Cubren con el hueco de sus manos
su quinta inmolación de la jornada,
brasitas de ocasión, humo y sudor
los pibes de la calle, tan callada.
Uno avecina ramitas al fogón
y otro arroja una botella desahogada.
La penumbra arropa una ilusión,
hada fugaz, ciega de luz, disparatada.
A medida en que la noche se embaraza
y un Dios hereje esquiva una proclama,
los pibes en la niebla avivan ascuas
por si acaso el calor resucitara.
En las orillas el trono está en la esquina,
y el barrio es un reino de entrecasa.
Suburbios de este Sur que se dilata
y culmina en la ciudad como una trampa.
Una luciérnaga alumbra retiradas
se van, cabezas gachas, embozados,
brillos furtivos, no alcanzan a ocultar,
esa angustia que se crispa en sus miradas.
………………………………………
(Están allí mis hijos, mis hermanos
mis nietos de un futuro, desahuciado
escribo mis pancartas, las levanto
y me subo a sus sombras, hasta abrazarlos.
……………………………………………
JCP
Agosto 2018
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