Fugitiva
Acaricié sus
formas una vez más, mientras la marea rozaba dos exiguas
ajorcas de musgo entrelazado. Cuando me alejé, el viento desgranaba
sus cabellos
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Sombras, nada más
Avanzo tres pasos y ella hace lo mismo. Camino otros diez y siempre ella
está allí, anticipada. Cada vez que intento alcanzarla, no puedo, como
tampoco puedo entender porque Galeano se empecina en llamarla utopía.
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La Mujer Maravilla comenzó a girar y una estela de reflejos salpicó
las paredes. El Hombre Invisible la contempló con envidia.
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Era un perfecto triángulo amoroso. Hasta que ella decidió apagar la
luz para desnudarse de sus sombras.