martes, 24 de mayo de 2016

Victoria del Billiken


“Si ves al futuro dile que no venga…”.
JUAN JOSE CASTELLI


            No sin pesar buena parte de los protagonistas de la generación de los sesenta y setenta (“liberación o dependencia”, “no pasarán”, “la imaginación al poder”) reconocen su desliz al predicar   la certeza de que el anhelo de una patria distinta y mejor era inexorable. Dicho en otras palabras: que la revolución constituía un hecho inevitable, como si concurriera una suerte de determinismo que así lo estableciera fuera de nuestra voluntad.
            Ahora, admiten que, para que se produzca un proceso insurreccional, resulta indispensable, además de las condiciones objetivas y subjetivas adecuadas, tener a mano teoría y prácticas revolucionarias y sustentarlas en el tiempo. Conclusión didáctica: para que el cambio se produzca hay que trabajar por ello. En todo caso porque la contrarrevolución es preexistente y, desde el fondo de la historia a nuestros días, cuenta con aportaciones teóricas primordiales.
            Los jacobinos de mayo lo sabían. Por la tarde se internaban en Rousseau y por las noches repasaban al conde de Maistre.
            Por aquí persisten los epígonos de Fukuyama dictando cátedra.
            La desaparición física, del escenario emancipador, de Mariano Moreno, el acoso a Castelli y Belgrano constituyeron, si no los únicos, al menos algunos de los elementos cardinales para que a partir de enero de 1811 lo que fuera revolución trocara en derrota. Primero Saavedra, luego Rivadavia y Mitre se encargarán de que así sea. Y las corporaciones, claro. La práctica esterilizadora vino a completar, con otros procedimientos, la prédica y acción de Liniers y los integrantes de CLAMOR.
            Dos bandos en pugna, caso tres…
            Osvaldo Soriano, en una línea de “Sin paraguas ni escarapelas” lo sintetiza de manera incomparable: “uno quiere la independencia; otro, la revolución”.
            Tal vez porque existe una simetría entre el momento político y la remembranza. Acaso porque el apotegma de los maestros es irrefutable e irreversible “quien controla el presente controla el pasado”, los fastos de esta década son más previsibles que nunca.
            El bicentenario ya tiene dueño: el reformismo.
Las compulsiones del calendario nos conducen a extremar durante todo el año la evocación del período que la historia oficial, asumida como legítima por la sociedad toda, define como “la revolución de mayo”. Quienes controlan el presente, empero, se están ocupando –las evidencias se registran cotidianamente en la crónica diaria- de mantener la caracterización del período pero al mismo tiempo lavar su contenido.
De tal manera Moreno será recordado por su fogosidad pero no por ser el que dará forma a esa portentosa herramienta teórica y práctica cuyo esbozo pusiera en sus manos Manuel Belgrano: el Plan de Operaciones.
            Castelli perseverará como el orador de la revolución. La alusión no se extenderá empero las acciones que lo elevaron a la categoría de enemigo público por parte de la Iglesia.
            French estará presente como   lo que la historia oficial lo condenó a ser: repartidor de cintas y no el chispero que no vaciló en Cabeza de Tigre; mientras que a Monteagudo le escamotearán su enorme, indispensable y actual  reflexión de Mártir o Libre para confinarlo como secretario de San Martín.
¿Vieytes?, una calle.
¿Rodríguez Peña?, un tango…
            Al establishment  le conviene que sea así. Si lo que se caracteriza como revolución es, en realidad, la  sublimación  de lo que vino luego de enero de 1811, … si el repaso de la historia se agota en Billiken la proyección de lo acontecido, entonces,  no distará  mucho de lo que en la actualidad se dice y se practica. El silogismo  es simple, de esta manera  todos se convierten en revolucionarios.
            En el bicentenario está, entonces, predeterminada la disyuntiva de la opción. Y en estas coordenadas la puesta en escena otorgará el protagónico a Mariano Moreno pero el guión será el de Cornelio Saavedra.
            No existen titubeos en consentir que es posible vencer a la rebelión. Los manuales de historia abundan en registros que así lo indican. Quizás como consuelo, reconforte saber que lo que es imposible de dominar es la utopía revolucionaria, en tanto y cuanto ella pertenece al universo de la imaginación colectiva. Sólo si los pueblos se resignan a no soñar, entonces sí, todo estará perdido.
            Moreno lo dijo de manera magistral: “Si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada uno no conoce lo que vale, lo que puede y lo que sabe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas y después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, ser tal vez nuestra suerte mudar de tiranos sin destruir jamás la tiranía”.

