sábado, 22 de marzo de 2025

¡UN GRILLO AHÍ



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a Pablo Grillo

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Canta,

Y al hacerlo  alerta.

Quehaceres del  canario

que  acunan los mineros,

anticipando  vahos ,

festines   de sulfuro,

desde el fondo del túnel.

Lo sostuvo Springten,

tras la huelga,

un otoño  de  antorchas

destellando laureles

de la calle en marcha.

 

Y persiste en el canto,

entre  el humo

que asfixia,

el futuro incierto,

y  la metralla.

 

Respira, el que canta,

y la  acera   prorroga

un destello de luz

clamores de esperanza

ante el grito de alarma

que repica en las plazas.

 

Menos mal el que canta

y  al cantar sostiene

que hay un viejo llorando

y una anciana apaleada.

 

Lo demás,

lo demás,

ya es cosa nuestra.

Ahora…

ahora  que fulgura

este ademán de  otoño

sin pausa y sin treguas

su tonada crece

por si acaso el ahogo

o enturbia la mirada.

 

Alcemos nuestros ruegos

por su enfoque acertado

donde quiera que vaya

esa  voz que  previene

ese Grillo que canta

y que  al cantar,

 nos salva.

……….

Foto Cambio 2000

 

 

 

viernes, 14 de marzo de 2025

BREVE CATÁLOGO DE LA IMPIEDAD


 


Disciplinados, eficientes, lacayos del mal.

Satisfacen  órdenes y se amparan en esa obediencia.

Acaso hubo alguien que prescribiera esa sonrisa?

Tal vez   este apartado esté contenido en el  Manual de la  Abyección tan escrupulosamente puesto en práctica las tardes de los miércoles.

No hay que indagar demasiado. Basta  escuchar a la ministra asegurando que una anciana de 87 años, apaleada, gaseada, que reclama por su derecho a una vida digna, es una patotera.

Ríen, sentencia  la calle, se ríen de todos nosotros.

Simetrías, en el almanaque de la historia. Festejos, en el banquete de la impunidad.

Contribuciones a Borges para engordar su Historia Universal de la Infamia.

Sobran las palabras, se extinguen ante la  incompetencia de las adjetivaciones.

Si fuere necesario,  van  dos ilustraciones. Podrían ser tres; nos falta  Pablo Grillo para ofrecerla. Un registro de la prisión de EEUU  en Abu Graib, Irak, 2003. La soldado Ynndie England posando, displicente,  junto a sus víctimas.

 Laotra fue obtenida por Crónica TV, durante la represión en la Plaza del Congreso.

Una selfie para el inventario del oprobio.


miércoles, 12 de marzo de 2025

EL CIEGO


En el jubilado al que apalea, distingue  a un enemigo. En la muchacha que trata de huir de sus garras, un objeto de placer. La  anciana que cae ante el bastón, un estorbo. La mira del fusil no devuelve  esa  lágrima ni el  ojo que estalla. Sus retinas solo confirman  una lección, la ejecución de un chantaje histórico para esos rehenes del porvenir que algunos llaman sobrevivientes. Frente a una pancarta que flamea, verifica una amenaza. El acorazado  que desliza su mirada, imperturbable, en este  solar  en llamas que propicia, se obnubila. Su mente esclavizada naufraga  entre   las devastaciones de la avaricia.  En ese horizonte ceniza donde habitan  los escarnecidos de su afrenta, no ve la realidad. Acaso constate   su propio futuro.


