viernes, 24 de octubre de 2025

FUNERAL DE LA ALEGRIA


Ni que hablar de esas ausencias que deshilachan las rutinas. Ellos —los que roban sin ruido—se mimetizan en las calles en las que el sol no alumbra. Una localización donde imperan los Caballeros del Espanto cuya matriz de odio se aposenta, sin pudor, en la mesa de los desamparados.

 Prorratean las horas a su antojo, patrones del tiempo.

Asoman, la noche del sosiego se repliega, tal cual animal herido que no quiere ser visto. Ahí están. Sus alforjas rebosan de lo que era nuestro: un gesto, una canción, el calor de un domingo sin apuro. Pequeñas raterías. Desde su trono, el esperpento miente a mansalva, vocifera entelequias. Nos ata el alma con  el hilo invisible de sus babas, madurando insomnios, abandonos, silencios  que engordan, voces que ya no llaman. En esas arterias de penumbra, la copla se vuelve esquiva, La angustia y el recelo se capitalizan en cada esquina. Y la dicha —esa palabra que ya no se pronuncia—se evangeliza en un espejismo.

Un libro que no se abre, un pan que no alcanza.

Abrazos que se aplazan.

 Mínimos timos a medida que nuestras existencias se encogen. Estafas subrepticias que escasamente se insinúan. La dicha se eclipsa   entre exhalaciones, ganada por la incertidumbre.

El daño opera según el lento comportamiento de las manchas de aceite, inician minúsculas y luego lo cubren todo.

Coral de las carencias:

Gestos amables trastocados en rictus.

El café moroso en el boliche de siempre.

Ese mantel desierto que abriga una memoria somnolienta en un pliegue del hule.

La ronda cimarrona del mate conversado.

La silla vacía, el timbre que no suena, la carta que no llega.

El Leviatán avariento que todo engulle no tiene rostro. Refugiado en esa inmunidad saquea lo esencial: la empatía, la ceremonia del abrazo, la risa reparadora.

Y así…

Menguada felicidad de los impíos.

“Estoy luchando. Estoy en ello con todo mi corazón”, musitó el bueno de Vincent Van Gogh un atardecer melancólico, luego de concluir su lienzo “Anciano en pena” 

De esta arquitectura se desprenden los desgarros. No por la cuchillada feroz que invade y cala honda, sino por la lenta coreografía de mil tajos diminutos. La vida se escabulle en su demora, como si no le faltara tiempo, sino destino. Y en ese funeral sin flores, la alegría no muere de un disparo: se extingue por omisión.

 En la autopsia final de la época el dictamen no grita: susurra. No señala heridas abiertas, sino esos menoscabos invisibles. Allí, en lo intangible, se consuma el duelo de lo humano

 

 

 

sábado, 18 de octubre de 2025

El que regresa


 (Juan CarlosBustrizo Ortiz.-Fotograma de l cortometraje El R Egreso)

 

         Por algún prodigio antojadizo, cuyo hermetismo nos supera, Juan Carlos Bustriazo Ortiz emerge diáfano y diferente de cada uno de los hombres que ha sido.

         Por Puelches, lo vieron.  Por el arroyo Los Berros, por Guatraché, acarreando ¡ay! su linterna de ¿cuatro...  cinco? elementos, en sus transiciones de linyera nictálope, de flamenco a milodón, de búho insomne a trovador

         ¡Si hasta dicen que fue piedra!

         “He visto un pájaro de anochecido vuelo” (*)

         Ponderaciones del peregrino, inventarios azarosos.

         Siempre está viniendo, lo que quiere decir que alguna vez se fue.

         Partió, el hombre que supo descubrir la belleza de un rostro Polifemo, que olvidó un cisne en la casa de Rayén  Leoncilla y confirmó en un tango a compinches y tocayos.  Volvió, el que germinó una rosa entre la niebla y echó a dormir su siesta por la arena.

         Cada vez que alzó vuelo, dejó un poema.  Un presente mínimo; acaso una chaquira en el collar del tiempo, un papiro amarillo o una piedrita azul...  En fin, una manera de decir “no me olviden”

 

         “El viento está del sur, dijo una ninfA” (**)

 

         Nos dejó, cada vez, ensimismados en nuestros misereres y desde entonces fue una fiesta la hora del retorno.

