domingo, 3 de diciembre de 2023

el Basko

El Che al centro. Basko Inchaurraga primero a laizquierda
         Creemos que se fue espantado por un futuro funesto.

 Lo conocimos en el  mediodía de los setenta. Compartíamos la aflicción por Tlatelolco y una creciente admiración por los efluvios del mayo francés y la revolución china.

        A su juicio manteníamos cinco diferencias que impedían un vínculo más activo y orgánico. Esas  contradicciones, náufragas y ahogadas en el mar del olvido, estaban impregnadas de impericia y cierto infantilismo de izquierda que acaso, hemos logrado superar.

        Nos llevaba una ventaja. Él se había codeado con el Ché  -en todo el sentido de la expresión - mientras que nosotros lo contemplábamos en el poster del comedor.

        Por entonces era el Vasco con “V” corta y no sospechábamos que aquellas cinco piezas de debate yermo se convertirían en una coincidencia de vida y amistad que se prolongaría  por casi medio siglo. La poesía ayudó mucho como también la  tristeza por la muerte de un tal Basilio Kancheff y la mancomunión  con la figura de aquel relojero anarquista que nos vigorizó en la épica, en el abrazo a la poesía, en la necesidad de alimentar la utopía a toda costa.

        Cuando la V corta maduró para mutar  en B larga también creció la prosa, su visión del mundo, la fraternidad.

        A fuer de verdad digamos que la APE fue propiciadora de armonías y encuentros. Pero en nuestra memoria perduran como insustituibles aquellas jornadas en que cubría los turnos en la farmacia  de la avenida Belgrano y las redomas eran testigos de afanosos planes para cambiar al mundo tan sólo pertrechados con un soneto.

        Una vez, en tiempos en que las puertas cerraban   sin llave, descubrimos  un mensaje reposando en la mesa diaria que decía “por dónde andan, los extraño”.

 Esta tarde, cuando Paulita  nos dijo lo que ahora todos saben, comenzamos a buscarlo tratando de evitar  una impiadosa lágrima peregrina. Un exiguo papel que todavía no localizamos. Quizás  habite   en el interior del libro que ilustró Raquel, jugando a las escondidas  entre  las carpetas, o en aquel sobre que trajera noticias del Guiye  contrariando la lógica del tiempo. Un atadito de saludos y poemas que el propio Basko, junto a Pocha, nos entregara como el milagro de una botella al mar.

        Mañana iremos a sancionar   que aquellos cinco enfoques encontrados nunca fueron obstáculo para el abrazo y que… “Viva la liverta”, carajo.

        Tal vez, a eso de las once, en medio de la despedida, un ángel  euskaldun deposite sobre la madera un  mínimo mensaje que exprese lo mismo que  aquel otro que quedara boyando en nuestro mantel.

       

 

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