viernes, 12 de enero de 2024

MAGDALENA DE LOS HORNOS

Juan CarlosBustriazo Ortiz

 


A Teresa Pérez, que no olvida.

 

Hay una fibra de desafío en los ojos pardos, acaso  cierta condescendencia, mientras su silueta  flamea  sorteando las hornallas. El cáñamo que protege   sus plantas rubrica los  pasos en el piso teñido de rojo. Pareciera que juega a la rayuela con el chisperío tratando de evitar el asalto de una pavesa  a los vuelos de la pollera.

Sabe, porque ha escuchado a Bustriazo, un amanecer   de   melancolías y vino negro,  la historia del gato yesca,

Humedece sus labios con la punta de la lengua y un hilo de saliva queda hamacando en las comisuras. Lo quita y con su dedo índice bendice la frente del capataz.

Allí, donde el  barro se hace piedra y no hay como el piquillín para engordar el calor.

¡Catequesis de los obradores, si lo sabrá Teresa Pérez!

Los hombres que la contemplan han abandonado, al verla , sus talantes taciturnos. Algunos celebran besando  una redoma, otros hunden sus manos en los bolsillos practicando con sus dedos un arqueo de los centavos  que quedan de la quincena. Hay un anciano al que las llamas han hipnotizado para trasportarlo a una parcela de su vida que no  tiene regreso.

A esta altura, con un poco de suerte, Mareque liberará a la guitarra de su encierro y endiablará una brasita de fogón.

Pero todavía no ha llegado el conticinio.

Un pibe seca el sudor de su rostro con la gorra y su mirada se enhebra en el pelo cobrizo de la muchacha que ha descubierto al poeta en la rueda: edifica una sonrisa en su semblante y se  la regala, pródiga.

Quizás  en agradecimiento por un mote absolutorio, una indemnización   poética que alberga el pasaje de Unca Bermeja, funda un misterio para iniciados y  pone cimientos a la leyenda.

 

ay mi casada de tornasoles

mi algarroba de treinta sombras…”

 

-De quién habla?

- La chica, che,  del pubis desolado

 

A medida que la noche se destila en sombras ella se hunde en la fronda que marca la frontera  con vehemencias cercanas  de la penumbra. . Lo hace otra vez y otra…

Y así,…, en tanto  el pibe de la gorra enjuga  su frustración porque se ha roto el hechizo y el hombre de las monedas pide un refuerzo  que le niegan.

Resignado, pliega su mano para hebras de Caporal en la cuna de papel arroz.

Crepita el leño, alborozado, disputando con  las estrellas.

Luego compareció el tiempo de las lluvias, y sobrevinieron otras tormentas. EL  Penca se introdujo en su ciclo Lila y  el hada de los hornos no tuvo quien la diga. Sucumbió, como muchas (salvo Rubiatango),  ante una de las más eficaces y terribles trampas de la existencia. La del olvido.

“..y en las hornallas hízose el fuego

y la gente bailó sonámbula

las pirámides truncas moras

de panes pálidos cuajadas

y bailaron las bayas secas

de los mollares enrojecidos

tan en la música enlazábanse

tan bien mirábanse a los ojos

el quejón bailó levemente

y llamábate en las zarzas

y bailaron bichos azules

mariposones bermellosos

bailaba el polvo de la tierra

la brisa toda acollarada

y muy la noche hizóse el beso

y heridas fueron las caderas

las cinturas despelechadas

en la barrienta hechicería

centella verde no bajaste

y empurpurada toda fuísteme!...”

 

 

Dicen que reía y su risa era canto en las quedas del estío.

Dicen, también, que anduvo alimentando otros fuegos y hasta cambió de rumbos, Por Anguil  la vieron, tal vez por Lonquimay.  Magdalena de las  orillas, pobre en el pobrerío , herida de impiedad y desamparo, se salva en una línea, del Juan Linyera o un poema de laTei, referencias preñadas de cariño, piedad y  redención poética.

Ella, Su majestad del obrador, dilapida  su ardor  a los desosegados.

Si viviera andaría pisando los ochenta.

De no serlo ,valga esta ofrenda en el altar de su  memoria. Una esquela  mínima que diga, por  ejemplo, a la niña  cuyo único pecado fue sobrevivir al gusano del hambre.

 

 

ELOGIO DE LA LUCHA

  Unas palabras iniciales para el libro de Federico Martocci y Pablo Volking, "La HuelgaAgraria de 1919", primera ediciójn de La T...