miércoles, 13 de febrero de 2013

Microcuentos





Fugitiva
Acaricié sus  formas una  vez más,  mientras la marea rozaba dos exiguas  ajorcas de musgo entrelazado.  Cuando me alejé, el viento desgranaba sus  cabellos  
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Sombras, nada más
Avanzo tres pasos y ella hace lo mismo. Camino otros diez y siempre ella está allí, anticipada. Cada vez que intento alcanzarla, no  puedo, como tampoco puedo entender porque Galeano se empecina en llamarla utopía.
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La Mujer Maravilla comenzó a girar y una estela de reflejos salpicó las paredes. El  Hombre Invisible la contempló con envidia.
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Era un perfecto triángulo amoroso. Hasta que ella decidió apagar la luz para desnudarse de sus sombras.

Historias minimas-c

  Esa lágrima en la mejilla, ahí le apunté