Mariana Orzacoa
Nos despedimos en la frontera
entre el Parque de la Memoria y laSeccional
Primera. Hubo un abrazo y un adiós sin palabras. Lo mismo que con su
padre, el inclaudicable Vasco Orzacoa.
Ella volvió a evocar a su superabuela,
la increíble Nélida Decristófano, al
tanto que un velero de sal navegaba en sus ojos.
La abuela nos dejó, centenaria, hace
escaso tiempo.No sin antes volver a prometer que -cuando su otra nieta(nieto fuera recuperada- festejaría
el acontecimiento con una gran
tallarinada plebeya en la plaza San Martín.
Esta muchacha que decimos padeció ,apenas con tres años de edad, la
persecución a sus padres y el secuestro de su madre, María de las Mercedes
Gómez, su, asesinato y apropiación del niño(niña que gestaba en sus entrañas.
De eso departió, una hora antes,
en elSUM del Colegio Manuel Berlgrano ante una pajarería de estudiantes que escucharon su voz serena y
firme con una mezcla de estremecida
emoción.
Mariana habló del derecho a la verdad y de la memoria como
herramienta para conquistarla .
Dijo más. Un manifiesto acerca de la lucha y el deber; sobre la legitimidad
de la utopía.
Luego apagó su voz construyendo el silencio más poderoso de
la jornada.
Vaya para ella esta alabanza . Y
un brindis, a la manera de Arlt, por el porvenir que nos pertenece por
prepotencia de trabajo.
El día en que el relato de las sociedades
del olvido, del odio y la negación, sea vencido, levantaremos la pesada lápida del mutismo con vigor colectivo.
En esa alborada Mariana se encontrará con su
hermana y sucederá esa fiesta en el paseo público.
Jamás renunciaremos a ese momento, porque la memoria es un tatuaje que se imprime en la
piel del alma y la verdad –como la poesía-
es un arma cargada de futuro en el que confiamos todos nuestros arrojos
y esperanzas.