sábado, 1 de junio de 2024

LA LECCION DE LA CALLE





 

LA LECCION DE LA CALLE

Ahí los vemos, festivos, tenaces, decididos, con sus mochilas multicolores armando un arcoíris que se funden en  el   blanco. Tal cual  habitan en nuestras reminiscencias   aquellos delantales   de la  niñez. O acaso,  como los pañuelos de las rondas.

Se arrullan, cantan, agitan sus alas, parecen pájaros. Tal vez lo sean.

Inundan el centro pero proceden de los barrios, de las orillas de las villas, de esos costados impiadosos en que los ubica  la soberbia, la misma    que sostiene que ningún pobre llega a la universidad.

Y ahí los tenemos,  chicas, chicos, chiques galvanizados en un común denominador: una representación    del  porvenir  que se fragua en las aulas y se ejerce en la vida.

Hacían falta. “Nos” hacían falta. Para  constatarlos, para alterar la inercia, tal como se hicieran evidentes en la Reforma o en el empedrado  del Barrio Clínicas.

Y no están solos,  en este otoño que germina  en las conciencias. Se abrazan  en la marcha, codo a codo, paso  a paso,  con sus  padres, sus vecinos, los abuelos que destierran -al influjo de esta cofradía de amaneceres - la amenaza de un futuro desahuciado.

Las  voces se amalgaman en una proclama en defensa de la educación pública. Resonancias que se elevan  hasta alcanzar una estructura que se grita y se ejerce.

No cabe otra, porque en las sombras de la entrega, en los pasillos de lo privado, en las opacidades  de mil edictos tramposos, afilan sus fauces los proxenetas de la política. Tipos que solo quieren a la patria para entregarla a sus depredadores.

Así que, a medida que las formaciones engrosan y las pancartas se encumbran en las térmicas de abril, también se filtra la certidumbre de que hay algo más ominoso que la promesa de un vaucher o un presupuesto negado.

Por ese  sendero   rumbea, insomne,  el espectro del  Ángel de la Historia. Emerge, desafiando la penumbra , alzando una voz de alerta, rescatando   en el recuerdo aquella  melodía   que deriva  desde lejos, desde tan lejos.

Aserrin aserrán
los maderos de San Juan
piden pan, no le dan,

piden queso, le dan un hueso.

Y le cortan el pescuezo.”

Las imágenes  no  valen más que mil palabras, esa elaboración maniquea tal vez pernocte en los sueños de un economista de la escuela austríaca. Pero es bien cierto que cada uno de estos registros gráficos es capaz de generar mil palabras. Basta en detenerse en aquel rostro crispado, en la pedagogía de un cartel ingenioso, en la densidad de las columnas que ganan la  avenida  y esas  otras calles que se dilatan en los pensamientos.

…Repásemos: los contrafuertes  señeros del Conintes, el  clamor  de los cauces sedientos,  salineros, la nacionalización, la longitud  de la memoria, el silencio vociferado en mayo del sesenta y nueve…

…En las obstinaciones de los pibes del setenta y dos.

 Y así…

Los que descansen  la mirada en esta muestra, quizás puedan paralizar por un instante la contemplación y cerrar  sus ojos.  Con este procedimiento  tal vez alcancen  a percibir sus trasfondos: el crujido de las hojas bajo  las zapatillas, los cánticos sublevados, el tenor de las arengas, la sinfonía de una sociedad que avanza.

El imperceptible  roce de las suelas hundiendo el asfalto. Ahí habita una lección que hacen comparecer nuestros maestros;  esa que sanciona  que la educación pública es como el pavimento fresco:  cualquier cosa que se le  apoye, deja su huella.

 

(fotografías de DAGNA FAIDUTTI)

 

 

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