jueves, 12 de julio de 2012

El operativo deAráuz según el Evangelio de Judas



                                                                    De eso, se habla





Sigue sangrando y no está saldada. Es una herida a cielo abierto en el corazón mismo del cuerpo social que conformamos. Cada tanto, revive. Y esta circunstancia, acaso, configure la matriz de un daño que corroe y fecunda una nueva manera de conflictividad.

La delación en perjuicio de vecinos y docentes del instituto José Ingenieros de Jacinto Aráuz, que derivaría en la aciaga jornada del 14 de julio de 1976 configura una materia pendiente en el análisis del vasto espectro de la represión en nuestro territorio.

Aquí, en estos dominios del viento, no había quien ignorase su tremenda significación desde que en las orillas se originaran y fueran extendiendo los variados apelativos de la admonición popular: chivato, buchón, batilana, alcahuete, soplón…

El poblado, ya había sido flagelado cinco décadas antes por lo que Osvaldo Bayer definió como “La masacre de JacintoAráuz”. Algunas proyecciones de estos sucesos, cuyas consecuencias fueron redimidas en clave poética por Guillermo Herzel, volvieron a poner en escena al poblado en fecha reciente. Ocurrió cuando comenzaron a trascender los detalles de la intrincada trama de odios, temores y rencores que indujeron a reconocidas familias del medio al empleo de una de las prácticas más deleznables de la condición humana.

Fue en agosto de 2010, durante la primera fase del juicio de la Subzona 14. Ante un auditorio azorado y estremecido, sobrevivientes, vecinos y alumnos desgranaron los pormenores de una experiencia educativa y social ejemplar y su correlato de antagonismo que impulsó a otros vecinos a un ejercicio al que Jorge Luís Borges definiera como el peor delito que la infamia soporta.

Este axioma está contenido en “Tres versiones de Judas”, texto que se interna en la tesis del teólogo alemán Nils Runeberg para promover una exculpación de Judas y al mismo tiempo regalarnos la opción de la reinterpretación para reflexionar acerca de la futilidad de la delación.

En los albores del siglo XX Runenberg analiza el denominado Evangelio de Judas y este escrutinio provoca en Borges la conclusión de la puerilidad de la imputación de la traición que se le adjudica al Iscariote. No la delación en términos genéricos sino esa delación.”Para identificar a un maestro que diariamente predicaba en la sinagoga y que obraba milagros ante concursos de miles de hombres, no se requiere la traición de un apóstol…”.

Adheridos a estas coordenadas de razonamiento se puede inferir que la descripción de actividades del colegio José Ingenieros y el suministro de información acerca de sus integrantes , constituyó una acción superflua pues no otra consideración cabe en una comunidad que apenas alcanzaba al millar de pobladores en una provincia donde todo el conglomerado urbano tampoco superaba los 85.000 habitantes.

Nadie era, más conspicuo en aquel invierno de 1976 que un médico, un productor agropecuario solidario o un profesor del establecimiento educativo de la pequeña aldea.

Empero, la práctica se ejecutó con método y prodigalidad. Primero, porque hubo un plan preconcebido. Segundo, porque la delación fue alentada, celebrada y tuvo sentido no tanto en la acumulación de información que abonara la tesis del accionar subversivo, sino para doblegar las reservas de dignidad de los denunciantes y convertirlos en rehenes morales de los destinatarios de sus diatribas.

La promoción de la denuncia, para hacer descender a la sociedad a sus niveles más oscuros de degradación, constituyó una obra de ingeniería que en La Pampa se aplicó con mucha intensidad y eficacia: abundan los testimonios –en el juicio de laSubzona- con detalles de interrogatorios tan feroces como superfluos. Cuestionarios al pie de la picana tan infantiles que, de antemano, evidenciaban que no se procuraba una respuesta sino el tránsito que va desde la entereza al quiebre de los resguardos éticos.

Los eventuales resultados adversos de las interpelaciones se superaban con la confección de declaraciones preconcebidas que los detenidos eran obligados a firmar sin poder examinar su contenido.

