"Se va la tarde".foto de Roberto Recofsky |
Hostigada
por un aluvión de desgracias sucesivas la razón de Madelén Bidagaray cede al
embate y es invadida por las hordas de una dimensión alucinada. La compañera
del hombre que apostó al futuro de Santa Rosa al plantar los cimientos de una esperanza
que hoy lleva su nombre, Villa Uhalde, se refugia en un viejo galpón y allí se
queda a esperar a las parcas. Cada tanto los fantasmas retornan y ella denuncia
a gigantes de un solo ojo o secretos
aquelarres a pocas cuadras del hospital de zona. Desesperada, formula extrañas invocaciones a Aitor que nadie entiende. Esto ocurre en Santa
Rosa, en un territorio surcado por las luces malas y los tinguiriricas. Sucede
que a la hora de defenderse Madelén apela a las armas que le provee su atormentada
memoria: los dioses, las voces y los
mitos del país vasco que ha quedado
lejos, infinitamente lejos.
La noche presenta su luna creciente
en sociedad mientras las brasas se blanquean en el fogón y el vino corre sereno
y amistoso, al igual que los relatos. José Depetris ha prometido historias de
su abuela y todos las reclaman atentos y distendidos. María Sarmiento se
descubre ante los comensales encantadora
y misteriosa, síntesis de esta pampa desmedida. Cautiva desde niña, la columna
de Redondo la rescata en los alrededores de la mítica Leuvucó. Con uno de sus
salvadores se habrá de casar años más tarde y no demorará en fundar una
familia que crece y se extiende por el
territorio de La Pampa.
María es fuerza y pasión y su
figura se embellece en el relato del nieto. Dice José que cada vez que
alguien le preguntaba por sus padres y sus orígenes se limitaba a responder lo
que todos presentían. Ella era hija del viento.
Margarita Serraino calla,
estremecida. Ella también tiene una abuela cautiva y mil historias de desvelos y coraje.
Incitada por el relato de José o al influjo de la magia de la velada se decide
al tiempo que elige las palabras. Recuerda a su abuela de talones cortados, recurso
de captores para impedir su fuga, y mientras habla el silencio se sienta
respetuoso a su alrededor. Dominga Mariqueo tuvo una vida de leyenda y no es casual
que Enrique Stieben se nutriera de ella para su Hualicho Mapu. Pero... ¿cómo se
entiende que habiendo retornado con los suyos doña Dominga siguiera teniendo
apellido aborigen? La voz de Margarita enronquece: es que es al revés,
explica,... ella era cautiva de los blancos.
(de la serie "Rimas")