foto: Dagna Faidutti |
Porque América, --tierra del futuro--,
igual que la mujer, vence de echada.
(Jaime Dávalos)
Putas, mitómanas, asesinas, golpeadas, arrastradas, humilladas... Uno pretende disponer qué hacer o decir de ellas. Cualquier cosa, lo que nos venga a mano. A las manos. Empero crece la sospecha de que, en cada articulación cimentamos nuestra propia capitulación. Porque ellas, desde los umbrales mismos de la historia, siempre nos llevan la ventaja: cavilan en claves insondables, acarrean el misterio de la existencia en las entrañas y –ya está probado - van a hacer con sus cuerpos lo que se les cante…
Si vuelven a nacer
serán como los pájaros
Ya lo sostuvo el trovador, en la bruma fugaz de la utopía, en ese atardecer del país que fue.
Retoñaron los versos en miles de endechas nostalgiosas. Temples como puños empinados en otras voces, en otros tiempos, otras brasas avivando la luz de los fogones.
Ahora verificamos, tras los desvelos de una noche inenarrable, que aun en la frustración, ellas, las putas de la historia, han doblegado la estolidez y la ignorancia.
Volcán de lava verde, pañuelo en ristre, derramaron por las calles sus certezas, concebidas de gracia y alegría.
Coral de las mochilas
son sus corazas
Dávalos retorna con sus coplas y ellas están allí para esperarlo. Noctámbulas, luciérnagas. A cielo abierto, brazo alzado, puño en alto, desafiando ofuscaciones y lloviznas. Acaso , como si nada.
Porque esas muchachas, al igual que las Madres, como el Cid Campeador en su última batalla, renacen en las plazas. Asoman en cada esquina de este Sur que las ampara. y se levantan, cuando todos las piensan derrotadas.
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