La memoria es un tatuaje del alma.
Se lleva en la conciencia y obedece
a sus dictados.
Indeleble, eterno, nos dice quiénes fuimos y revela
lo que somos.
Testimonio para presentir destinos
y decidir qué haremos
Se observan, se miden, guardan
silencio y comparten vino negro con circunspección, en una ceremonia secreta de
la que son miembros privilegiados. Cruzan las miradas y dos estrellas titilan
en el aire, dos quetrales, dos ascuasardiendoen una invocación a los
espectros de la luzy de la noche que
los reúne. Una multitud los rodea y en la subyugadacontemplación del niño que completa la escena
se resume todo el reconocimientoque
ambosgeneran .Son, y se saben,
plebeyos. Antes hubouna presentación y
dos abrazos: uno por el encuentro y otro para honrar los afectos comunes. Ariel
Petroccelli, desde las distancias, bendice la junta y se ensimisma en una
canción de amanecidas. Sobran las palabras y escaseael vino. Todavía falta mucho para la dilatada
noche aciagaque a uno le hará cambiar
su nombre por el de Casimiro Cobos para huir de la muerte y sobrevivir en el canto. Al otro
el silenciamientode sus trovas por
herejes, libres , Por u suinclaudicable
procedencia de sur yviento . Los años
sesenta se escurren con morosidad y las guitarras se instalan en el corazón de
esta región de arenas. Más tarde, cuando la noche avance y se embriague en los
fogones delClub Belgrano unoentonará,
como nunca, El Antigal y otro musitará un agradecimiento quedo y
estremecidoratificando, por si hiciera
falta, quela poesía es el pájaro y el
canto sus alas.