ESTUDIANTES PAMPEANOS CREARON LA PRIMERA FOTONOVELA SOBRE LA NOCHE DE LOS LÁPICES.
MENOS MAL LOS PIBES
"...Están allí mis hijos, mis hermanos
mis nietos de un futuro, desahuciado.
… escribo mis pancartas, las levanto
y me subo a sus sombras, hasta abrazarlos..."
Leemos: en el Hades, los muertos no conservan recuerdos de su
vida anterior porque han cruzado el Olvido, el límite del retorno.
Menos mal que están, para vencer la amnesia,
ellos.
Pibas, pibes que recuerdan. Mejor aún, moceríos desobedientes
e insobornables, con memoria. Heredada, porque esos relatos y reminiscencias provienen de otra época.
Quedaron impregnados en las paredes, en las
estigmas de una calle adoquinada,
en las arrugas de un rostro que espera, en los manteles donde sobra un plato, o dos, o todos, Ausencias que duelen y sublevan. Una falange del tiempo en el que el Leviatán sentó sus reales alterando todo: subvertir la lógica de la existencia
hasta alterarla: por caso, que los hijos mueran antes que sus padres.
¿Otra época?
Los chiques que nos convocan a esta maravillosa iniciativa, irrumpen
a contramano de las directrices que
imponen los dómines del sentido común. Muchos de ellos alzan pancartas
reclamando justicia, o presupuesto. Otros añoran la tibieza de un abrazo
fraterno porque el abuelo de las caricias se retrasa en regresar al hogar. La
mitad se irá a dormir con la panza vacía
y los restantes avanzan a
tientas, navegando por los avatares de esta tormentosa, peligrosa, incierta
singladura que en la asepsia de los manuales se reputa como realidad.
Esta fotonovela alivia, rejuvenece la orientación de la
esperanza, se afianza en el legado de libertad, justicia y futuro que esa monumental parcela de jóvenes, cuyo vacío
se evidencia en los padrones, nos dejara.
Uno de nuestros maestros, Nervi, solía decirnos que,
enfrentados a instancias espinosas, al
tigre afgano se lo caza con el lebrel
afgano.
Estos muchaches de
ahora no conocieron a Ricardo, pero replican esta sabiduría en sus
realizaciones. Primero los retratos, ahora los fotogramas y la dramatización.
Lenguajes remozados para acceder a conciencias lozanas y refrescar a los mayores la importancia de no
desdeñar los recursos, sino ideologizarlos tras el objetivo de urbanizar nuevos
paradigmas.
Impedir que la historia se repita como tragedia, honrar la
lucha y a los luchadores, romper el
silencio, proteger a los pájaros caídos.
Ya lo hemos dicho pero insistimos: la memoria como redentora
de la historia. Un magisterio de ofrendas sin jactancias. Esa es la remembranza
que nos gusta, la que sirve para
construir cosas nuevas. En ella nos refugiamos,
a su amparo nos defendemos, con esa
memoria en ristre avanzamos al porvenir con el afán de calibrar – tal cual lo hicieran los rebeldes
de la generación inmolada -cuánto nos
falta hasta pellizcar, nuevamente, el cielo con los dedos.
Noches, lápices y aquí, exorcizando la oscuridad, soles.
Germinales desenfadados,
galácticos.
Se despliegan luminosos
entre nosotros cada vez que promovemos la alborada
de estas páginas.
Amanecen en nuestro firmamento desbordados de luz.
Obcecados, esculpiendo la melga de renovados horizontes.
Vienen del otoño, soles primavera.
Juan Carlos Pumilla
Noviembre 2024
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