viernes, 29 de junio de 2012

Represión en La Pampa - LA OTRA DEUDA

(a la memoria de María Tartaglia y Jose Martiniano Mendizábal)

Renegamos de los juicios contra fácticos que a menudo tienden a enriquecer las justificaciones de los fracasados. Pero con el mismo énfasis estamos legitimados para recordar las representaciones del porvenir que proclamaban los ciudadanos de la década del setenta.

La diferencia es clara: en lugar del “qué hubiera sido si…”_ que sólo admite una enunciación desde el presente_, la descripción del pensamiento de una generación en una parcela del pasado. Ideario que configura un escenario determinado por los sueños, convicciones, la voluntad de trabajar en procura de ese destino.

Afianzados en ese punto de partida es dable inferir que la aplicación del plan genocida en La Pampa deja otra deuda además de las apuntadas. La comunidad pampeana podría reclamar lo que con mucha propiedad debería indicarse en la columna del “lucro cesante”. Los presupuestos no cumplidos de un colectivo social que avanzaba hacia el porvenir con otras ilusiones que el terrorismo truncó.

Sueños, ratificados con coraje y militancia en los conmovedores testimonios de Raquel Barabaschi y Pepe Mendizábal.

No es dificultoso el inventario.

Porque en la sociedad ideal esbozada hace tres décadas en el imaginario colectivo resplandecía el servicio provincial de salud madurado y eficiente. De igual manera se elevaba el bagaje de los bienes identitarios y por supuesto estarían superadas las dubitaciones sobre el concepto de región.

La generación de los setenta descontaba que gozaría de la televisión cooperativa. Y correrían, puntuales, los trenes (porque la gestión de Carlos Menem hizo lo que hizo gracias al soporte previo de la dictadura y la lógica del Plan Larkin instalada en la mente de los gobernantes de los sesenta hasta la actualidad).

No será ocioso subrayar que en aquel vaticinio La Pampa tendría más trigo y menos soja, serían inferiores los niveles de violencia urbana y la educación pública afrontaría sus desafíos de formar privilegiando la verdad histórica y la memoria con presupuestos adecuados.

Pero además, como si no bastare, avanzaría hacia la confección de un nuevo auspicio del porvenir sin ese lastre cotidiano que nos corroe y daña, que lastima y asedia a nuestras doctrinas. Con esa marca invisible que tanto se siente: el miedo. La estrategia del miedo y sus mutaciones, residuos de un tiempo largo que acaso puedan comenzar a exorcizarse en este juicio que avanza.



Despojados de las contingencias de tres décadas, en la sociedad imaginada por nuestros desaparecidos, la utopía estaría a la vuelta de la esquina.


(dibujo deRaquel Pumilla)


                                                                                                    Juan Carlos PumillaAgosto de 2010



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