Juan Carlos Pumilla
Abril de 2010



martes, 17 de mayo de 2016

Vino desde el pie

AlfredoZitarrosa


La primera vez que estuvo en estos pagos fue a través de una cinta de carretel abierto que alguien consiguió en Bolivia y la trajo a escondidas, por si acaso. Ya había dejado de ser Alfredo Iribarne y su estela se extendía como una mancha de  aceite por las desmesuras  de América,  casi antes que por los llanos del “paisito”.
Siempre a cielo y a corazón abierto.
Inefable, único. Mezcla rara de Goyeneche y Atahualpa se presentó de nuevo aquí, donde la arena se dilata, arropado en las memorias del exilio que amigos pródigos cobijaban en el interior de las guitarras. Cartas, fotos y casetes  para que estuviéramos con él en los fogones de  Villa del Busto, en las fulguraciones  del Camaruco, en los hogares   de los Sombras, nada más.
Retornó  luego en las armonizadas  cancillerías de Oscar Perna, Naldo, Caito o de Nahuel.
Más tarde  irrumpieron  los ochenta y en su solar y el nuestro amanecieron nuevos aires. Albricias de los pueblos que marchan.
Uno de aquellos  veranos inaugurales estrechamos sus manos y fuimos bendecidos por un abrazo que aun sigue vivo en las costillas.
Vino por amigos, por canciones, por historias, en una celebración de uvas  y fraternidades.
Lo atrajo la huella de una milonga baya. Un  rastro que se maceró en una noche de obstinaciones bardinas y la ofrenda de un piche al rescoldo que quedó trunco.
Parece que fue ayer. Precedido por un cortejo de añoranzas descendió  del escenario del Club Español labrando en cada peldaño un compromiso   por la vuelta.
Alzó vuelo.
Lo vieron por Chile y por Perú, en un tapiz de México, en el interior de un socavón del cerro Rico. Parecía, y tal vez lo era, como el Che de Constantini.
Siempre  anduvo  de Frente.
Cuando la noche se aposentó por estas soledades toco la puerta  un lunes luminoso deslizándose, desde un  encordado celeste, hasta fundar una proclama: ¡nunca me iré, yo soy  de aquí..!
Calzó su saco negro, corrigió un mechón refractario a la gomina, musitó  una oración  furtiva a una redoma azul y  se internó   en la espesura, como si nada.
Anduvo por el cosmos en un itinerario sin fronteras ni tiempo.
Señor de lejanías se prorrogó  en la noche del recuerdo para no morir, para vencer, como el Cid, aferrado a una guitarra negra templada en sol mayor.
Y ahora, después de tanta espera, cumple con su promesa.
 Gracias compañeros  del sur por propiciar  este regreso.


mayo 2016

viernes, 6 de mayo de 2016

Cotidiano rap

Pueblan peregrinaciones
por si talvez un milagro,
por si acaso alguna suerte
se viene de Cayetano
En las plazas de este otoño
En que el país se estremece
un arlequín puro plomo
en las murgas amanece
Y ese duende desvelado
que habita en contenedores
es un cofre con misterios
de miseria y desamores
En estas noches sin brillo
con ruegos de otros fogones
corren niños policías
que juegan a los ladrones
Ahora el futuro se aleja
a pasos agigantados
y en las entrañas germina
un miedo gris, acerado
Ellos extienden, en techos,
mil globos multicolor
rezan cuentos que prometen
once ilusiones off shore.
Con sus fauces entreabiertas,
baba y odio desquiciado,
desgarra, el hambre, la espalda
de pájaros desangelados.

(musicalizado por Raúl Santajuliana)

La casa es el umbral

  La casa es el   umbral ( Mínima canción de contingencia) Retumban   esas   suelas...