jueves, 21 de junio de 2012

Mujeres -Chicha

La mujer, que el jueves ascendió por las estribaciones del Sipren, no vino. Ya estaba con nosotros desde aquellas crepitaciones de la calle treinta que, una vez más, como cincuenta veces más, reverberaron en estas dilataciones de arena que llamamos pampa.


Apenas puso a descansar su bastón blanco percibió la bienvenida de Liliana Molteni y las palpitaciones de María Tartaglia, la otra abuela que está sola y espera.

Dos pulsos y un solo corazón. Cosa de jueves…

Fue un abrazo estremecido, apenas sin palabras. Acaso el silencio más elocuente y sonoro de la tarde.

La mujer prodigó voces de aliento y bienaventuranzas, también una sonrisa para gratificar al nieto que escribió un libro para honrar a su Superabuela.

Luego dijo lo que dijo y se nos antoja que mancillaríamos esas verbalizaciones intentando explicarlas. Porque hay otro texto, explícito y rotundo, en el abnegado magisterio de su mirada o en la gestualidad de las manos acariciando el aire.

En la despedida hubo lágrimas y las confirmaciones de la Cofradía del Abrazo.

Al caer la noche, con su lanza en ristre, se internó en el obsesionado afán de presionar al otoño hasta convertirlo en Primavera. Será pronto, presentimos, apelando a esa convicción que nos legara Arlt hablando del futuro.

Cuando eso suceda todo será una fiesta y sonará Vivaldi.

Albricias de un tiempo nuevo, celebraciones de la memoria.

La mujer del jueves –que en un acto supremo de generosidad resignó el amparo de un tejido trunco, no se fue. Quedó aferrada para siempre en nuestras expectaciones.



Juan Carlos Pumilla



Marzo 28de 2007











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