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El
crepúsculo es el más luminoso que recuerda y alumbra relámpagos de plata sobre el lomo de los
pájaros. Se abaten los ojos al fulgor de su pechera mientras una lágrima se dispara
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Bajo de
aquel olivo que crece entre los lirios yace
una rama mustia, trunca madera.
Acaso suene un río y ese rumor del agua fluye como un poema.
Una
línea que diga, propiciando un vaticinio:
quiero dormir el sueño de las manzanas…”
El trueno
de la noche mancilla una paloma incierta. Un pétalo de rapa abriga su herida.
No hay
testigos, Goya ya ha marchado
astillando las tinieblas de Príncipe Pío.
Desde
el Sur de la sombra, aligera y desangra, esta elegía.
¿Alguien
sabe dónde?
Hay un
barranco y una pala, sudor en la frente
del que cava y esa matriz
de sal andando cauce abajo en la
mejilla del que aguarda.
La pala
lacera la ladera hasta la piedra y la piedra
magulla su filo. De la misma
manera que lo hace un verso, aquel texto
de otoño, ese pregón de alerta por los que avanzan sembrando hogueras.
“”Sobre
el olivar
hay un
cielo hundido
y una
lluvia oscura
de
luceros fríos
El que busca sabe del montecillo,
del río y la pradera. Y de la desgajada sombra granadina , sus latidos.
Interpela,
tenaz, entre cien silencios, cien olvidos.
No
reclama aquiescencias tampoco concede treguas. No se detiene, ni se rinde.
Se
extiende, sin premuras ni sosiegos.
Procede
como la memoria…
…o esa
mantilla verde de Viznar que se dilata,
al amparo del árbol, donde crecen los lirios
(set.2019)
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