En el
jubilado al que apalea, distingue a un
enemigo. En la muchacha que trata de huir de sus garras, un objeto de placer. La anciana que cae ante el bastón, un estorbo.
La mira del fusil no devuelve esa lágrima ni el
ojo que estalla. Sus retinas solo confirman una lección, la ejecución de un chantaje
histórico para esos rehenes del porvenir que algunos llaman sobrevivientes.
Frente a una pancarta que flamea, verifica una amenaza. El acorazado que desliza su mirada, imperturbable, en
este solar en llamas que propicia, se obnubila. Su mente
esclavizada naufraga entre las
devastaciones de la avaricia. En ese
horizonte ceniza donde habitan los
escarnecidos de su afrenta, no ve la realidad. Acaso constate su propio futuro.
La memoria es un tatuaje del alma. Se lleva en la conciencia y obedece a sus dictados. Indeleble, eterno, nos dice quiénes fuimos y revela lo que somos. Testimonio para presentir destinos y decidir qué haremos
miércoles, 12 de marzo de 2025
EL CIEGO
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