Foto: AlbertoGómez Huarte. 1938 |
A Negrita y Martín
Seguía a Josecito al pozo de las piedras,
a veces, cuando el viento
descansaba,
Puelches de ayer, en la
esquina Sur del puente:
en su lomo cobrizo, una promesa, enancada
La tarde sonreía antes de
ocultar sus dientes
y la
noche era un puñal, desenvainado
Vuelvo a ver al José correr
por la pendiente
alzando a voz en cuello un canto alucinado
Clamor que acaso
fuera grito,
para espantar los
fantasmas de la tarde
La soledad es una trampa y no da treguas
una guarida donde
el silencio aturde
el Reino de la
siesta se llama picadero
desde su trono se
evoca al pan tostado
la urgencia de un
regazo, una lisonja
que acaso se
prorrogue en un abrazo.
La casa blanca del Curacó resiste ahí como testigo
de este exorcismo ingenuo de una infancia sin
apuro.
Desde aquella lejanía reverberan los detalles
del conjuro ,las flechas
y esa lonja salada sin destino.
Josesito Alegre es un
recuerdo color sepia en la memoria.
Y ya es tiempo que les diga que he aprendido
que alzar
la voz ,desafiando a la
noche y sus hechizos,
viene muy bien para vencer al
miedo… y al olvido.
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