sábado, 21 de septiembre de 2013

Desaparecidos


Un grupo de amanuenses ha puesto de manifiesto su vocación de actuarios revitalizando una prédica que inauguraron los exegetas de la teoría de los dos demonios y emulara luego Graciela Fernández Meijide. Precisamente las formulaciones de la otrora funcionaria motivaron este texto en el que acaso seda oportuno reincidir.


Desaparecidos


         Como si faltara poco…Graciela Fernández Meijide acaba de inaugurar un nuevo elemento para el debate acerca de las consecuencias del terrorismo de Estado en nuestro país. Se ignoran sus razones aunque no sus consecuencias: más pasto para el festín de las fieras.
         Cumpliendo con los mecanismos de una vieja práctica, la que fuera presidente de la Asamblea Permanente por los DDHH, ha mezclado verdades irrefutables con sospechas y subjetividades.
         Nadie sabe porqué lo ha hecho ni sus razones, aunque algunos las malician al repasar su actividad como funcionaria.
         Fernández Mejide ha sostenido que los juicios contra los militares no avanzan, aseveración que habrá confirmado las presunciones de muchos y el fastidio de otros. Pero ha dicho algo más, se ha internado en precisiones sobre el número de desaparecidos durante el ejercicio del terror en cuya contabilidad, por cierto, no figura la mayoría de los pampeanos.
         Sus declaraciones revivieron un momento imperecedero de la era del miedo: cuando el  general Videla, abanicando sus brazos, dijo lo que  dijo acerca de los desaparecidos.
         No hacía falta esta formulación, que rejuvenece una concepción y un discurso al que son proclives los miserables de siempre. Sobre todo, a partir de la intangibilidad de una certeza: que basta tan solo una, nada más que una violación a la condición humana para acreditar una práctica genocida.
         Pero no le ha bastado. Hizo algo que la desvela, en el sentido de que queda al descubierto. Ha puesto de manifiesto una forma de pensar, una articulación de su filosofía de vida para inspeccionar la envergadura del terror. Con una asepsia que sorprende, con una tranquilidad de espíritu que hubiera mitigado pesares en sus horas de horrendo desasosiego, como si la muerte fuera una cuestión para los tenedores de libros, Graciela –en el paroxismo de la abyección se ha puesto a contar los desaparecidos…

Juan Carlos Pumilla
                                                                                                                                                                        6 agosto 2009



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