viernes, 12 de septiembre de 2014

El Negro Castillo

foto Eduardo Pérez

Un  cronista escribió unas  líneas que nadie leyó y Bustriazo le dedicó un neotango policial y mistongo. Tras la salida de la escuela los niños apresuran sus meriendas para correr hacia la esquina de la Roque Sáenz Peña. Es allí donde el Negro Castillo les dirá como en secreto sobre aquella vez  que peleó con un oso en un ignoto circo de la ciudad que todavía no era pero quería ser. Cuenta la historia una y otra vez estimulado por un festival de  ojos de asombro y cejas arqueadas. Una y otra vez y cada narración será  distinta y mejor y nadie parecerá  advertir las diferencias. Los osos son dos, tres,...  cientos. Feos, peludos y  con colmillos grandes como postes. Caen y se levantan como por arte de magia mientras la figura pesada y negra de Castillo se  agiganta aún más envuelta por un electrizado halo de niebla, admiración y misterio. Castillo gladiador, Castillo capitán de mil tormentas, Castillo protector de niños buenos. De esta madera, aseguran, se construyen las leyendas.

(del libro Viejos, tras un retazo del olvido)

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