domingo, 25 de agosto de 2019

días de juicio. Final de puño en alto

Juan C.Pumilla- Norita Cortiñas
Nos lisonjeó  el  rostro  con las  manos  y su mirada profunda completó la bendición. Nosotros, los ateos, consagrados  en esa ceremonia plebeya. Austera, queda, henchida de convicción y lucha. Luego fue a la calle  a decir, más bien gritar, por aquellos que estarán ahora y siempre. Hasta la victoria.
Ella desandó distancias y volvió  a  dictaminar el triunfo de la memoria en el sitio del tormento, los aposentos de los dueños de la vida y de la muerte que media hora antes habían conocido su sentencia: ni olvido, ni  perdón.
Hace dos años, agosto era más frío y el futuro incierto. Dos inviernos se desangraron hasta alcanzar  estos auspicios de primavera que tan bien nos vienen, que tan bien nos hacen.
Con voz pausada   certificó estas conclusiones horas después, desde un escenario pletórico de luces, pañuelos y emociones.  Su figura menuda emergiendo de las apasionantes páginas de un libro que la pinta de cuerpo entero. Enorme, no se equivocó Fidel, porque no se trata de estaturas sino de grandezas.
Luego se fue, pero sabemos que no es así. Sigue palpitando en estas torpes líneas que intentan infructuosamente la obtención de una metáfora afortunada. Un texto eficaz para la honra. Una línea auspiciosa desde estos medanales que ya la extrañan, un pensamiento escrito que haga justicia a la mujer, la luchadora que no ceja, compañera  de mil luchas  y dos mil rondas. Ella, paradigma  de vida y combate.
¡NORITA!
El viernes 16 de agosto de 2019, hace apenas unos segundos,  porque la medición del tiempo es arbitraria en la conciencia, la vimos llegar montada en su mágico cayado.  Amazona  blandiendo  su pañuelo verde, para  corroborarnos – por si hiciere falta - la inexorable obediencia a las leyes de la perspectiva. Ese dictamen inapelable que la agiganta, cada vez más portentosa, a medida que  nos acercamos.





(foto Dagna Faidutti)

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Historias minimas-c

  Esa lágrima en la mejilla, ahí le apunté