La mujer, que se deslizó
de una relación crepuscular,
sin jactancias ni rencores,
pinta sus labios y el sucio
vidrio del vagón le devuelve
un rostro cansado y ese rictus
de fastidio por la espera.
Porque el convoy no avanza
por un hombre que divide
su corazón entre los rieles
dilatando su retorno
a la esperanza.
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