martes, 12 de abril de 2016

Adiós Negrazón

Leónide romero-Juan C.Pumilla

Este domingo Alicia Piombo, con un pellizco de humedad en sus ojos claros nos proveyó una noticia aciaga. Un día de este otoño que inicia  nos dejó Berlamino Leónide  Romero.
            Fue en Santa Rosa, en compañía de  sus más allegados, a los setenta y pico, un dato cuya precisión se nos escapa.
            Importa poco este detalle porque preferimos recordarlo siempre joven, como cuando lo conocimos en los albores de los setenta, recién llegado  de Córdoba.
            El viejo taller de la calle Spinetto fue desde entonces centro de confluencias. Su procedencia y el momento histórico marcaron su nuevo apodo. Una especie de homenaje a su estirpe plebeya lo convirtió en “Negrazón”. Nosotros, en   consecuencia, fuimos ”Chaveta”…
            En la provincia mediterránea había  despuntado como  metalúrgico y de la mano de este oficio no tardó  de encolumnarse  al incipiente clasismo y sumarse a sus luchas  cerrando filas con los sindicatos de Luz y Fuerza, Smata y Sitrac y Sitram, entre otros.
            Fue constante su prédica  por los contenidos centrales de Huerta Grande y La Falda, que establecieron una contradicción principal, “Liberación o Dependencia” que aun hoy no ha perdido vigencia en la escena latinoamericana.
            Estas adscripciones  le   confirieron una experiencia que fue bienvenida y providencial para todo protagonista de combates nobles e insignes. La lucha de salineros, por ejemplo, la más larga de la historia del país. O las de la COPDRIP que nunca cesan, colectiveros o municipales, más tarde, justo al borde del la luctuosa noche cuyo cuadragésimo aniversario acabamos de conmemorar.
            A la altura de aquellos conflictos estaba enrolado  en las filas del Partido Socialista de los Trabajadores y promoviendo la fórmula Coral Ciápponi en estos confines. Su filiación, lejos de alejarlo del conjunto de actividades y agrupaciones políticas partidarias, lo acercó al punto de convertirse en un actor indispensable tanto por el vigor de su militancia como por la comprensión de las complejas articulaciones de  frente único que lo convirtieron en una prenda de unidad.
            Así, lo vimos compartiendo asambleas  en Salinas Grandes, en los encuentros de ATE, en los debates en el salón de Villa Parque, en el Club Independiente, la Casa del Pueblo o la  histórica  casona  del PC de la calle González. No estuvo ausente, tampoco, en el diseño de otras defensas en el lamentablemente abandonado local de la Democracia Cristiana en la calle 9 de Julio o en el reciclado taller de actividades frentistas que alumbró tantas jornadas de discusión y enriquecimiento ideológico en Alsina y Gil.
            Como si no bastare puso empeño en la adecuación de la sede de “Con todos”, en la avenida San Martín, casi Rivadavia. Una maravillosa experiencia contestataria  que deja como herencia una revista y una conducta.
A pocas horas de que Balbín apelara a  Almafuerte para sostener que todos los incurables tienen cura cinco segundos antes de la muerte, Leónide subió a su trajinada moto para recorrer distintos puntos de la militancia con el objeto de organizar la resistencia.
            Repitió esta conducta luego cuando los carapintadas y la volvió a ejercer cada vez que la Cooperativa Popular fue víctima de asedios. Allí estuvo, de principio a fin, con su desvencijado  colectivo  devenido  en escenario para los oradores  de la solidaridad.
            Sufrió en su oficio, al igual que una legión, los avatares del Rodrigazo  tanto como de los Alsogaray y sus epígonos. Estas contingencias pusieron a prueba su ingenio al punto de convertirlo en  precursor de una estufa metálica de gran utilidad y economía cuyos derechos de  paternidad  nunca se arrogó   al punto tal que hoy las vemos reproducidas con precios  a tono con  la tendencia off shore que  se abre paso en  algunos titulares de la actualidad.
            Cada tanto, en espacios más dilatados porque la realidad impone agendas a contramano de nuestros deseos, lo visitábamos procurando un recreo para la ronda de mate amargo o someterlo a una tarea que desafiara sus habilidades de tornero.
            Vamos a extrañar esas jornadas en que la realidad  se detenía para abrirle paso a la fraternidad.
            A muerto un amigo, querido Negrazón. Nos ha dejado un socialista cabal, un luchador inclaudicable, un hombre de temple y fierro.
           Nuestra memoria hará que siga vivo.

           



           
           
           


La casa es el umbral

  La casa es el   umbral ( Mínima canción de contingencia) Retumban   esas   suelas...