…Y
no estará demás, auspiciados por el calendario, fundar un manifiesto. Una copla de amor. Una resuelta articulación
de la palabra para ofrendar a la que nos congrega en este itinerario de honras
en el tiempo.
Una
formulación categórica para la que nos desvela y enamora, en estas albricias
del otoño que provoca la junta.
Refugio
en la soledad y ante el olvido, viene desde tan lejos y siempre está presente propiciando
esta fraternidad de los abrazos. ¿Qué otra cosa decir para la que nos contuvo
en horas de incertidumbres y desasosiegos? Que limpió las heridas, profundas,
del tormento. Un mínimo texto, insistimos, que se pronuncie despacio y sin apuro.
Sin ruidos ni estridencias; que crezca desde abajo hasta tocar el cielo.
No
faltarán cantores en alguna madrugada, que empuñen diapasones para avivar los
fuegos, celestes, del recuerdo.
Un
himno de amor, una plegaria. Acaso una canción que colme los espacios ganados
al silencio.
Para
ella, que persevera y alienta. La que acaricia, contiene e inaugura caminos en
este horizonte de extendida llanura. En esta capitanía de basalto y caldén
donde el sur se expresa y alza vuelo.
En
fin, una tangible proclamación de sentimientos para la indestructible dueña de nuestro
corazón y destino.
Para
esta mujer que digo, flor y matriz, valga esta elegía nacida
desde el alma.
Ella:
La
niña, la madre, la patria… América.
Juan Carlos Pumilla
Marzo 2010