         Durante sus ausencias aplicamos la terapéutica que promueve la parábola de Bradbury.

         Guy Montag somete al fuego los libros que perturban, que cuestionan, que interrumpen los sosiegos del hombre sometido.

          Guy Montag, el quemador.  Por estas dilataciones de la soledad lo conocemos bajo otras apariencias, pero con similares corolarios.  De manera que cada uno fue Juan Carlos a la hora de procesar redenciones, socorrer atrevimientos e imaginerías.

         Catequesis del caldenar:  contra el fuego, fuego.

         En ese aprendizaje nos transformamos en elegías y poemas puelches.  Voces de contramuerte, en noches de Temple y vino negro.  Coplas   del crepúsculo vagando por el monte o callecitas floridas.  Confirmaciones de que la vida es vida si vence la memoria y sus deberes.

         Ahora, Juan Carlos Bustriazo Ortiz re-luce al cabo de una nueva travesía, con sus incógnitas y sus silencios. Quizás tan solo musite ¡Brujalabra!, en la cúspide de un exorcismo lírico.

           Será bastante.

           Afuera, cantan albricias las calandrias y el gozo se amplifica en clave de cuatro.

          ¡Cuatro!, buen número para reanudar el compromiso.

         Porque para eso están hechos sus poemas.

         Para que se nos encarnen.

 

Juan Carlos Pumilla

Marzo 2006

(* Ricardo Vaquer,”¿Duermen todos los pájaros de noche?”,1979

(**) JCBO, Inalén Cuyén, 1988

        ………

Texto ñpara una  edición frustrada de cuatro de sus libros en marzo de 2006 impulsada por la Cámara de Diputados de La Pampa. Los demás prólogos fueron concebidos por Edgar Morisoli, Oscar Santamarina y Walter Cazenave.

       

       

 

jueves, 16 de octubre de 2025

Florita



Los altavoces del predio del Club Pampero de Guatraché filtraban las albricias de la tarde estival y realzaban las trovas criollas de Saúl Huenchul. Décimas  subrayando las habilidades paisanas en esa jornada de destrezas.

Por la noche el tono del payador se sosegaría seduciendo a los asistentes de la vieja casa de Cultura con unos versos alejandrinos que nuestra memoria aun contiene.

Saúl echó atrás el ala de su sombrero en un implícito homenaje al Bardino y completó la articulación con un saludo mudo a un amigo entre el público.

Guillermo Herzel encumbró su brazo respondiendo, pero interrumpió la cortesía porque en ese momento descubrió a Florita refugiada en las protecciones de la fronda.

Mientras caminaba hacia ella Guillermo lucubraba acerca de  lo contento que se pondría Juan Carlos Bustriazo Ortiz cuando le comunicara sobre esa presencia.

Resulta ocioso presentar a Juan Carlos. Conoció a Florita en la pensión “Dos Picos”, esa que está a pasos de las vías. Ambos se cruzaban en los pasillos saludándose con circunspección e intercambiaban  consideraciones mundanas en el almacén  de Dayup.  Desde ese instante él se sintió profundamente atraído, no obstante  jamás se atrevió a confesarle esos sentimientos. Ni siquiera en los bailes donde la belleza de la joven iluminaba los galpones y el bandoneón de Godo tornaba  propicia la  relación. Pero Juan no bailaba.

Ella abanicaba  sus pestañas y él sentía la brisa.¡ Ni qué hablar de los fulgores de sus ojos claros abrasando su corazón!

Guillermo avanzó  hasta  nosotros y  en su semblante se acentuaba el júbilo. Sin preámbulos tocó el hombro del poeta para notificar que  Florita quería saludarlo. Mirta y Raquel palmearon  sus espaldas con entusiasmo y voces de aliento. Tan emocionadas y felices como  él que ahora se dilataba  en la hilera de eucaliptus desandando cuarenta años de ausencia.

Hubo un apretón de manos y dos sonrisas.

Huenchul dejaba  constancias  del singular tranco  pasuco de un tordillo que despertaba  las delicias de entendidos y profanos.

Espectadores de un momento único, e irrepetible, no quedó  pincelada alguna que fuera indiferente.

Florita perseveraba  esbelta y hermosa, igual que lucía  en la fotografía que un profesional  del oficio, tal vez Juan José Gozza, tomara en su juventud. Hasta su cabello, prodigio del Koleston, permanecía inalterable. Sus mejillas, cual  piel de una manzana madura, delataban el tiempo transcurrido pero, contrariando  sus designios, acentuaban  su encanto.

