Ella es, coinciden todos en Guatraché, la joven más bella.
En las tardes remolonas de verano sus manos se deslizan por el piano arrancando
viejos sones, melodías de amor y vida que se filtran a la calle y ganan las
casas vecinas. En el interior de una, Pantaleón Miranda espera con ansiedad la
hora en que el sol se aleja y pulsa quedamente su guitarra con dedos
rugosos para acompañar los acordes de la
niña. Es su manera de estar con ella, la
manifestación de un sentimiento imposible y profundo. Callado, porque es cosa
sabida que también el amor, como la música, se compone de silencios. Así
durante semanas, meses y años. La muchacha
nunca sabrá que ese hombre, cuyo cortejo fúnebre pasa por la ventana
apagando su piano, acompañó en un temple
especial las tardecitas del poblado que nunca volverán a sonar de la misma
manera.
La memoria es un tatuaje del alma. Se lleva en la conciencia y obedece a sus dictados. Indeleble, eterno, nos dice quiénes fuimos y revela lo que somos. Testimonio para presentir destinos y decidir qué haremos
La casa es el umbral
La casa es el umbral ( Mínima canción de contingencia) Retumban esas suelas...
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