jueves, 13 de junio de 2024

LA CONDICIÓN HUMANA


 


Las lágrimas son de impotencia y de pimienta. Su pañuelo no logra discernir y es fútil  el ademán ante tanto dolor. Todos la vimos, todos, menos  los que eligen no ver.

A esta hora de la jornada  aun no conocemos su nombre. No hace falta: cabellos canos, corajuda, obstinada. Puede ser nuestra abuela, o madre, o la vecina de al lado.

Con voz entrecortada, porque el  gas ha dañado, también,  su garganta, explica al cronista que la acorralaron entre varios policías, la sujetaron y uno de ellos ,comprobada  su indefensión, le pulverizó el rostro con ese compuesto químico que con tanta prodigalidad se empleara en las mazmorras de Abu Graib.

El notero  no termina de comprender el cuadro que describe y ella, en un gesto de suprema honestidad, habilitada desde el comienzo para la impugnación general, la puteada genuina, absuelve a la policía que le alcanza el celular que se ha caído y enfoca la responsabilidad a los canallas que la sujetan y al  cobarde que la rocía.

La martirizada , acaso nuestra maestra de primero inferior ,tiene temple para dar una lección de verdad y democracia en ese escenario de impunidad y creciente fascismo.

Raro, nadie articuló esta palabra en el resumen de la medianoche.

A la hora de los resultados de la votación la mujer policía tal vez  redima su conciencia por un mínimo gesto  de empatía. El resto habrá amparado la   iniquidad en el catecismo  de la  obediencia debida ,tal vez regocijado  por la escrupulosa eficacia de su  protocolo de odio y crueldad.

La anciana, que puede ser la patria, acaso haya enjugado  nuevos llantos  a la hora de acostarse, Algunos de tristeza, otros  de alegría por haberse mantenido fiel al precepto de su propia dignidad.

Hoy por la mañana, al momento de apelar  al exorcismo de estas líneas, la radio vomita un pregón de impiedades e insiste en una legitimidad de origen que es falaz, porque no hay legalidad en una minoría real  que  miente desde el mismo umbral y  la consecuencia es el imperio  del hambre y  la miseria.

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