viernes, 18 de enero de 2013

MI AMIGO DEL SUR




          Estaba más flaco y se lo dije. Tanto tiempo esperando, ensayando las primeras palabras y venir a caer en la vieja rutina.
-        Estás más flaco.
-        Y vos no.
El abrazo fue más fuerte y prolongado de lo que ambos habíamos esperado. Me estrujó, tomó asistencia, me miró con ojo crítico y dibujó una sonrisa sin abrir los labios.
-        Tanto tiempo, carajo – murmuró
No tuve respuesta. Es que fue demasiado tiempo. Defendí mi bolso pero él me lo quitó igual. Con la otra mano me empujó hacia adentro y ya no volvimos a intercambiar palabras hasta el almuerzo.
          Me detuve a examinar concienzudamente el fondo de la taza de café, tratando de ganar tiempo y distancia. Ambos buscábamos la fórmula de desatar el pasado sin lastimar, de sortear las preguntas que todavía no podían tener respuesta. Levanté la cabeza y lo miré.
-        Y bueno…, ¿quién empieza?
-        Siempre apurado, eh. Tomate tu tiempo. Elogiame la biblioteca. Ahí está todo lo que pude rejuntar.
No había cambiado. Bakunin y Joyce, Di Giovanni y Miller.
-        Sos incorregible. Sexo y política.
-        Andá, cronista de cuarta. Arlt y caldén, ¿a quién le ganaste?
-        A vos no, siempre me llevaste ventaja.
-   Es que nosotros combinamos la teoría con la práctica no como algunos que conozco, que no sé para qué mierda andan regalando a Lefevbre a los amigos si antes no lo leen.
-        Fue para quedar bien.
-        Ya veo.

La vieja Minerva estaba reluciente. Quitó el paño con un gesto de amor que me estremeció. No, no había cambiado. El viejo gráfico anarquista de siempre, romántico y testarudo.
          -Hice unas changas y le compré casi regalada. ¿No es preciosa?. Mirá, mirá, conseguí este cuerpo setenta y dos en bold. Y en aquel estante tengo…
-¿Y Pedro?
- De veras que sos un apurado. ¿No aprendiste nada en estos años?
- Si. Que nos llevan mucho tiempo de ventaja.
- ¡Pindonga!. Además de elegir mal lees mal. Y aquello de que “el futuro es nuestro…”.
- El futuro, pero perdimos el pasado.
- Te equivocás. Aprendimos. ¿O por qué te parece que tengo la Minerva ?
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          La callecita era angosta y empedrada. Un cuadro de Toscazo. A lo lejos, haciendo jugarretas con la perspectiva, un enorme nogal desafiaba la luz del atardecer mientras los viejitas volvían con las compras y los jubilados se sumergían en un truco mentido, ruidoso y festivo. Miré pasar un carro y evité evocar, o por lo menos hice el esfuerzo, algunos retazos de aquella infancia pueblerina tan distante.

-        Elegiste un lindo lugar.
-   No lo elegí, pero me gusta. Me quedará hasta que las cosas se aflojen un poco más.
Nos despedimos con un abrazo más fuerte.
-        Andá, maricón, estás llorando.
-        Avisá, boludo, es el viento pampa.

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          No, no todo había terminado.
          Me lo contaron entre susurros. Hablaron muy poco, apenas lo suficiente. Y todavía me resulta difícil internarme en la comprensión absoluta del suceso. Estoy seguro que hay una enseñanza, pero no entiendo. Corrijo: creo que no entiendo.

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          Dedicó la noche para fundir toda la tipografía y buena parte del amanecer a limar las puntas de plomo reluciente coronando las vainas activadas. Cargó y arremetió.
“Díganle que es cierto que aprendí,,” dicen que les dijo sin volver la cabeza.
Después los enfrentó y apuntó. Fue un estruendo. Humo, corridas y ruido. Miles de letras brotaron del disparo, configurando prosas  turbadoras impregnadas de sueños y nostalgias. Textos  para no morir interrumpiendo la mañana. Los poemas más bellos, las frases  más agudas. Nombres y apellidos seudónimos, Pedro, Juan, Rosa, María y los otros. La danza de palabras ganó la calle, los huecos, los hombres .Caló en las ranuras de las puertas y  se elevó perezosamente. Luego, el viento hizo el resto .Las palabras fraguaron   mil   mensajes y esos enunciados s tomaron nuevos rumbos

En algunas alboradas de primavera, cuando el sol se aproxima a seducir al  mediodía los niños suelen juntarse  para contemplar el cielo y leer en voz alta. Algunas nubes dificultan la tarea, ero ya se irán.


PUMA
Junio 1986
(de Crónicas cortas de un tiempo largo)

Historias minimas-c

  Esa lágrima en la mejilla, ahí le apunté