Desaparecidos
Como
si faltara poco…Graciela Fernández Meijide acaba de inaugurar un nuevo elemento
para el debate acerca de las consecuencias del terrorismo de Estado en nuestro
país. Se ignoran sus razones aunque no sus consecuencias: más pasto para el
festín de las fieras.
Cumpliendo
con los mecanismos de una vieja práctica, la que fuera presidente de la
Asamblea Permanente por los DDHH, ha mezclado verdades irrefutables con
sospechas y subjetividades.
Nadie
sabe porqué lo ha hecho ni sus razones, aunque algunos las malician al repasar
su actividad como funcionaria.
Fernández
Mejide ha sostenido que los juicios contra los militares no avanzan,
aseveración que habrá confirmado las presunciones de muchos y el fastidio de
otros. Pero ha dicho algo más, se ha internado en precisiones sobre el número
de desaparecidos durante el ejercicio del terror en cuya contabilidad, por
cierto, no figura la mayoría de los pampeanos.
Sus
declaraciones revivieron un momento imperecedero de la era del miedo: cuando
el general Videla, abanicando sus brazos, dijo lo
que dijo acerca de los desaparecidos.
No
hacía falta esta formulación, que rejuvenece una concepción y un discurso al
que son proclives los miserables de siempre. Sobre todo, a partir de la intangibilidad
de una certeza: que basta tan solo una, nada más que una violación a la
condición humana para acreditar una práctica genocida.
Pero
no le ha bastado. Hizo algo que la desvela, en el sentido de que queda al
descubierto. Ha puesto de manifiesto una forma de pensar, una articulación de
su filosofía de vida para inspeccionar la envergadura del terror. Con una
asepsia que sorprende, con una tranquilidad de espíritu que hubiera mitigado pesares
en sus horas de horrendo desasosiego, como si la muerte fuera una cuestión para
los tenedores de libros, Graciela –en el paroxismo de la abyección se ha puesto
a contar los desaparecidos…
Juan Carlos Pumilla
6 agosto 2009