EL DIA EN QUE EL GUIYE FUE CASTELLI


La primera visión al descender del transporte disipó el deslumbramiento de los Uros y amortiguó el soroche que agobiaba nuestras noches. El cartel de Tiwanaku emergía como un mojón y anticipo de embelesos promisorios.
Una semana atrás el poeta Edgar Morisoli, tras entregarnos su libro, nos confesaba la ilusión de que ese texto fuera cobijado en aquel solar.
Habíamos llegado en un micro de dos plantas pretensioso y engrupido, al igual que buena parte del pasaje. Las calificaciones” grasa militante”, “zurdos”, “eyegua” y “populismo” escurrían, apagadas e insultantes, desde la planta superior.
La posmodernidad recicla el idioma sin mucha imaginación.
Pronto nos convertimos “en los de abajo” Mirta, Raquel, Guillermo, y dos parejas providenciales cuya fraternidad se extiende hasta hoy: Julia y Alberto, Chony y Horacio, los uruguayos que contaban los días que faltaban hasta ir a votar por el Frente Amplio.
El libro de Edgar que el Guiye acunó durante todo el trayecto era El Mito en Armas. Atravesó Humahuaca, serpenteó en el Paso de Jama, ascendió al Morro de Arica, hizo una pausa en Tacna, deslumbró en Arequipa y agotó su lectura una prometedora noche de Cusco, el ombligo del mundo. Describe los pormenores de esa insurrección plebeya, aguerrida, amalgamada en un sueño anticipatorio, conque se aguardaba - el 21 de marzo de 1812- la llegada de Castelli que los conduciría a la victoria.
Ignoraban, los insurgentes, que en esos momentos el Cicerón de la revolución balbuceaba un exorcismo póstumo (“si ves al futuro dile que no venga”) lacerado por el cáncer, el odio de los canallas, las vacilaciones de los neutrales. Y ese dolor insondable en el centro de su pecho por el asesinato de su camarada, Moreno.
Esas lucubraciones despertaron apenas la leyenda Tiwanaku se desplegó ante nuestras retinas. Un año atrás de la rebelión de Huanuco Castelli pronunció en este lugar una proclama libertaria, en el primer aniversario de la Revolución de mayo que quedó grabada a fuego en la conciencia y el corazón de los lugareños.
“Amigos, compatriotas, hermanos, unámonos para constituir una sola familia”
Sus entonaciones se elevaron por sobre el portento de Kalasasaya, bifurcaron por la meseta del Collao y se filtraron, subrepticios, en los pasillos de un despacho de oro y roble hasta que enrojecieron las orejas del virrey Abascal.
Más allá, los templos, los monumentos, los misterios de los rostros facetados, los amplificadores de piedra que dilataron la voz del jacobino por las praderas, los valles, las estribaciones que conducen a la intimidad de esa región inasible en el que se inician las esculturas pukará.
Pero antes, mucho antes, los ojos del viajero se dilatan en las fantasmagorías que proyectan las sombras de la Puerta del Sol.
A esta altura y en estos tiempos de google se hace ocioso describirla. Pero aspiramos a que alguna línea constituya una buena incitación predestinada a adentrarse en los detalles de este portal monolítico en piedra andesita que en el pasado formó parte de otra estructura mayor, posiblemente ligada a Kalasasaya o Akapana.
El Guiye llegó con su tesoro en brazos hasta la enorme arcada en que resalta el alto relieve denominado "Señor de los báculos", presidiendo el conjunto del calendario solar. Su acción llamó la atención del resto del pasaje y los ocasionales turistas que con cierta morosidad comenzaron a acercarse.
El delegado cultural de Tiwanaku recibió en una afonía, acongojada, el ejemplar que quedaba en custodia del museo del sitio e invitó al visitante a explicar el cometido del obsequio.
El vozarrón del Guiye detuvo los pasos en la grava y el cortejo de los cóndores. Expresó su procedencia y objetivo y se introdujo en el interior del poemario reviviendo las circunstancias de América; aquel proyecto sugestivo de vida en común que proponía Castelli a esa fragua de libertad que encontraba, en sus palabras, un sentido y un destino.
Dijo más, una línea enfática con la que penetrar en la conciencia de quienes lo escuchaban. Un desafío, una idea sublime para los vilipendiados de América, el trazo de una huella para que el viento no borre el rastro hacia Huanuco.
Sus palabras fueron recogidas con emoción y reconocimiento. Cuando culminó, esa intervención, que las arbitrariedades del tiempo son incapaces de medir, no hubo aplausos. Se registró la presencia de un silencio regocijado por la esperanza, acaso por la evidencia de que es posible la forja de un porvenir común, por el prólogo de un abrazo colectivo.
El delegado de Cultura, con el Mito en sus manos volvió a agradecer sin reparar que un filamento salino nublaba sus ojos.
Hace algo más de cuatro años, nuestros rostros iluminados por un fogón junto al hilito de agua del arroyito Corti, nos comprometimos a regresar a Tiwanaku. Acaso la Negrita fuera de la partida. Pero el puto destino metió su rabo para impedirlo.
De todos modos lo haremos, peregrinos de la obcecación, apelando a ese prodigioso recurso, reparador, precursor de enseñanzas e ideas nuevas; ese aliviador de penas y disparador de esperanzas emancipadoras que algunos llaman, tal vez por simple economía del lenguaje, memoria.

domingo, 9 de marzo de 2025

Lágrimas


 Y otra...y otra vez..

LAGRIMAS
El que escribe baja su mirada de las imágenes que devuelve el televisor y su corazón se estremece. Porque lo que ve renueva una parcela del tiempo, de nuestra historia reciente, donde la Arpía de la muerte se suma al festín del Leviatán.
Lo demás, ya se sabe.
Ahora, entre el fulgor hiriente de las corazas y el humo de los gases, la historia retorna, pero nuevamente como tragedia.
La escena se representa en ese campo de Marte en que los nuevos monstruos han convertido a
la plaza del Congreso.
La abyección ha tocado fondo. O acaso, el paroxismo de la bajeza se ha empinado a la altura más alta.
Da lo mismo, no serán las frases las que expliquen la imagen como no serán las palabras las que avecinarán las soluciones.
Niños hambreados, viejos apaleados.
¿Se puede caer tan hondo?
La respuesta es “Sí”, porque ese es el plan.
Mariátegui lo anticipó en la madrugada de un siglo de luchas. La clase dirigente no existe, dijo, lo que existe es la clase dominante. Esa que no tiene reparos ni piedad.
Dómines de la avaricia, que nunca están saciados
¿Y si el maestro peruano equivocara, si errara en su pronóstico, y existiera una clase dirigente?
En un arrebato de piedad y de concesión podríamos contestarle que tendría que buscarla en el doloroso inventario de la ausencia.
Y en tanto, los bastones.
La soledad.
Y los canallas.
Y los olvidos
Y abajo estamos nosotros, las víctimas. Niños y abuelos, pobres o empobrecidos. Viejos como el que escribe cuyos ojos se nublan por el humo que quema las pupilas de los jubilados sino por esa iguana sinuosa que amanece en su mejilla y moja el teclado.
Llegará la jornada en que estas lágrimas conformen gotas.
Habrá una que colmará el vaso.

Historias minimas-c

  Esa lágrima en la mejilla, ahí le apunté