miércoles, 22 de abril de 2020

Acerca de la infancia

Santa Rosa.foto Archivo Hilda París
/a Alejandra Ongaro)


Al sur de  los baldíos
un año se desahucia
se siente como ausencia,
una línea sangrada,
o esa hoja de otoño
que se hereda en el alma

Ahí está la tarde, el viento
un remolino tejiendo  en las esquinas
y nosotros, los pibes, en la calle,
peinada por  rachas  extraviadas,
buscando una  piedrita  azul,
tal vez rojiza,
o algún   talismán cobrizo
con forma de moneda.


La siesta iguala diferencias
 y el fuego  de los hornos
acaricia   el campito con  cenizas,
 pincela  los techos pasto puna
 hasta volverlos grises,
tal cual  como sentimos
 las  distancias.

  Desde este Sur que digo
y hasta este  centro, tan distante,
brota   un rumor milonga en las orillas
un temple extraño bendecido o endiablado
un reclamo,  una  copla lisonjera
dedicada al  Bustriazo fugitivo
que  presiente  a su amor,
 entre la niebla.

En la plaza una fuente  y un retoño,
un ángel entumecido  de saliva salada.
La estela de una niña en los labios de todos,
sufragando su pecado de amor al forastero.
En los textos la dicen,
desesperada.

¡Ay , si ella hubiera sido  Rubiatango
para que le cantara algún  trovero!

Acaso ya es  domingo y en la villa asoman
humitos de fogones,
olor a  pan tostado,
los pliegues del mantel semejan ríos
caudal mate cocido, jarro de  lata
y a veces, si los duendes,  la  sorpresa,
maravilla en la mesa de los ranchos
una barquita entre la arruga de hule oscuro,
singladura de leche y mermelada.

La aldea deja de ser doncella,
 procura valideces y se asfalta.
Tal vez Piquito encienda su altavoz
anunciando  que el Marconi, se engalana
porque allí viene sonriendo  un tal Gardel
a la Garbo, que espera,  enamorada.


Después… la  vuelta del perro los domingos,
el Cholito custodiando las equinas,
un chasirete jugando a la escondida,
y esa  foto de un amor que se ha velado.

El viento se cuela en las hendijas
y hace temblar la copa de los tilos
trayendo un mar de arena a los zaguanes,
a la  galería, la que lleva al patio.
o hasta el rezongo vecinal que se dilata
por los tendales
donde vuela un pájaro.

Aquí no hay tregua para  las escobas
ni tiempo suficiente para armar  defensas
(¡Cubriendo los flancos de una puerta
con la sabiduría del papel mojado!)
porque ya la jornada se deshoja
  rubor  de Oeste, color grana
prologando a  la luna en  sus asensos
 o a  su perfil chapoteando  en la laguna.

Aquel fogón acuna miserere triste
en los brazos de diáspora y salitre.
los que vienen  no miran hacia atrás
 se han borrado las huellas del regreso.
Y también porque  Bustriazo  ya se ha ido
corcel alado, brújula en mano
en busca de un  misterio y de la Rosa
algún  embrujo, el puente de los puelches,  
-el cauce sediento de ese río-
en el que amanecen las calandrias.

abril 22- 2010






















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