La Universidad de La Plata es un hervidero de ideas y tensiones. Laicos y libres acarrean sus diferencias hasta la frontera del peligro. Todos auguran días aciagos y no quedan lugares para los tibios. El padre de Julio Colombato apoya una mano en el hombro de su hijo y con la otra le entrega un Smith & Wesson del treinta y ocho , cañón corto. Le dice: nunca lo saque, pero si debe hacerlo úselo bien...
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Julio Colombato acude al despacho de Alfredo Palacios atormentado por el peso de la leyenda que ya es el presidente de la Universidad y el senador nacional de leyes que causan revuelo. Desde su figura enjuta el hombre hace gala a su fama de gigante. Habla de la necesidad de integrar el interior a los contenidos de la enseñanza y explica las razones que lo llevaron a trabajar con Ricardo Levene en un libro sobre la historia de la economía argentina. El convite había sido para una charla, pero es puro monólogo que el estudiante no osa quebrar. Sólo al final, insuflado por la fogosidad del orador, vence su timidez y se atreve a manifestar su preocupación por los rumores de un inminente ingreso de la policía a la Universidad. “Quédese tranquilo, responde Palacios, mientras yo siga al frente aquí no pasa nadie...”
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(Del libro "Viejos, tras un retazo del olvido")
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