jueves, 16 de mayo de 2013

Aguante alegría

               
                Con el objetivo de realizar un ajuste el Observatorio Naval  detuvo el jueves durante un segundo el reloj atómico que guía nuestras jornadas. Pero el tiempo, ya se sabe, es una arbitrariedad del pensamiento: el corazón  de los argentinos se había detenido horas antes en Dallas cuando el poder asociado al servilismo decidió robarnos un fragmento de felicidad en el momento que más la precisábamos.
                Nuevamente, como ya es histórico, en el Norte se deciden nuestras tristezas.
                El razonamiento deportivo insiste en que nos quitaron a un jugador excelente. Esto es real, pero unilateral y hasta economicista. El pensamiento comunitario, con esa intuición que da la calle, sabe que allí en Dallas nos cortaron la garantía de transitar por la ancha avenida de la felicidad colectiva. Ahi está la gran contribución social de Diego. Nos han estafado. Nos escamotearon la chance de obtener un trocito de merecida alegría, algo que , como fenómeno de masas, está ausente del firmamento nacional desde hace casi una década.
                La leyenda sostiene que el Cid Campeador ganó su última batalla muerto. Derrotó al enemigo amarrado a su armadura. Por alguna extraña asociación de ideas esta imagen nos asaltó el jueves cuando -tras la derrtota ante Bulgaria- un niño respondió a una encuesta callejera sosteniendo que, a su juicio, el mejor jugador de esa contienda había sido Diego, precisamente el gran ausente.
                Diego, Dieguito, el constructor, el albañil del edificio diseñado con gambetas en el que todos quisiéramos habitar. Diego, el muchacho al que le cortaron las piernas y le nublaron el corazón.
                Ese sentimiento, de reconocimiento y pertenencia, es el que está agraviado por la FIFA y la AFA. El número diez de la selección no sólo es bueno con  la zurda.  Es paradigma. Es la certificación  de que se pueden vencer los espectros de la oscuridad, que es posible derrotar a la droga, una lección que debiera figurar en los manuales escolares.
                Maradona es la demostración viva de que no importa el tamaño de la equivocación si existe la voluntad de corregir. Y más: que la dimensión de la gloria la otorga la medida de las miserias que contiene. La respuesta de los poderosos, de una hipocresía superlativa, fue denostarlo. El cinismo no le perdonó que consumiera drogas pero mucho menos que se recuperara. El poder, ese que se estremece ante el término "rinoscopía". Pero hay algo más: es muy fácil cantar la falta con las treinta y tres de mano, lo difícil es hacerlo sin cartas, sin obsecuencias, contestatariamente, con el corazón instalado desde y con los cabecitas negras.
                En estas horas en que la sociedad llora y los de juicio fácil condenan, surgen voces que intentan encorcetar al fútbol limitándolo solamente a su faceta deportiva Con cierta y justificada lógica sostienen que la realidad trasciende los estadios. Esta forma tuerta de mirar la vida le poda a la reflexión el hecho formidable de que el mundial -con Diego- , nos unificó, nos hizo sentir juntos, nos preparó anímicamente para empresas mayores. Pero hizo algo más, con ese sentido del equilibrio que tiene la gente, de la mano del fútbol vino la consideración de las distintas facetas de la crisis nacional. No hubo panel de análisis de este juego como pasión de multitudes que no mencionara a los jubilados, las sansonites, Malvinas y hasta los treintamil. La realidad, esta vez, penetró a través de los estadios.
                Como se ve, hay razones para los pesares ciudadanos y significa mucho qué hará Diego con su futuro. Pero importa más la verificación de lo lindo que resulta la felicidad compartida, la comprobación de que es lícito y posible obtenerla en forma conjunta. Gambetearle entre todos a la noche y hacer el nuevo día. En este país de soles mancillados, en medio del desconcierto, malheridos, tristes y hasta confundidos vale la pena, como en la vieja leyenda, aferrarnos a nuestras armaduras y salir a pelear por la alegría.
                                                                                            
                        2 de julio de 1994-publicado en diario LaArena


La casa es el umbral

  La casa es el   umbral ( Mínima canción de contingencia) Retumban   esas   suelas...