martes, 9 de agosto de 2016

La desopbediente



Con sorpresa, no exenta de un miligramo de tristeza, leemos que una pampeana, hermana de un asesinado por la Triple A, reprueba la actitud de Hebe de Bonafini por resistir una orden del el juez federal Marcelo Martínez Giorgi.
En realidad la condena se sustancia en un dato irrelevante que se puede sintetizar así: “ella lo hizo, yo no lo hubiera hecho”
No lo hubiera hecho, confiesa, por su apego a la democracia y a la justicia.
En síntesis, por la adscripción acrítica a un sistema que promueve la desigualdad, que consagra la injusticia social, que hambrea, despliega políticas de miedo y odio y promueve leyes que lesionan la soberanía nacional y desprotegen a los más desprotegidos.
Una justicia manierista, sesgada, con el velo descorrido, que no sólo impide o retrasa que ese asesinato de la Triple A encuentre a los culpables y los condene, sino que se abstrae en sobreactuaciones tan visibles como groseras: justicia de las retroexcavadoras que se activan o no según los bienes sean de Báez o de Calcaterra.
Justicia moralista, por Morales, claro, que persigue a dirigentes sociales, los encarcela y luego busca encuadres legales y alguna prueba.
¿Alguien pedirá perdón por haber promovido el ocultamiento del mural de Milagro Sala, la cooperativista que lleva doscientos días prisionera. ¡Doscientos! : uno como pena por su rebeldía, ciento noventa y nueve como escarmiento y disciplinamiento social.
¡Ni que hablar del corazón offshore de toda la planta gubernativa!
Henry D. Thoreau. En 1848, precisamente un año clave en la historia, el mismo año en que Federico Engels advirtió a lo dueños del
poder que había un verdugo aguardando en la puerta, publicó su obra Civil Desobediency. En este opúsculo defendía que toda reforma social debe partir de la conciencia moral del individuo, que se rebela contra un orden que le parece injusto. Explicaba Thoreau que La desobediencia civil es una forma de protesta social que consiste en la resistencia pacífica hacia el poder, sus leyes, órdenes y exigencias. Es un desafío público –enfatizaba- a la autoridad y cuyos protagonistas aceptan la sanción que supone dicha desobediencia. La desobediencia tiene como objetivo protestar, presionar al poder para cambiar una ley, un orden y hasta para transformar los valores del mismo.
No debe confundirse la desobediencia civil con la acción de delinquir, ya que ésta no conlleva una protesta y sí un beneficio egoísta y, además, aquella es abierta, a la luz pública, sin el componente clandestino del delito. La desobediencia civil puede confundirse con la objeción de conciencia porque tienen un origen común, pero la objeción suele estar regulada o permitida, al menos, en los países democráticos, frente a la desobediencia que no tiene ninguna cobertura legal en los ordenamientos constitucionales y jurídicos.
Así, desobedientes fueron los que quemaron sus órdenes de enrolamiento para combatir en Vietnam, los protagonistas del mayo francés, los revolucionarios del Parque, los cabecitas negras que hundieron sus patas en las fuentes, los que partieron desde el Barrio Clínicas para confluir con las columnas de Tosco en el cordobazo.
Desobedientes, los precursores de mayo de la patria. Los queridos, heroicos, aguerridos jacobinos cuyas imágines prevalecerán en la memoria de los justos aun cuando a alguien se le ocurra silenciarlos o bajar sus cuadros.
Hebe fue desobediente. Y al hacerlo prodigó una lección de ética y de comportamiento militante. Porque Hebe no es Hebe: es la representación de un colectivo social que la trasciende y dilata por toda América y el mundo
Así las cosas la presidente de Madres de Plaza de Mayo desobedeció aun cuando algún recóndito pliegue de su fuero íntimo le hubiese aconsejado que acatara la citación judicial.
No podía aceptar y no lo hizo, porque la convocatoria obedecía a razones maniqueas, antojadizas de un juez ansioso de clarinetes que en el último instante percibió que esos diez minutos de tensión en la entrada de la sede de Madres ponían en marcha un peligroso mecanismo de respuesta social que él, ni nadie, estaba en condiciones de afrontar.
De manera que bienvenida la desobediencia, gracias a ella la historia se pone en marcha y rubrica sus victorias.

ELOGIO DE LA LUCHA

  Unas palabras iniciales para el libro de Federico Martocci y Pablo Volking, "La HuelgaAgraria de 1919", primera ediciójn de La T...