilo Ivanowsky deserta de la milicia y se transforma en linyera. Allá, en Montevideo, renuncia  a una historia e inmigrantes junto a sus documentos .Se introduce luego  en  los caminos  del país vecino que tropieza  en las incertidumbres de su organización. Teófilo trajina, sin prisa y sin pausa, huellas y años hasta que recala en los andenes de una estación que lleva su nombre. Nunca imaginó (él, que hizo de la imaginación una religión) que aquellos documentos abandonados en Montevideo  convertirán a otro  don nadie en  un guerrero, un héroe del proceso nacional que a su muerte sería honrado con un decreto de denominación de un pueblito ignoto de la Pampa Central.  El nombre de Karl Reichert quedó extinguido en una leva de los pagos  de Azul, engrosando  las infinitas sepulturas de la historia. Edgar Morisoli hace justicia con ambos en un relato donde la poesía también honra estas bisectrices de la vida, estas coincidencias cósmicas, estas armonías de la existencia que uno-por insondables imperativos  de la síntesis -  titula, simplemente, “rimas”.

jueves, 16 de enero de 2020

Isidoritos del PRO




Charly acarició la idea de una recreación condenatoria de una de las facetas más inhumanas y feroces de la dictadura. Mercedes supo de ella y lo persuadió de abandonarla dejando constancia de que la reiteración, ya no como tragedia  sino devenida en  farsa (gracias Marx (), dilataba y reeditaba el drama en el seno de un  conglomerado  que no termina de lamer sus laceraciones .
Las heridas, ya se sabe, cicatrizan mejor cuando se las  expone a la luz del sol.
Esta consideración es la que presidió  las lucubraciones de miles de argentinos ante lo que los más piadosos definen como una excentricidad de mal gusto: arrojar un animal desde un helicóptero. No es un cuento chino, ese pasaje cinematográfico de una ficción encantadora: es la ejecución en vivo y en directo del nuevo pasatiempo de las clases altas de la sociedad. Sectores saciados, encarnaciones del privilegio, que matan su aburrimiento con lo que, ellos conjeturan, son divertimentos hasta que pase el estío y retornen a su ocupación central: vivir al país.
Proxenetas de los country  no quieren a la  Argentina  para volcar en ella sus esfuerzos, se la apoderan para  gozarla.
No son forasteros en la historia nacional, estos mequetrefes.   Herederos de la década  infame, reinado del espolio luego del vergonzoso acuerdo entre Roca y Runciman.
Exégetas actuales de aquel  momento histórico  en el que hubo razones sobradas al  acuñar el término “vendepatrias”
Nada  fortuita  la  hermandad con la deuda contraída hace pocos meses, en  el marco de la gran rifa de la soberanía nacional.
Simetrías que nos conducen a rememorar  aquellas jornadas del treinta y de la ignominia que, entre otras cosas, alumbraron el  nombramiento como “Sir” de un ciudadano argentino, Guillermo Eduardo Leguizamón. “Sir” William, caricia de la corona británica, por su abnegada contribución a la entrega.
Petimetres de la primera escuela, usaban las cucharas y tenedores del Petit Paris , una arrogancia que luego repetirían en algunos salones de la vieja Europa, para estampar en el techo rebanadas de manteca. Los cartoneros de ese tiempo galvanizaron su indignación bautizándolos  “petiteros”. El ingenio de un funcionario actualizó el epíteto conceptuando   al “domador de reposeras”.
Crece la sospecha que las palabras tienen una  reticencia  y acaso el del  episodio del autogiro, sustraído de su cometido de  socorro (o desalojador de presidentes) requiera de un examen más riguroso de sus subjetividades. Aspiraríamos, ciertamente, a que  promueva articulaciones que soslayen  el escueto umbral de la bronca.
El debate no es si era cerdo o un cordero. Ni siquiera si vivo o muerto. Nada fructificará de un cambio de ideas, una reflexión plebeya, que excluya  la ponderación  de que en ese animal volcado  a las suntuosidades  de  Lara Bernasconi,  habita una de las formas en que el poder real se expresa: “seguimos aquí”, “hacemos lo que nos canta”.
Desde la matriz de la grieta, con la misma lógica, Calígula nombró cónsul a Incitatu, su caballo.
Pues bien, tal vez la digresión genere, siguiendo la exposición de Aníbal Ponce, nutrientes para los nuevos deberes de la inteligencia. Su revitalización acaso nos dote de nuevas energías contestatarias. El develamiento de un nervio ignorado que se subleve ante esa fuerza poderosa, temible  antagonista, con que la indiferencia embaraza a la costumbre.


viernes, 10 de enero de 2020

Los que mataron a Nisman



Laura Alonso, con su frenesí telefónico.
Ronald Noble, con una desmentida.
Kirchner, designando aStiuso.
Stiuso , con un mutis por el foro.
Waldo Wolff, con una teoría.
Bogado, con tres líneas de un informe trucho.
Rafecas, con un rechazo.
Cristina, con un memorándum.
Justin Webster, con su corrección política.
Gendarmería, con una pericia.
D Elía, con su verborragia.
Carrió, en una epifanía.
La triple frontera, con su leyenda.
Bullrich, derribando  el record de Alonso.
 Hezbollah , con su silencio
Lanata, con un set de TV.
ClArin, con cien tapas.
La Nación, con noventa y nueve tapas.
Kurt Cobain, dando letra.
Majul, copiando a Lanata.
Arroyo Salgado, con una conferencia de prensa.
Peritos de Arroyo salgado, con su fidelidad.
Diputados, anticipando “tapones de punta”.
Stornelli, proclamando l  “Todos somos Nisman”
La Corte, con sus afonías.
LA DAIA, con su sumisión a la CIA.
Revista Noticias. con una foto y un marcador.
El propio Nisman, con un dictamen  berreta.


ELOGIO DE LA LUCHA

  Unas palabras iniciales para el libro de Federico Martocci y Pablo Volking, "La HuelgaAgraria de 1919", primera ediciójn de La T...