viernes, 22 de enero de 2016

El desocupado

(publicado por primera vez en el  diario La Arena en 1978)

La risa –decía Rabeleis- es propia del hombre. Esa facultad ya no es natural de un sector de la población que transita su angustia por el país tras el rótulo de “desocupado”.  La legión de hombres y mujeres sin empleo ha pasado a engrosar la lista de nuestras profesiones cotidianas.
            Así, desocupado se esgrime como quien se presenta “doctor”, “abogado”, “carnicero”, etc.
            Como toda persona enrolada en determinada actividad al desocupado presenta también características (modalidades, criterios, modos de enfocar la vida) particulares.
            El ocupado pierde su trabajo e ingresa en un mundo desconocido, cruel, con una filosofía propia.
            Y aquel que antes era eficiente, audaz, con iniciativas, va perdiendo todas estas facultades ante las sempiternas negativas a su requerimiento de trabajo.
            El desocupado comprende que ha estado habitando un mundo desconocido, hostil. Esta revelación –sumada a su problema- lo toma desconfiado, inseguro y le crea un problema familiar y social. Cada vez vacila más aquella capacidad que lo hacía mostrarse como el hombre que “vale tanto” que “es capaz de tanto”.
            Ahora, su presentación se ha modificado. Es el que pide cualquier cosa, las changas los corretajes, lo que sea con tal de salir de la nueva posición en que está inmerso.
            Si el desocupado es soltero se irá a otros lugares a probar fortuna. No regresará, salvo que la consigna, pues no quiere sumar un lauro más a la larga lista de frustraciones cotidianas, la de encontrarse con sus amigos y que le pregunten ¿cómo te fue?
            Si el desocupado es casado, su problema es mayor. Permitirá que su compañera solvente el pesado lastre de la economía hogareña con su solo salario. Pero al tiempo, esa situación se torna insostenible.
            El desocupado, que aún no puede desarraigarse de la condición machista de esta sociedad, no aguanta esta situación, s torna irascible, su inseguridad crece y su actitud desarmoniza su hogar.
            La familia por su parte también recibe estas influencias. La esposa asume en la mayoría de los casos una actitud comprensiva que de tan evidente, se convierte en una peligrosa trampa. El desocupado se retrae el cariño y desprecia las efusiones.
            Los restantes miembros del clan familiar (suegros, padres, tíos) que al principio fueron los campeones de la comprensión y de las muestras de ánimo comienzan a emprender la retirada. Por algo será que estás así, concluyen, para justificar su alejamiento.
            ¿Y los amigos del desocupado? Al principio lo consuelan, lo apoyan económicamente, hasta que advierten que el desocupado ha dejado de pertenecer a su grupo.
            Claro, el desocupado no va al club, al cine, sus temas de conversación han sido suplantados por los de la resolución de sus problemas.
            Es entonces que sus amigos y conocidos lo empiezan a ver como la representación concreta de todo lo que ellos no quieren para sí. El desocupado se convierte para cualquiera en el exponente de la propia miseria, de la soledad. El potencial enemigo de nuestra estabilidad laboral, si el desocupado consigue tanto es porque se lo ha restringido a otro. Esta es la conclusión a que se llega en esta deformada situación.
            Y esto es válido también entre desocupados. Se rehuyen, evitan y son remisos a cambiar información, es la competencia entre desocupados para dejar de serlo.
            Entonces, el desocupado continúa solo, cada vez más solo y sumando angustias. Porque… ¿quién emplea a un desocupado? El desocupado ha perdido iniciativa, no es productivo, su misma condición de desempleado (de haber sido despedido, prescindido, inhabilitado) suma un argumento en su contra.
            Aunque también presenta algunos beneficios. El desocupado se “regala”, cobra barato, se resiste a los planteos laborales… Claro que estos atributos no pesan tanto como los anteriores.
            Al desocupado le quedan entonces pocas alternativas. A algunas se resiste y otras lo están tentando.


ELOGIO DE LA LUCHA

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