viernes, 13 de marzo de 2020

La era en cuarentena


IMÁGENES PAGANAS
La historia   está insinuando  su vuelco más pronunciado y es probable que tardemos en advertirlo. Ni las diez plagas de Egipto, las pestes del medioevo, los estragos del ébola, la viruela…, fueron tan veloces, tan voraces, tan amenazantes por sus proyecciones más que por las consecuencias inmediatas.
Este giro cambia el eje e inaugura un ciclo incierto que acaso los cubanos, tal vez los chinos, puedan sojuzgar. Y esto convierte a la pandemia en una doble metáfora.
Estados Unidos pasó de hacer la plancha a limitar sus vuelos aéreos. Los más suspicaces, a menudo adherentes de las teorías conspirativas, deslizan que Tump resultará víctima de sus  propias políticas. El efecto boomerang, que le dicen. China e Irán no lo  deslizan, lo sostienen  sin barbijos:  EEUU  introdujo el virus en Wuhan sin pensar que hasta el Boeing más arcaico puede devolverlo a su origen en menos de doce horas.
¡Ni siquiera está Rosenfeld para vendernos Tamiflú!
El coronavirus predice una cuarentena a los dueños del capitalismo, -léase buitres del capital financiero-  y pronostica una pandemia de quebrantos y debacles en el sistema productivo internacional para el  cual, a estas horas, no hay antídoto.
Los gestos defensivos, sanitarios y políticos, se  inclinan por las articulaciones más severas. Toques de queda, tabicamientos sectoriales, disgregación social, paralización de actividades comunitarias…
¿Será el fin de los neutrales, de la jactancia  de la  duda?
En teoría, la puesta en  práctica de estos dispositivos, beneficiará en el largo plazo a las gestualidades mas autoritarias, los regímenes más duros, las posiciones más insolidarias y sectarias. En fin, el sustento de la praxis capitalista.
Pero las tareas  tutelares del corto plazo la debilitarán. Un escenario que podría presentarse como  propicio para cualquier pensamiento libertario, si no fuera por la circunstancia de que el contexto asimismo se lleva puesto sus exteriorizaciones.
Veamos en nuestra casa: si el coronavirus  conspira contra las concentraciones en la plaza Italia y sofoca el tañer de  rotas cadenas en las grandes alamedas, el régimen de Piñera sobrellevará su momento histórico más aciago.
Lo mismo en Colombia, alzada  en el heroico ejemplo de Eleicer Gaitán. O en las callejuelas del Alto, esos reservorios de lucha y dignidad que desvelan los sueños imperiales de Añez.
¿Y en Argentina este solar de lágrimas?  Gracias al Dios  de la  ubicuidad  que esta coyuntura nos encuentra sin el regenedor   del sarampión,  exterminador de la investigación científica, el apóstol de la distopía en su trono de reposera. Como decían nuestros maestros: si siembras semillas de naranjos no tendrás la mínina certidumbre del porvenir de esta acción. De una cosa podrás estar seguro: de allí no germinarán zapallos.
Por si no bastare, anida  otra certeza. Las crisis obedecen a la lógica de las crecidas: los afectados resultan siempre los que viven más abajo.
Mujeres y hombres de este país, ya han iniciado sus ejercitaciones más sublimes tras el objetivo de  que la memoria nos conduzca a una comarca  de esperanza y vida.  Descubren, al borde de la efemérides, que en los desvelos al enfrentar al virus no solo un escollo sino también un contrincante.
El coronavirus instala el  desafío  de inaugurar nuevos escenarios, modificar viejos  métodos de aprendizaje y análisis, intentar mecanismos originales para cimentar la cofradía, fraguar la nueva lucha.
La calle, que hasta hace unas horas era el centro de todas nuestras expectaciones debe ser, más temprano que tarde, heredada por la imaginación.
El nuevo azote  se prefigura con  una corona y el porvenir solventará si quien la luce será   un rey o los plebeyos.




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