martes, 7 de mayo de 2019

Ramos padilla y el colibrí

Es jueves y atardece,
 jueves de  ronda
y es otoño.
A la hora de estas líneas todavía perseveraba en la avenida San Martín, frente al Juzgado Federal, un grupo de manifestantes auto convocados para ratificar su apoyo al juez que no vacila en levantar las banderas de dignidad y coraje ante el hedor que emana desde el Poder Judicial.
Fue una concentración que tonifica la memoria y vuelve a interpelar a las conciencias cívicas. Ni tantos ni tan pocos, como decían nuestros abuelos. En términos históricos, en las coordenadas fundantes de la patria, los suficientes.
No está en debate el factor cualitativo, pero el elemento cuantitativo desvela, preocupa y obliga a repensar las estrategias de articulaciones futuras.
“Barajar y dar de nuevo, ganarle la partida al as d bastos”
El ciudadano, que le debe a la escuela pública, buena parte de lo que es hoy se refugia en un recuerdo que proviene de esa etapa. A medida que responde y replica los abrazos y palmadas de una cofradía fraguada en la calle, acude a su memoria la fábula del colibrí, que acaso explique y vigorice cada una de las presencias de esta tarde.
Ahí va:
Alguna vez se desató un voraz incendio en la fronda y allí acuden, prestos a sofocar las llamas que comprometen su hábitat, los hombres y mujeres con sus tinajas, los niños con sus jarros. Los animales acarreando los toneles y hasta un minúsculo colibrí con una gotita de agua albergada en su pico.
Alguien, acaso con sorna, o tal vez invadido por la incredulidad, inquiere sobre la eficacia de la acción.
Yo –contesta el colibrí- hago mi parte…

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