Se movían y las hojas crujientes ejecutaban una sinfonía  a cielo abierto. Él se atrevió a liberarla  de una ramita imperceptible  de sus hebras  y ella sacudió una ilusoria   brizna del pecho   del camisaco pardo que esa misma mañana Mirta había planchado con esmero.

Florita, recostada contra el tronco del árbol plegó su  pierna para forjar un cuatro perfecto. Juan agitó los brazos, tal cual si volara.

Parecían pájaros.

Acaso lo fueran.

Florita, Florentina Pukemeier hoy se prorroga en la evocación de su sobrina Silvia.

Juan, en  la nuestra.

Luego, cuando las copas de los árboles promovían sombras alargadas, en estos dominios de la Rubia Espesura, sobrevino  un abrazo moroso y un adiós al que le sobraron palabras.

Ya se me apaga la copla,
brasita violeta del atardecer.
El aroma de la tierra,
ramito de ensueño, se vuelve mujer…”

 Cuando retornó del encuentro, radiante, blandiendo una sonrisa de campeonato,  Milodón,Flamenco B ustriz,   Búho Nictálope, Linyera trashumante,  se abstuvo de exponer pormenores  superfluos.

Salvo la  médula  de un diálogo tan mínimo como esta historia  que exhumamos de nuestros recuerdos, por si acaso el olvido:

-Sabe Florita que yo estaba enamorado de  usted.

Un  concierto carmesí inauguró  una  comparsa en sus pómulos

-¿Quiere que le diga una cosa Juan?, yo sentía lo mismo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

miércoles, 8 de octubre de 2025

Soneto por Gaza

Noticia: 

Franja de Gaza, su superficie es de 360 km2; Santa Rosa, La Pampa, Argentina, tiene 1500 km2. La comparación resulta intolerable y toca a fuego nuestras conciencias. ¿Existe el que, en sus delirios más extremos, pueda llegar a imaginar que en las dimensiones de tan   sólo  dos barriadas (por ejemplo, ColoniaEscalante y Villa Santillán) cayeran a diario toneladas de bombas y veeinte  mil niños fueran   asesinados?

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Soneto por Gaza

 (El tamaño del coraje)

 

En Gaza, donde el mundo se congrega,

la sangre escribe signos en la arena.

Un niño calla. Su dolor se ensancha,

la flor oscura de la noche llega.

No hay mapa que contenga tanta herida,

ni cielo que no tiemble en su mirada.

Cada rincón es límite y es vida,

cada latido, llama desgarrada.

No es el tamaño lo que rige el fuego,

ni el territorio el que mide el coraje.

Es la palabra, enalteciendo el ruego,

el cuerpo que se alza sin blindaje,

la dignidad que danza el desespero,

y el alma que resiste a su celaje.

 

 

 

sábado, 4 de octubre de 2025

Contra el viento

Prospera el bajel entre  resacas

 como un verso desafiando la borrasca,

con pan y empeño, con Knafeh  y agua,

comparecen, alzando esos cordajes.

Por ahí  flamea   una proclama airada

en lo más empinado de  los puentes.

A esa altura  se expone sin reparos

la dignidad de un  mundo que, insumiso

va  contrariando  cercos de silencio.

ante lacayos  que bajan la mirada.

Son balandras  de carne y sueño.

Sublevadas,  por  el grito de las madres,

o esas   lágrimas  huérfanas de sol,

de  humo y de escombro, sepultadas.

Y del otro lado el muro expresa,

un   texto arcaico  de bloqueo y parca,

con drones que patrullan un anhelo,

con leyes que niegan tanto llanto.

Pero el mar insiste, cual Sumud

germinando de una biblia atea:

la que borra   las fronteras de los mapas

ni se  deja sitiar por las  tormentas.

Global y férrea la flotilla se adelanta

sin  vacilar, rumbo a barlovento

promoviendo  fulgores en Kalkiliah,

talvez prorrogando una esperanza.

 

 

 

ABRAZO, AHÍ

Hoy Pablo Grillo cumple años, y su nombre se vuelve más que un recuerdo: es presencia viva. Su mirada —esa que alerta y sostiene— atraviesa ...