dibujo: José Vallaldares
¿Cómo creer en el hombre que desde
el cartel de su candidatura exhibe una juventud que no tiene?. Cabelleras donde
hay calvicie, pieles tersas donde imperan las arrugas, talantes bondadosos en lugar de semblantes crispados.
Rasgos de una moral travestida.
Los rostros y las máscaras, aquí
está el título de un nuevo libro. El afanoso, como estéril, intento de ocultar
un dato comprobable de la realidad concita la inquietud ciudadana. Porque los
rostros, ya se sabe, son los espejos del alma. Carteles de una campaña
pasteurizada que insiste que los “batata!” son una invención de la prensa.
Politólogos condescendientes reducen
la cuestión al rubor estético. Los escépticos, esa raza canalla insidiosa,
indican que no hay pequeñas o grandes, las mentiras son siempre mentiras.
Resulta un ejercicio subyugante
detenerse en la contemplación de los carteles policromos. Los que están más
cerca del poder ostentan amplias sonrisas; la oposición inmediata apenas la
esboza. En los restantes el gesto es de gravedad o de infranqueable hermetismo.
Hay caras que lo dicen todo y las hay que no dicen nada.
El afán rejuvenecedor o embellecedor
transporte a los candidatos a varios lustros atrás. Aquí, quizás haya un
mensaje subliminal. Por cierto, resulta difícil descifrarlo. Hace veinte años
las consignas eran de liberación en contra de la dependencia y las proclamas registraban los términos de esta
contradicción: brazos en alto, dedos en V, puños cerrados, gestos de un pueblo
en marcha.
Hoy hay solo caras. Probablemente un
indicio de cómo transcurre el funeral de las ideologías. Hoy el drama nacional
se expresa en la contradicción: corrupción o decencia. Buena, pero
cualitativamente inferior.
Caras. Se nos antoja que la angustia argentina tiene que ver
más con lo gastronómico que con lo cosmetológico. A la hora de la verdad el
atribulado ciudadano de estos días asistirá el domingo 3 a la ceremonia de elección de
caras. Deberá optar por la que le inspire más confianza, por la que interprete
su ideal de belleza, por aquellas que le asegure que el voto es el pasaporte
para la obtención de una mejoría tan notable como la que logra la publicidad de
la mano de las artes gráficas.
Demasiadas dudas para el ciudadano.
¿Será por eso que al cuarto donde se registra el acto de elegir le dicen
oscuro?
(domingo
3 de octubre de 1993-publicado en diario LaArena)
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