Pertenecen a un país que ya no
es y están allí, en la soledad descascarada, lamiendo sus heridas, lejos de los
ecos de otras épocas. Otras voces poblando estas galerías que el viento recorre, puntualmente,
acariciando desconsuelos.
Siguen
siendo nuestras y acaso estén como estamos todos: poblando un andén que está
solo y espera.
Es
bueno visitarlas. Desandar sus recorridos para reconocer los puntos de partida
y, si no perdemos el tren, presentir los
destinos.
Visitarlas
como un ejercicio de la memoria, para saber qué
fuimos; para establecer qué haremos...
Crece el monte
en su interior. Avanza insolente y tenaz,
como si fuese un reclamo. Afuera, contrariando a las vías, un retoño
despliega desafíos y marca la medida de
la ausencia.
Ahora, a través del árbol, mediremos
alturas y distancias.
Los tramos
recorridos...
...y todo lo
que nos falta
Ellas, las
estaciones...
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