sábado, 18 de mayo de 2019

La siesta en Puelches

Foto: AlbertoGómez Huarte. 1938

A Negrita y Martín

Seguía a  Josecito al pozo de las piedras,
a veces, cuando el viento descansaba,
Puelches de ayer, en la esquina Sur del puente:
en su lomo cobrizo,   una promesa, enancada


La tarde sonreía antes de ocultar sus dientes
y  la  noche era un  puñal, desenvainado
Vuelvo a ver al José correr por la pendiente
alzando  a voz en cuello un canto alucinado


Clamor que acaso fuera  grito,
para espantar los fantasmas de la tarde
La soledad  es una trampa y no da treguas
una guarida donde el silencio aturde

el Reino de la siesta se llama picadero
desde su trono se evoca al pan tostado
la urgencia de un regazo, una lisonja
que acaso se prorrogue en un abrazo.


La casa  blanca del Curacó resiste ahí  como testigo
de  este exorcismo ingenuo de una infancia sin apuro.
Desde aquella lejanía  reverberan los detalles
del conjuro ,las flechas y  esa lonja salada  sin destino.


Josesito Alegre es un recuerdo color sepia en la memoria.
Y  ya es tiempo que les diga que he aprendido
que  alzar  la voz ,desafiando   a  la noche y sus hechizos,
viene muy bien para vencer   al   miedo… y al  olvido.







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