Mira con fiereza a la
cámara. Provoca. Lo hace con su postura y con la leyenda que cuelga de su
pecho, que es donde se conservan las
cosas cercanas al corazón. No sabemos quién es, embozado y con lentes. Pero lo
conocemos: aquí en La Pampa se llamó Arana, Losada, Aragonés, Savioli , Bibini
…y muchos más. Centenares, acaso miles. Algunos ya no están pero otros permanecen
como para indicarnos cuánto nos falta por recorrer. El hombre resiste a la lluvia y al tiempo. Como las cucarachas.
Viene de una parcela de la vida que no figura en el catastro de Dios. Sobrevive porque, como en
esta peste, aun no se ha encontrado un remedio más eficaz que los conocidos. Un
pesticida social que acaso se llamare
memoria .
La memoria es un tatuaje del alma. Se lleva en la conciencia y obedece a sus dictados. Indeleble, eterno, nos dice quiénes fuimos y revela lo que somos. Testimonio para presentir destinos y decidir qué haremos
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