jueves, 26 de septiembre de 2024

El grito de la tierra


 PROTOCOLO

PARA LA DEFENSA

 Lo sostuvo el viejo Brecht, a modo de advertencia, en la alborada de  la noche  más oscura. Acaso recordando una rutina despiadada  de los dominadores a través de los siglos.

  Repasemos: primero vinieron por los bienes espirituales, invadieron los templos, destruyeron los códices,  luego los cantos y la lengua, más tarde la  conversión o la muerte.

 A continuación la construcción de una narrativa exculpatoria disimulando  el saqueo ,  tras una prédica falaz  que habla de épica  y libertad.

Al final, se llevaron el oro.

La historia se repite, dos veces,  evangelizó  el otro viejo.

Desde el subsuelo del tiempo  hasta ahora la cultura es el objeto maldito de la historia.  El blanco  precursor de todo lo demás.

Aquí está  la clave de la articulación que nos congrega y hermana.

La manufactura de una  estructura tutelar    a fin de  fundar  defensas  propiciando  avanzadas.

Acaso no hagan falta arquitectos. Bastan los ejemplos.

Habita aquí la razón de estas presencias. Dos mujeres luchadoras, hermanadas en un origen y un destino común: de las hachadas al canto y la poesía.

Teresa Pérez  la Negra Alvarado; retratarlas resulta una obviedad.

Corajudas, perseverantes, representativas de la comarca que nos cobija.

Saben de la  lucha pues  es ella la que signó todas sus vidas.

Del desamparo, niñas, crecieron en obrajes donde la felicidad es tan avara   que volver a  invocarla parece una blasfemia.

De la injusticia, porque fueron espectadoras privilegiadas de la explotación del hombre.

Ni que hablar  de la soledad, sus ojos hundidos en la inmensidad  de  un horizonte inagotable.

De ellas aprendimos que el macho del caldén es el más duro , que no es lo mismo mirar que ver y que es  poesía el olor a pan horneado o tierra mojada.

Una aprendió el mensaje que porta la cruz del águila y otra descubrió la alegría  en el sonido de una armónica , lejana, reverberando  al final de una  melga impiadosa y feroz que no otorga respiros.

Magisterios   del monte espeso.

Ambas saben de los gozos simples e imperecederos.

La  que corporiza  el tajo   definitivo  al último   tronco del  día. Faena  que preludia  la inminencia del mate  cocido de la noche en el fogón que alumbra los rostros entrañables.

Y algo más, catequesis del bosque que comparece, didáctica, en  estos días tan  inciertos. Una enseñanza, elemental  y concluyente, que viene de la tierra y sus hacheros: para frenar al fuego no hay como las picadas.

Resulta  eficaz   el modelo, Aprender de esta escuela inagotable del caldenar. insistir en lo que mejor sabemos y entendemos.

Juntarnos, por ejemplo.

Cantar, decir, apelar a la  Diuca Morisoli  haciendo crecer  el nuevo día. Resistir  en la trova  y alzar los diapasones para no olvidar.

ni silenciar…

...ni ignorar.

Que ninguna persona es una isla y se salva solo.

Tener presente que  quizás ahora mismo haya un niño  Tejada vagando por la calle.  Un niñe, un  millón de ellos que  irán  a dormir con  la panza vacía.

Nos emplazamos aquí orientados a  impugnar  los costados más crueles de esta realidad, persuadidos de la vigencia, la necesidad de una  canción de cuna  que nos cobije  y proteja.

Convertir  la memoria en una herramienta redentora de la historia.  

Para no desconocer que   ya hubo -en este   territorio de desgajos- forajidos que primero le  robaron la guitarra  al Tucho e hicieron lo mismo con la del Fueguito. Igual al  Sapito, ay…

Lagrimeó el Chiquito con la ausencia de la suya  y por ahí  anda, apuñalado, el  instrumento que se atesora  en la casa del Pelusa. Llora Laurita con su congoja a cuesta,  por el pillaje del legado  de su padre…

Y sin  embargo estamos aquí perseverando  en el canto.

Nos faltan esos instrumentos pero sus vibraciones persisten, tal cual este vocerío coral que hoy nos acompaña.

Ahí germina el desafío, perdurar en la tarea  apelando a las raíces en tanto  construir cosas  nuevas.

Por caso: ensambles lanzados  al  viento  con la sexta en Re.

En fin: una proclama tenaz que se eleve en las térmicas de esta primavera

Una huella de ida, copla empecinada, a  viva voz,  labrando  surcos hasta mojarle la oreja a este porvenir tan arisco.

viernes, 20 de septiembre de 2024

Procedimiento


Cuando le sonreí se tranquilizó. Extendió su brazo sin alzar la vista Dije: “está bien, andate”. Examiné su espalda algo encorvada y me detuve en la nuca. Tenía una mancha de nacimiento. Apunté.

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De la serie inédita Microrelatos de 33 palabrqs.
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Foto: : Leandro Teysseire

domingo, 1 de septiembre de 2024

¡AGUANTE LA POESÍA!




 La primera  aspa sucumbió una aciaga jornada de los noventa, pero a nadie le importó…

…………………..

Ahí estaba, acariciado por las brisas de  un siglo  perturbado. Incongruente en pleno centro, girasol de metal contrariando los afanes de la pretendida modernidad de la aldea

Estoico ante los vientos de la historia, referencia para desorientados, soportó con hidalguía las turbulencias y caprichos de las térmicas.

Y luego, el segundo  desgajo. Desde allí se fue deshojando hasta la tarde de esta semana en que nuestra mirada no fue  objetada por  ningún elemento que interrumpiera el horizonte.

Antes de eso fuimos constatando sus ausencias, acaso compelidos por una premonición funesta.

Cuando el último hierro fue vencido se acrecentó la responsabilidad de los recuerdos.

Cosas de la vida.

Menos mal el poeta, entrañable e insustituible.

Recién llegado de Doblas Marcelino Catrón le cantó, embelesando una noche en la primavera de COARTE.

Eran días de pan y vino…

Luego, lo que ya sabemos. En alguna cueva llora el peludo Valentín.

Y menos mal Susana Bienko que supo atesorar ese registro –dedicatoria del autor  incluida-,  en una articulación de contraolvido para que nadie se ilusione en que hemos perdido la memoria.

Ahí va, quizás convocando a algún cantor que lo esparza en nuevos aires:

 

UN MOLINO

Avenida Pedro Luro

Entre Irigoyen y Lagos

Hecho un ovillo de vientos

El molino está girando

 

Desde lejos lo imagino

helicóptero con zancos.

Tiene cabeza  de rondas

y colita de pescado

 

Un lugar en Santa Rosa

de paso casi obligado,

y estoy seguro que pocos

se detienen a  mirarlo

 

¡Si habrá pasado agua fresca

por el hueco de sus caños!

Me gusta que esté el  molino

entre Irigoyen y Lagos

 

 

 

 

 

Historias minimas-c

  Esa lágrima en la mejilla, ahí le apunté