En el niño al que
apalea, distingue a un enemigo. En la
muchacha que trata de huir de sus garras, un objeto de placer. La mira del
fusil no devuelve esa lágrima ni el ojo que estalla. Sus retinas solo confirman una lección, la ejecución de un chantaje
histórico para esos rehenes del porvenir que algunos llaman sobrevivientes. Frente
a una whipala que flamea , verifica una amenaza . El soldado,
que desliza su mirada en este e solar en llamas que propicia, en las devastaciones
de la avaricia y en ese horizonte ceniza donde habitan los escarnecidos de su afrenta, no ve la
realidad. Acaso constate su propio futuro.
La memoria es un tatuaje del alma. Se lleva en la conciencia y obedece a sus dictados. Indeleble, eterno, nos dice quiénes fuimos y revela lo que somos. Testimonio para presentir destinos y decidir qué haremos
jueves, 5 de diciembre de 2019
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