Samprón, Alvarez, Carlino, Bertón, Quartucci, Pozo Grados…y tantos otros igualmente iban a ser atormentados sin que sobre ellos pendiera una denuncia. Sólo porque sus perfiles y objetivos eran tan notables que automáticamente los convertían en blancos del terrorismo de Estado. Herederos de una épica, sobre ellos ya pesaban las historias de luchas y el heroísmo desplegado por los bolseros de la FORA, la trayectoria del pionerismo valdense francamente contestatario, la presencia del padre Valentín Bosch cuya prédica todavía reverbera en aquellas dilataciones del sudeste. Probablemente también ingresaba a este inventario la doctrina y compromiso de Manuel Negrín o la desvelada abnegación de Néstor Grill.

Y, como si no bastare, esta experiencia educativa singular, participativa, forjadora de conciencias bajo el cobijo de un centro formativo que lleva por emblema el nombre de alguien que describió como pocos la inexorabilidad de la nada bajo el imperio de la mediocridad y la ausencia de sueños.

Cerrando el cuadro, algo muy temido por los cobardes: el espectro ominoso de la reiteración en otras conciencias y poblados.



La preparación de los traidores según el magisterio de Bayer

"...Carlés (...fue el primero que les aconsejo “de casa al trabajo y del trabajo a la casa”. De las brigadas de obreros buenos salían los que iban a reemplazar a los huelguistas. Los obreros buenos rompían muchos movimientos propugnados por la FORA (eran llamados “los patoteros de Carlés” o “crumiros”).Carlés sabía lo que hacía: premiaba a los obreros que más se destacaran en su lucha contra anarquistas y maximalistas y hacía de ellos los futuros capataces. Y también premiaba a los miembros de las fuerzas represivas que se habían destacado en su lucha con los elementos disolventes: así se condecoraban a agentes de policía, pesquisas, comisarios, bomberos, soldados, suboficiales y oficiales del ejército y de la mar..."

(…)

"...Pero la suerte de la organización anarquista estaba echada (con la participación de ) las casas cerealistas, a los políticos conservadores y algunos radicales de la zona y, por supuesto a la policía. El plan era liquidar la organización sin más trámite. Para eso contaban con el visto bueno de Manuel Carlés y su Liga patriótica que puso a disposición de los organizadores del plan una brigada de “obreros buenos” de Coronel Pringles a las órdenes del incondicional Cataldi, que las oficiaba de capataz..."





La dignidad según la lírica de Herzel:

El bar de Amor y Diez

es el lugar del encuentro.

Llegan allí cada noche

a soñar un mundo nuevo.



Ellos saben que los miran

con desprecio los señores.

Que no aceptan su demanda

de mejores condiciones.



Cuando llegan los matones

a enfrentar a los bolseros

presentan a un capataz

que ni siquiera es obrero

(…)



“Ahora soy el capataz”

dice un matón desafiante.

“Usted no es de los nuestros,

es un traidor, un farsante”.





Según Runeberg, en la mirada de Borges, Judas Iscariote fue ese hombre: único entre los apóstoles, que intuyó la secreta divinidad y el terrible propósito de Jesús. Judas acepta la misión de entregarlo a la muerte y facilitar así el escape de la prisión del cuerpo y la liberación de la divinidad que llevaba dentro. No es entonces el villano que vende a Cristo. Es la víctima que acepta su destino, que se resigna a la infamia y desempeña el papel asignado, para dar cumplimiento a la profecía.

Acaso los que denunciaron, los que ocultaron y silenciaron, los que fundaron el ministerio del olvido –en Aráuz y otros puntos del territorio- los que se envilecieron en el ejercicio de la caza del hombre, alcancen algún día a percibir que con sus irredimibles vesanias han contribuido –como el Judas que concibe Runeberg- a la consumación de una realidad diametralmente opuesta a la que aspiraban: la reivindicación de una práctica social que nos trascienda, la aprehensión de de una didáctica para tomar por asalto al porvenir…

…en fin, la construcción de un sueño colectivo en el cual empinarnos en estos vislumbres de un año nuevo.



Juan Carlos Pumilla

Noviembre 2011









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