Camila Mendy nos regala un momento de la proyección del jueves 14 de agosto de 2014 y al hacerlo incorpora para la memoria histórica el registro del inexorable fin del formato 35mm. Dentro de algunos años, no muchos, cuando las salas de cine sean circulares y los espectadores asistan atraídos por complejos hologramas, este video será objeto de culto por cinéfilos, docentes, alumnos, enamorados de un capítulo de la cinematografía que llega a su fin.
Nadie dijo viva el rey ni preguntó por quién dobla las campanas. Hubo, se hizo evidente, cierta compunción en la despedida de un sistema y la consagración de otro.
Walter Geringer, preservador de tesoros, obsequió a los presentes un trocito de celuloide a modo de recuerdo que los visitantes recibieron y guardaron con circunspección. Fue un gesto y un momento de alto contenido emotivo cuyos alcances no pudieron ser sofocados por el bullicio y convites del inicio de una nueva semana del cine francés.
Catherine Deneuve no lo supo -abstraída por la consideración de una mentira, que en una sala de las pampas chatas su serena belleza iba a acompañar, con una nota grave, a este miserere por el fin de un ciclo al que ella tanto contribuyó.
La tirita que Walter depositó en manos de Raquel presenta a James Gardner formulando un parlamento por la libertad. Podría habernos tocado Marilyn, o Marlene. Pero, en fin…
De repente Walter fue Sam Spade prometiendo investigar a qué film corresponde la escena.
¿Tal vez “ la mentira”? El bueno de James nunca volvió a repetir una línea semejante ni como compañero de Marlon Brando, enfundado en Maverick o hundiendo el acelerador sensurround en el circuito de Grand Prix. Acaso Griessa invocara la eventualidad de un desacato.
Acompañando la escena Jorge Ponce no ocultó su emoción. Desmintiendo su juventud Jorge se inició como operador regulando las pinzas de los carbones para que las acciones no languidecieran. De manera que esta última proyección marcó para él el fin de una etapa, la extinción de una disciplina y la condena a sala de trastos a esos recintos sagrados y mágicos que fueron las cabinas de proyección.
Acaso una lágrima, de emoción o nostalgia, se haya abierto paso a medida que engrosaba el carrete inferior y mientras Catherine intentaba arreglar el desorden de su jardín, tal vez de su vida.
Nos fuimos del Amadeus con un sentimiento indescifrable hundido en las costillas. Se apagaron las luces de la entrada y nos alejamos con morosidad.
A los pocos metros unos pasos acelerados interrumpieron nuestras cavilaciones. El sujeto, sombrero Stetson, enfundado en una gabardina gris, vociferó con un brillo obstinado en sus ojos:
-Eh tu, devuélveme mis fotogramas.
-Jamás los tendrás, Walter los guardó, bien guardados, en el interior del Halcón Maltés.
La sirena de un patrullero alteró el silencio profundo.
El hombre bajó los hombros y el haz de luz se apagó en su mirada .Dio la vuelta, llegó a la esquina de Gil yAlsina y se sumergió en la bruma de los terrenos del ferrocarril.